El pasado sábado llegó a Madrid el “Tren de la Libertad”
para mostrar el rechazo a lo que pretende ser la nueva ley del Aborto
en España. El acto surgió de un grupo de mujeres pertenecientes a
asociaciones que luchan por los derechos, la igualdad y el respeto hacia
la mujer. Como no podía ser menos, también se manifestaron esta vez
para preservar el derecho a decidir ante un aborto.
Perder el derecho a decidir y no poder abortar puede traer graves consecuencias como el abandono o los malos tratos hacia los hijos no deseados. |
Lo
que sorprende es que la idea partió de mujeres con una media de edad
que dista mucho de la edad de procrear. Son mujeres que ya no tendrían
ninguna preocupación por este tema porque saben que ya no van a padecer
en primera persona los efectos de esta ley. Sin embargo, estas mujeres
ya lucharon una vez por conseguir que el aborto no fuera delito cuando
sí estaban en edad fértil. Son mujeres que vivieron una época de
represión en la que no podían criticar ni oponerse a nada pero que, en
cuanto vieron la oportunidad, salieron a la calle a reivindicar sus
derechos.
¿Qué
les pasa a los jóvenes? Parece que no se respira entre la juventud ese
aire reivindicativo ni entre hombres ni entre mujeres. En la
manifestación, por supuesto, hubo presencia de los dos géneros y de
todas las edades. Pero no deja de ser curioso que quienes llevaron la
iniciativa fueran aquellas que ya lucharon una vez por este mismo tema,
el aborto, y que consiguieron avanzar en sus derechos.
La
experiencia les dice que hay que luchar para conseguir lo que se
quiere. En cambio, los jóvenes no tienen esa experiencia. Seguramente
ese día algunas mujeres estaban intentando sobrevivir a sus malas
condiciones de trabajo o buscando un empleo o, bien, estaban demasiado
ocupadas con sus móviles de última generación o con el programa de
cotilleos de la televisión. Otras sí que se lanzaron a la calle.
El
motivo de la pasividad es que la vida para ellas (y ellos) no ha sido
una continua lucha y están acostumbrados a que las manifestaciones se
hacen a posteriori, cuando ya ha pasado algo, como los atentados de eta.
Y si se manifiestan por un objetivo se topan con la ignorancia y la
indiferencia más absoluta como fue el caso de la guerra de Irak. Con lo
cual la experiencia no es muy fructífera para los jóvenes.
No
obstante, el tema del aborto no se puede tomar a la ligera porque trata
de reducir a la minoría de edad o a la incapacidad a las mujeres. Si
dejan de manifestarse por considerar que no es efectivo callarán y
callando no les quedará más remedio que aceptar lo que les imponen. Las
madres y las abuelas no van a estar siempre para defenderlas y, antes o
después, tendrán que tomar las riendas de la lucha por su independencia.
El
estado de indefensión en el que se encuentran les lleva a creer que no
pueden hacer nada por cambiar la situación. De esta forma, se colocan
desde el primer momento en una posición de sumisión de la que es muy
difícil salir. Así, sumisas y sin facilidades para conciliar su vida
laboral con la familiar se verán en la encrucijada de elegir y renunciar
a una parte de su vida. Si esta elección entre ser madre y trabajar ya
es algo excluyente en multitud de ocasiones ahora, con la ley del
aborto, puede convertirse en una auténtica condena. Tener hijos en las
condiciones que sean es contraproducente
porque puede incrementar el maltrato hacia los hijos por la frustración
que se puede acumular en las madres (e, incluso, en los padres).
La
ley del aborto no es más que una idea religiosa convertida en tabú por
creer que la eugenesia es algo malo. Existe una diferencia importante
entre tener hijos a la carta, posible en las clínicas privadas para
quienes se pueden permitir pagar altos precios por sus servicios; y la
eugenesia que trata de evitar el sufrimiento a las propias personas y a
quienes se encargarán de cuidarlas el resto de sus vidas.
Cuando
hablamos de aborto hablamos de los hijos no deseados que pueden acabar
abandonados, de los hijos con deficiencias leves que pueden llegar a
tener una vida normal o no y de hijos con deficiencias muy graves que
podrían estar prácticamente toda su vida en estado vegetativo. Muchas
personas que entran en este estado por causa de un accidente o de una
enfermedad preferirían la eutanasia ante esta situación, cosa que la
religión cristiana tampoco permite.
Así
pues, tanto con el aborto como con la eutanasia, nos encontraremos en
una situación de gran sufrimiento que no podremos remediar ni antes ni
después pero que mantendrá ocupada a buena parte de la población sin
protestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario