miércoles, 26 de marzo de 2014

Personas tóxicas, conocerlas para alejarnos de ellas.

¿Realmente existen las personas tóxicas? ¿Tienen unas características específicas para que las podamos detectar? ¿En qué momento alguien se convierte en una persona tóxica?
El hecho de denominar a una persona como tóxica supone que su comportamiento no sólo no es beneficioso para nadie, ni siquiera él o ella misma, sino que además causa malestar en las personas con las que se relaciona. Aunque existen diferentes tipos de personas tóxicas se trata de una forma genérica de llamar a estos hombres y mujeres que nos aportan consecuencias negativas en nuestra relación con ellos.

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Es mejor alejarse de las personas tóxicas porque sólo nos perjudican


Así, podemos encontrarnos con personas tóxicas en nuestras relaciones de pareja, en nuestras amistades, en nuestra familia, en nuestros compañeros de trabajo, de clase, etc. Son personas que nos hacen la vida imposible porque son envidiosas y buscan hundir a los otros al no ser capaces de competir en cualidades con quienes les rodean.
También son las personas chismosas que difunden rumores que no son ciertos o están muy tergiversados y que crean un ambiente hostil en el grupo en el que se encuentran. Son esas personas que se entrometen en otras relaciones o malmeten en las familias o el trabajo.


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Las personas tóxicas difunden rumores y son envidiosas

Además, se caracterizan por ser manipuladores que intentan conseguir todo lo que se proponen pasando por encima de quien se interponga en su camino o utilizándolos para conseguir sus propios intereses.
Las personas tóxicas siempre tienen algo que decir sobre lo que uno opina, nunca están de acuerdo con las ideas de los demás porque no les parecen suficientemente buenas o porque no son como las suyas. Tienden a menospreciar las opiniones y/o gustos de los demás por el simple hecho de ser diferentes de los suyos y suelen obstaculizar los avances de quien tienen al lado para evitar la innovación y la creatividad.
El hecho de causar perjuicio a los otros significa que son personas dependientes puesto que no pueden sobresalir sin pisar a otros o sin la aceptación de quienes les rodean.
En las relaciones de pareja o en las amistades esta dependencia se manifiesta convirtiéndose en relaciones intensas y turbulentas. Pueden llegar a ser asfixiantes puesto que constantemente están reprochando atención y se enfadan si no son los protagonistas. Las personas tóxicas continuamente solicitan compañía y admiración, son posesivas, controladoras y muy celosas llegando a aislar a sus parejas o amigos por exigir dedicación exclusiva. Pueden llegar al maltrato físico y/o psicológico para conseguir sus objetivos.
Quienes sufren esta toxicidad pueden llegar a sentirse en un callejón sin salida. Perdonan una y otra vez apoyándose en la buena fe de estas personas tóxicas. Consideran que no han sido suficientemente pacientes o que realmente han hecho algo para molestarles y que pueden intentar que sus seres queridos se sientan mejor. Acaban culpándose de la toxicidad de la relación y se sumergen en un círculo cada vez más dañino que les aísla y que les agobia más y más.
La autoestima de quienes sufren a las personas tóxicas acaba muy deteriorada y pueden acabar por someterse a las exigencias de quienes les manipulan sin escrúpulos. Cada vez el malestar va siendo peor y la escapatoria se percibe como algo inexistente debido a la culpabilidad inducida por sus acompañantes.
Debemos ser conscientes de que las personas tóxicas sólo buscan el propio beneficio y que si alguien nos está haciendo daño o nos está agobiando quizá no es lo que más nos beneficia. Estas personas no cambian porque actuando de esta manera es como consiguen sus objetivos y sólo conciben a los otros como un mero instrumento para lograr un fin.
Si alguien nos causa malestar, nos hace sentir culpables o nos impone unas exigencias imposibles y nuestra relación no es satisfactoria es mejor que pensemos de una manera objetiva antes de dejarnos arrastrar por el chantaje emocional y la culpabilidad. Si perdemos ese punto de objetividad que tenemos al principio será mucho más difícil escapar a la influencia de las personas tóxicas que nos rodean.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Copia de seguridad del cerebro, memoria perpetua y emociones (II)

La semana pasada nos quedamos con esta pregunta. ¿Por qué no es bueno tener tan buena memoria? La memoria normal es imprecisa y se construye a base de emociones. No podemos recordar nada con exactitud porque nuestra capacidad para memorizar es limitada, debemos eliminar viejos recuerdos irrelevantes para dejar espacio a los nuevos. Además, la memoria, al igual que los recuerdos, se deterioran con el tiempo, perdemos capacidad de almacenamiento en nuestra memoria y somos capaces de recuperar muchos menos recuerdos.

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Podemos eliminar recuerdos irrelevantes o dolorosos para mantener a pleno funcionamiento nuestra capacidad para almacenar información y preservar nuestra salud mental.

Cada acontecimiento que vivimos nos produce una emoción y, según esa emoción, así guardamos el recuerdo en la memoria. Un recuerdo son pinceladas de lo que ocurrió; pequeños apuntes sueltos que, para tener consistencia, redactamos añadiendo información que le dan a ese recuerdo un significado coherente. Y esa información que unifica el recuerdo está basada en la emoción que experimentamos en aquel momento o la que nos produce cuando recordamos. Esto no significa que nos inventemos el pasado pero sí que lo rellenamos para darle una coherencia. Por esta razón, las historias de varias personas sobre un mismo acontecimiento pueden ser tan distintas y no tiene por qué estar mintiendo ninguna.
La posibilidad de olvidar hace que podamos prescindir de detalles poco importantes, como lo que comimos tal día como hoy hace siete años o lo que llevábamos puesto el día cinco de agosto de cualquier año. La memoria también sirve para que podamos fijar esos recuerdos que tienen una importancia especial en nuestra vida y lo podamos distinguir del día a día. Los recuerdos que se fijan en nuestro cerebro tienen un significado especial y nos produjeron emociones intensas, tanto para bien como para mal.
Al recordar, nuestra memoria se ve influida por nuestro estado de ánimo. Cuando estamos de buen humor nuestra memoria recuerda episodios positivos y esto hace que nos sintamos bien. En cambio, cuando nos encontramos tristes, solemos recordar eventos negativos lo que hace, a su vez, que nuestro estado de ánimo disminuya. Es decir, las emociones y la memoria crean un círculo que se retroalimenta. Nuestro estado de ánimo hace que nuestra memoria recuerde episodios con el mismo signo y, esos recuerdos, mantienen un mismo estado de ánimo, acorde con los recuerdos que evocamos.

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Los recuerdos se modifican con el tiempo para ajustarse a nuestros estado de ánimo.

Por otro lado, cada vez que recordamos un episodio y nuestro estado de ánimo actual no está totalmente en consonancia con el del recuerdo, ese recuerdo se modifica. Los detalles con que unimos los pequeños fragmentos que recordamos realmente van cambiando y se adaptan al estado de ánimo que tenemos en ese mismo momento de recordar. Este hecho junto con el olvido protege nuestra salud mental porque nos ayuda a superar momentos difíciles o estresantes. Hace que esas vivencias no sean tan duras o parezcan tan lejanas que ya no nos producirán el mismo dolor. Estos mecanismos nos ayudan a prevenir o vencer la depresión y nos ayudan, también, a superar el estrés postraumático.
Ahora bien, si no pudiéramos librarnos de la realidad objetiva y cruda, ¿podríamos hacerle frente? Estaríamos condenados a recordar cada momento de nuestra vida sin la oportunidad de perdonarnos a nosotros mismos. Los buenos recuerdos dejarían de ser tan buenos porque al estar presentes constantemente perderían su valor positivo y dejaríamos de apreciarlos. Esa información pasaría a tener un valor neutro y perderíamos la capacidad de disfrutar del recuerdo y de la sorpresa de poder recordar hechos que pasaron hace tanto tiempo.
Por lo tanto, hagámonos esta pregunta ahora: ¿estamos seguros de que nos gustaría tener una copia de seguridad de nuestro cerebro?

miércoles, 12 de marzo de 2014

Copia de seguridad del cerebro, memoria perpetua y emociones (I)

Mucho se habla de tecnología y de las copias de seguridad para no perder nuestra información más valiosa. Pero, ¿y si pudiéramos hacer una copia de seguridad de nuestro propio cerebro?
Hacer un backup, o copia de seguridad, consiste en copiar toda la información de un dispositivo y guardarla en otro dispositivo diferente con el objetivo de poder recuperar esa información en cualquier momento si se produjera un fallo en el dispositivo original.

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Pero ¿y si el dispositivo original fuera nuestro cerebro? Podríamos crear una copia de seguridad de nuestro cerebro y jamás olvidaríamos nada, todos los conocimientos y recuerdos permanecerían para siempre. Tampoco habría lugar a equívocos con los recuerdos y desenmascararíamos a los mentirosos sin esfuerzo.
Esto plantea la posibilidad la inmortalidad. Podríamos seguir viviendo sin necesidad de nuestro cuerpo físico, ya que la copia de seguridad abarcaría tanto la memoria como la personalidad y la capacidad de sentir emociones.
Además, tendría un gran uso en medicina, ya que sería posible restaurar la memoria en personas que sufren demencias o pérdidas de memoria por algún tipo de accidente o enfermedad. Quizá todos seríamos mucho más felices por tener la seguridad de recordar todo y poder acceder en cualquier momento a la información completa que hemos ido almacenando a lo largo de toda nuestra vida.

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Podríamos llegar a tener un cerebro sin necesitar un cuerpo

Se cree que esa copia de seguridad consistiría en una copia de las estructuras y de las conexiones neuronales de nuestro cerebro y de la información almacenada en él. Así, se podría utilizar la información recogida siguiendo la misma manera de procesar esa información que tiene una persona concreta. Por eso, ante un caso de amnesia o de demencia se podrían regenerar las mismas estructuras dañadas y mantener y utilizar la información que se posee.
En realidad, existen personas que no necesitan una copia de seguridad de su cerebro porque jamás olvidan nada, tienen una memoria autobiográfica superior. Son los hipertimésicos o hipermnésicos, personas que pueden recordar con total precisión cada día de su vida. Existen muy pocas personas en el mundo con este trastorno que fue descubierto en 2006. Quienes se ven afectados por esta alteración poseen una memoria autobiográfica muy extensa, que comienza a una edad muy temprana, la pubertad generalmente. Pueden recordar cada día de su vida con todos los detalles como si hubiese ocurrido ayer, o incluso, como si estuviera sucediendo justo en el momento de recordarlo.
Pero, ¿por qué no es bueno tener tan buena memoria?
La próxima semana lo descubrirás...

martes, 4 de marzo de 2014

La autoestima y sus peores enemigos, nosotros mismos

La autoestima es la valoración que cada uno hace sobre sí mismo. Nos valoramos según nuestro aspecto físico, nuestras habilidades, nuestros valores, nuestra personalidad y nuestros actos. Tenemos una idea de lo que más importancia tiene para nosotros y hacemos una comparación entre esto y lo que vemos en nosotros mismos. Así si estamos satisfechos con lo que percibimos tendremos una autoestima alta. En cambio, si consideramos que no nos ajustamos a nuestros propios cánones entonces tendremos una autoestima baja porque la valoración sobre nosotros mismos no va a ser muy positiva.
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Al plantearnos qué podemos hacer para aumentar nuestra autoestima nos encontramos en la tesitura de si debemos hacer mejores cosas o de mayor calidad o bien es nuestra mente la que no percibe correctamente el valor que tenemos. Todo puede ser.
Por un lado, cuando no hacemos nada por sentirnos bien ya sea por pereza o por falta de ánimo nuestra autoestima comienza a bajar en picado. Empezamos a pensar que no somos útiles y que no valemos para nada. Entraremos en un círculo en el que este sentimiento nos quitará las ganas de ponernos en marcha y se convertirá en un bucle del que nos resultará difícil salir.  Para salir debemos romper ese círculo vicioso y comenzar a darnos pequeños gustos. Así, poco a poco, recuperaremos la sensación de bienestar y la capacidad de disfrutar de lo que nos gusta. Y comenzaremos a movernos para darnos más satisfacciones o hacer actividades que nos sienten bien.
Por otro lado, puede que confiemos nuestra autoestima al valor que nos dan otros. Depender de la aprobación de los demás nos convierte en personas sumisas que dedican su vida a los demás y se olvidan de sus propias necesidades. Anulan su valor por doble partida; olvidan que son ellos mismos quienes deben valorarse y anulan su propia satisfacción y gustos en beneficio de los demás. De esta manera, estaremos esperando siempre buenas palabras, reconocimiento y aceptación por parte de los demás, que no siempre llegan o no llegan de la manera que nos gustaría. Por más que nos esforcemos, nunca conseguiremos ese reconocimiento que buscamos porque quien realmente nos conoce somos nosotros mismos y sólo nosotros sabemos a ciencia cierta lo que nos gusta.
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Por último, es posible que hagamos todo lo posible por valorarnos pero no lo consigamos. Cuando el nivel de exigencia que ponemos a nuestra vida es demasiado alto, nunca vamos a valorar con exactitud nuestra autoestima. Siempre nos parecerá poco y trataremos de luchar toda nuestra vida por mejorar algo inmejorable. Nuestra mente perfeccionista nos tachará de desastres o de mediocres y a medida que nos acerquemos al límite que pusimos encontraremos un fallo que nos ayudará a subir el nivel de expectativa para que no lleguemos. Así, pasaremos nuestra vida tratando de alcanzar la perfección que no existe. Por supuesto, para llegar a una buena valoración sólo podremos tomarnos muy en serio la vida, trabajar y esforzarnos para demostrarnos a nosotros mismos que de verdad somos luchadores. Y, sin embargo, a la hora de la verdad no conseguiremos darnos una frase de ánimo, todo lo contrario, un reproche que nos diga que no lo conseguimos y que tenemos que seguir esforzándonos más porque no ha sido suficiente.
El primer paso para aumentar nuestra autoestima es permitirnos los fallos. Aceptar que no somos perfectos, que podemos equivocarnos y que equivocarnos nos ayudará a ser mejores. El ensayo error es una de las claves del aprendizaje.
El hecho de darnos permiso para equivocarnos significa que podemos arriesgarnos e innovar en nuestra vida porque tenemos permiso para desarrollar todo nuestro potencial y buscar nuevas oportunidades para disfrutar.
Regalarnos palabras amables tendría que ser una norma. Esa aceptación que buscamos en los demás nos la podemos dar a nosotros mismos definiéndonos con palabras de cariño y dándonos ánimo cuando lo necesitamos.
No privarnos de lo que más nos gusta ni posponerlo para cuando nos lo merezcamos porque nuestra mente perfeccionista no nos lo concederá jamás.
En resumen, disfrutar de la vida, concederse caprichos, ajustar nuestra visión personal tanto física como psicológica y permitirse fallar son la base de la aceptación y la aceptación es el primer paso para construir una autoestima fuerte.