Mostrando entradas con la etiqueta Cuidador. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cuidador. Mostrar todas las entradas

martes, 4 de diciembre de 2012

Mi marido y mis hijos son lo primero



¿Qué es lo más importante de tu vida? Lo más fácil es que nos acordemos de personas cercanas como los padres, la pareja o los hijos. A continuación, es posible que valoremos el trabajo y, en ocasiones, algunos bienes materiales. Así no nos consideraremos materialistas.
Pero, ¿dónde quedamos nosotros? ¿Acaso no somos importantes? Alguien creerá que pensar que nosotros mismos somos lo más importante es ser un completo egoísta. Y es que tenemos profundamente arraigado en nuestra mente que pensar en uno mismo es pensar única y exclusivamente en sí mismo. Sin embargo, si nosotros no existiéramos no existiría nuestra vida. Esto significa que esas personas importantes o ese trabajo que nos satisface o esas cosas que tanto valoramos no estarían a nuestro lado o no nos pertenecerían si no estuviésemos aquí.
Este tipo de creencia se da, sobre todo, en las mujeres. Por razones culturales, hemos asimilado que el rol de la mujer es el de cuidar de otras personas o que tienen una habilidad especial para ello. Tanto se nos repite y se nos alaba por hacerlo que al final acabamos creyéndonoslo y comportándonos en esa línea. A todos nos gusta que nos digan lo que hacemos bien y cuando nos valoran por ello procuramos repetirlo y convertirlo en una seña de identidad. Por eso, muchas mujeres que creen no ser muy valoradas dedican esfuerzos (a veces) sobrehumanos a demostrar lo bien que cuidan de su familia.
Esa necesidad de valoración constante puede hacer que pase de cuidar a su familia a sentirse responsable de muchas más personas y se deshaga en esfuerzos y favores para sentirse reconocida y aceptada por su entorno social.
Dedicarse por entero a los demás supone olvidarse de uno mismo y, paradójicamente, aislarse del mundo que nos rodea. Una cosa es preocuparse por alguien y hacer favores y otra es compartir una amistad, una vida en pareja o actividades agradables con alguien.
Adoptar el rol de “la que siempre está ahí”, a veces, supone que sólo cuenten con una cuando hay problemas que resolver pero no para otras cosas y, puede que tampoco encuentre apoyo cuando sea ella la que necesite ayuda. Sin querer se habrá adjudicado a sí misma un rol de interés o de “practicidad”, es decir, sólo se acordarán de ella cuando sea útil.
Olvidarse de una misma supone que los demás también se olviden. Si siempre tenemos mucho que hacer porque tenemos que ir a comprar, limpiar, planchar, preparar la comida o la cena para todos y etc., etc. no estamos dejando tiempo para cuidarnos. Nadie va a cubrir nuestras necesidades excepto nosotras mismas. Descansar después de trabajar y/o hacer las tareas de casa (compartidas con la pareja…) es necesario.
A veces, tumbarse un rato o no hacer nada es suficiente pero no siempre. También es bueno poder dedicarse a actividades que nos aporten bienestar. Actividades de ocio, artísticas, deportivas, etc. todo aquello que nos haga disfrutar y olvidarnos de nuestros quehaceres y preocupaciones. Y no sólo esto, sino que también nos ayuda a desarrollarnos como personas, aprender cosas nuevas y sentirnos bien con nosotras mismas, en definitiva alimentar nuestra autoestima. Además, compartir el tiempo con nuestros amigos nos ayuda a apartar el día a día, a despejarnos y a ver las preocupaciones desde otro punto de vista. Como esto, normalmente, es recíproco también nos ayuda a sentirnos valoradas pero de una manera más sana.
La necesidad de descansar y de guardarse un tiempo para cuidarse física y psicológicamente hace que nos renovemos y repongamos nuestra energía para enfrentarnos con optimismo a nuestro día a día y que se lo transmitamos a aquellos que más queremos y con los que compartimos nuestra vida.

martes, 20 de noviembre de 2012

¿Quién cuida de quien cuida?



En España existe una ley que ayuda a las personas dependientes y lo hace desde varios aspectos bien sea con prestaciones económicas, con servicios de teleasistencia o poniendo a disposición de los usuarios lugares donde pasar un tiempo o vivir.
Pero esto no es la panacea. Primero, porque en el caso de algunas personas muy mayores que podrían solicitar algún tipo de ayuda, la rechazan por preferir estar en su propia casa y hacerse cargo de ella porque eso les hace sentirse útiles.
Otros, por desconocimiento o desconfianza también la rechazan, aunque la necesiten. Algunas personas, no llegan a cumplir los criterios necesarios para solicitar este tipo de ayudas y, en ocasiones, estos servicios no son suficientes por el tipo de problemas que pueda tener la persona. Eso sin contar los recortes de esta ley…
La realidad que nos encontramos es que, en muchos casos, es necesario que un familiar se haga cargo de la persona dependiente y, en otros, los propios familiares son los que prefieren tener cerca a sus allegados.
La mayoría de las veces, esto deriva en una situación de cuidado y atención constante que casi siempre suele recaer en una mujer. Hacerse cargo de alguien que no puede valerse por sí mismo es algo parecido a una maternidad sólo que sin la parte bonita. No hay bajas durante unas semanas y la persona no crece, puede que todo lo contrario, que sus funciones y capacidades se vayan perdiendo como en las enfermedades degenerativas o en ciertos trastornos del desarrollo.
Además, puede que la persona que se queda al cuidado de su familiar tenga un trabajo que le gustaría seguir manteniendo con lo que debe compaginar las dos funciones e integrarlas perfectamente en su vida.
La atención constante repercute en la calidad de vida del cuidador o cuidadora. El cansancio termina por aparecer y va haciendo mella, de manera que se refleja en su salud física y psicológica. Unido al cansancio, también va la falta de tiempo para todo. La dedicación exclusiva a cuidar o cuidar y trabajar hace que poco a poco los momentos de ocio vayan disminuyendo. El tiempo de sueño puede que también se vea afectado y la necesidad de descansar se convierte en primordial pero no hay tiempo para eso. Muchas veces los escasos momentos en que puede liberarse consisten en minutos que se aprovechan para dormitar o sentarse un rato en el sofá, si no es para acabar de resolver algo que estaba pendiente.
Todo esto, conlleva un aislamiento del entorno social y una pérdida de actividades lúdicas tan necesarias para reponer fuerzas. La pérdida de amistades por falta de tiempo supone también una pérdida de apoyo social y no dedicar un tiempo para cuidar de uno mismo, hace que nuestra autoestima se vaya resintiendo porque no somos capaces de captar las propias necesidades. El estrés empezará a pasar factura y comenzarán las dolencias físicas junto con la depresión y la ansiedad. Ese malestar se puede transmitir a la persona que se está cuidando de manera que se puede sentir enfado hacia ella. Culpabilizar a la persona dependiente de todos los problemas del cuidador hace que se genere resentimiento y odio hacia esa persona lo que puede llegar a derivar en situaciones de maltrato.
Para evitar llegar a esta situación, es importante seguir contando con una red de apoyo adecuada y hacer uso de todos los recursos que estén al alcance. También sería conveniente que el resto de la familia se implique en el cuidado de ese familiar dependiente y que sepamos guardar un tiempo para desconectar. Realizar actividades que aporten bienestar y que sirvan para “recargar las pilas” y salir del entorno saturado de preocupaciones y tensión. De esta manera, se rompe el círculo de sentimientos negativos y se puede afrontar cada día con más ánimo. Además, esto repercute en la autoestima que a la vez se refuerza, en lugar de ir perdiendo valor por la situación negativa.
Y por supuesto, no tener miedo al “qué dirán por irme a pasármelo bien mientras tengo a mi (hijo, padre, madre, marido, etc.) aquí en casa sin poder valerse por sí mismo”. La mayoría de las veces esto es lo que más daño nos hace a nosotros mismos y lo que peores sentimientos nos crea.