El
tiempo libre nos gusta. Nos gusta no tener obligaciones y poder
dedicarnos a lo que nos apetezca, incluido el no hacer nada. A menudo,
decimos que necesitamos más tiempo de ocio o que si tuviéramos más
tiempo libre lo emplearíamos en esto o en aquello. Soñamos y planeamos
un montón de actividades que nos gustaría poder hacer en la vida y sólo
nos hace falta el tiempo necesario para llevarlas a cabo.
El
problema es que cuando tenemos ese tiempo no tenemos dinero porque la
mayoría de las veces el disponer de tiempo viene acompañado de no tener
dinero y, con ello, nuestros sueños ociosos se desvanecen.
Al
contrario, cuando tenemos trabajo en muchas ocasiones acabamos viviendo
para trabajar y no trabajando para vivir, como sería lo saludable. Los
horarios no suelen estar demasiado pensados para conciliar la vida
privada con la vida laboral, salvo contadas excepciones. No se favorece
la flexibilidad horaria y tampoco se tiene en cuenta la repercusión que
tiene en los trabajadores unas mejoras sustanciales de sus condiciones
laborales a la hora de mejorar su bienestar y aumentar, así, la
productividad.
La
productividad de un empleado no varía simplemente según su valía. La
productividad fluctúa, también, en función de su satisfacción con la
empresa y su puesto de trabajo. Una persona que no se siente valorada no
se esforzará al máximo sino que lo hará para llegar a un equilibrio
entre su salario y su esfuerzo. Además, por salario no sólo entendemos
la retribución dineraria; también está el salario emocional. Este
salario se basa en la percepción que tiene el trabajador sobre los
beneficios y la valoración que recibe por su desempeño. Los beneficios
pueden ser tales como la flexibilidad horaria, más días libres o de
vacaciones, guarderías, seguros médicos, vales de comida, etc. Es decir,
otro tipo de beneficios sociales no pecuniarios y que mejoran
sustancialmente la calidad de vida de las personas.
Pero
¿y si pudiéramos tener más tiempo para organizar nuestro ocio de una
manera más provechosa? Puede que lo aprovechemos o no pero, la realidad,
es que la sola idea de disponer del tiempo a nuestro antojo ya es algo
que nos anima notablemente.
Nos
anima porque nos deja ver el futuro como algo más positivo. La visión
del ocio en nuestra mente hace que podamos planear y esto ayuda a tener
una actitud más optimista sobre nuestra vida, nuestro alrededor y
nuestro futuro.
El tener más tiempo libre fuera del trabajo deja que podamos “desconectar” y “trabajar” otros aspectos de nuestra vida. El apartar los pensamientos de nuestros deberes laborales mientras estamos fuera del trabajo ayuda a que nuestra cabeza se recicle y vuelva al día siguiente con una actitud nueva y las ideas despejadas. En cambio, la sensación de estar todo el día trabajando hace que cada jornada acudamos a trabajar más cansados, agobiados y con menos gusto por lo que hacemos.
Por
otro lado, poder diversificar nuestro tiempo y estar en contacto con
otras personas nos ayuda a desarrollarnos personalmente. Tenemos la
posibilidad de adquirir otras habilidades que, de otra forma, no podemos
porque o no procede o la actividad que llevamos a cabo no da la
oportunidad.
Tanto
el desarrollarnos personalmente como poder disfrutar de actividades de
ocio y mantener el contacto con diferentes círculos sociales hacen que
nuestro humor y estado de ánimo mejoren y que nuestra autoestima
aumente.
Todo
esto se ve reflejado en el valor que le damos a nuestro trabajo ya que
sintiéndonos más capaces adoptaremos más responsabilidades y nos
comprometeremos más con nuestra labor a desempeñar y, por ende, con la
empresa.
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