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miércoles, 14 de enero de 2015

El tiempo libre, la conciliación laboral y el salario emocional

El tiempo libre nos gusta. Nos gusta no tener obligaciones y poder dedicarnos a lo que nos apetezca, incluido el no hacer nada. A menudo, decimos que necesitamos más tiempo de ocio o que si tuviéramos más tiempo libre lo emplearíamos en esto o en aquello. Soñamos y planeamos un montón de actividades que nos gustaría poder hacer en la vida y sólo nos hace falta el tiempo necesario para llevarlas a cabo.
El problema es que cuando tenemos ese tiempo no tenemos dinero porque la mayoría de las veces el disponer de tiempo viene acompañado de no tener dinero y, con ello, nuestros sueños ociosos se desvanecen.
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El salario emocional son beneficios sociales como disfrutar de más tiempo libre o tener otras ventajas que mejoran la calidad de vida de los empleados.

Al contrario, cuando tenemos trabajo en muchas ocasiones acabamos viviendo para trabajar y no trabajando para vivir, como sería lo saludable. Los horarios no suelen estar demasiado pensados para conciliar la vida privada con la vida laboral, salvo contadas excepciones. No se favorece la flexibilidad horaria y tampoco se tiene en cuenta la repercusión que tiene en los trabajadores unas mejoras sustanciales de sus condiciones laborales a la hora de mejorar su bienestar y aumentar, así, la productividad.


La productividad de un empleado no varía simplemente según su valía. La productividad fluctúa, también, en función de su satisfacción con la empresa y su puesto de trabajo. Una persona que no se siente valorada no se esforzará al máximo sino que lo hará para llegar a un equilibrio entre su salario y su esfuerzo. Además, por salario no sólo entendemos la retribución dineraria; también está el salario emocional. Este salario se basa en la percepción que tiene el trabajador sobre los beneficios y la valoración que recibe por su desempeño. Los beneficios pueden ser tales como la flexibilidad horaria, más días libres o de vacaciones, guarderías, seguros médicos, vales de comida, etc. Es decir, otro tipo de beneficios sociales no pecuniarios y que mejoran sustancialmente la calidad de vida de las personas.
Pero ¿y si pudiéramos tener más tiempo para organizar nuestro ocio de una manera más provechosa? Puede que lo aprovechemos o no pero, la realidad, es que la sola idea de disponer del tiempo a nuestro antojo ya es algo que nos anima notablemente.
Nos anima porque nos deja ver el futuro como algo más positivo. La visión del ocio en nuestra mente hace que podamos planear y esto ayuda a tener una actitud más optimista sobre nuestra vida, nuestro alrededor y nuestro futuro.

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Disfrutar de más tiempo libre y mayor flexibilidad en el trabajo deja espacio para desarrollar otras habilidades y otras facetas de nuestra vida personal.


El tener más tiempo libre fuera del trabajo deja que podamos “desconectar” y “trabajar” otros aspectos de nuestra vida. El apartar los pensamientos de nuestros deberes laborales mientras estamos fuera del trabajo ayuda a que nuestra cabeza se recicle y vuelva al día siguiente con una actitud nueva y las ideas despejadas. En cambio, la sensación de estar todo el día trabajando hace que cada jornada acudamos a trabajar más cansados, agobiados y con menos gusto por lo que hacemos.
Por otro lado, poder diversificar nuestro tiempo y estar en contacto con otras personas nos ayuda a desarrollarnos personalmente. Tenemos la posibilidad de adquirir otras habilidades que, de otra forma, no podemos porque o no procede o la actividad que llevamos a cabo no da la oportunidad.
Tanto el desarrollarnos personalmente como poder disfrutar de actividades de ocio y mantener el contacto con diferentes círculos sociales hacen que nuestro humor y estado de ánimo mejoren y que nuestra autoestima aumente.
Todo esto se ve reflejado en el valor que le damos a nuestro trabajo ya que sintiéndonos más capaces adoptaremos más responsabilidades y nos comprometeremos más con nuestra labor a desempeñar y, por ende, con la empresa.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Las vacaciones, el tiempo libre y sus beneficios.

Las vacaciones son ese período de tiempo que deseamos que llegue durante todo el año y que, cuando llega, sucede tan deprisa que apenas nos permite acariciar la sensación de libertad de horarios y de responsabilidad en nuestra vida. Tanto es así que puede llegar a causarnos una depresión al volver al trabajo.
¿Son necesarias las vacaciones? Todos, sin lugar a dudas, diríamos que sí. Pero, lo cierto, es que muchas personas no tienen vacaciones o creen que no se pueden permitir unos días de descanso. Este es el caso de personas que tienen trabajos inestables o que están desempleadas o, incluso, quienes se encargan de la casa, es decir, los amos y las amas de casa.
Las vacaciones son un tiempo para desconectar de nuestras rutinas diarias y de nuestras preocupaciones. Pasamos las semanas yendo a trabajar o planificando nuestras horas para que nos dé tiempo a cumplir con todas nuestras obligaciones semanales: el trabajo, las compras, la casa, los hijos, etc. Sólo pensamos en el fin de semana que pasa como un suspiro y muchos tan siquiera lo pueden disfrutar porque sus horarios incluyen estos días entre su jornada laboral. Así es que la vía de escape se sitúa en las vacaciones.

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Las vacaciones nos sirven para contactar con otros aspectos de nuestra vida y otras personas que nos aportan nuevos puntos de vista.

Ponemos todas nuestras expectativas en el periodo de las vacaciones porque son más días y podemos llevar a cabo todo aquello que nos gustaría hacer y no podemos durante el resto del año.
Por un lado, pensar en las vacaciones nos aporta un punto de evasión en medio del estrés diario porque pensamos que todo el esfuerzo que estamos haciendo a diario tendrá su recompensa. Esto nos motiva y nos da fuerzas para continuar con las rutinas semanales mientras planeamos qué nos gustaría hacer cuando tengamos nuestro periodo de descanso bien merecido.
Por otro lado, cuando llegan de verdad podemos abandonar nuestros horarios estrictos, muchas de nuestras responsabilidades y nuestra planificación milimetrada. Es como si dejáramos de presionar a nuestro cerebro con los deberes de cada día, le quitáramos la correa y le dejáramos campar a sus anchas. Esta es una de las razones por las que a veces nos duele la cabeza en nuestro tiempo libre, lo que se denomina cefalea de fin de semana. Se produce un efecto rebote al pasar de niveles elevados de estrés a un estado de calma mental absoluta.
En nuestro tiempo de descanso no necesitamos ir a otros lugares si no podemos aunque cambiar de escenario también nos ayudará bastante. Lo que de verdad importa es cambiar nuestro ritmo de vida a uno que nos permita relajarnos.
Podemos aprovechar para hacer actividades que en otros momentos no podemos por falta de tiempo o incompatibilidades horarias. El ocio pasa a ser la prioridad y las exigencias quedan a un lado. Podemos olvidarnos de planificar cada segundo de las siguientes veinticuatro horas y dejarnos llevar un poco más por la improvisación. Es el momento perfecto para comer cuando nos apetece, olvidarnos de la hora de ir a la cama, desconectar el despertador, pasar el tiempo que queramos en la cama… Cada día puede ser una aventura o un tiempo lleno de experiencias positivas.
Además, las vacaciones son un tiempo perfecto para retomar el contacto con personas que nos resulta difícil ver durante el resto del tiempo o conocer a otras personas, compartir momentos de ocio e intercambiar ideas y experiencias que nos ayudar a contemplar otros puntos de vista.

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Aunque la mayoría aprovecha las vacaciones para viajar a otro lugar no siempre se puede. Sea donde sea, es conveniente disfrutar de actividades dinámicas para desconectar mejor conseguir un grado de relajación y descanso mayor.

Es más recomendable tener unas vacaciones activas, en las que nos movamos que quedarnos en casa a descansar todo el tiempo porque si bien el cuerpo descansa nuestra cabeza no. Si no tomamos contacto con otros aspectos de nuestra vida no romperemos con la rutina y no nos servirá de descanso. La falta de estimulación y de experiencias gratificantes nos llevará, inevitablemente, a nuestra propia rutina apática de la que nos resultará difícil salir hasta que terminen las vacaciones y volvamos a nuestro día a día.
Además, la inmovilidad hace que no percibamos una sensación de descanso completa porque perderemos resistencia física. Cada vez necesitaremos más descanso físico y cuando tengamos que movernos nos costará más, con lo que la sensación de cansancio irá en aumento.
En resumen, para aprovechar mejor las vacaciones lo ideal es romper con las rutinas y horarios, aprovechar para entrar en contacto con otros aspectos de nuestra vida tanto en cuestión de actividades como de entorno social y tratar de evitar la completa inactividad que nos lleve a la apatía.