Whatsapp
nos controla. ¿O tal vez somos nosotros quienes nos dejamos controlar
por Whatsapp? Muchos pensarán que es una tontería porque Whatsapp es una
aplicación, un programa para el móvil y podemos elegir si le hacemos
caso o no, nadie nos obliga.
Sin
embargo, a todos nos gusta relacionarnos con nuestros amigos,
familiares y demás seres queridos. Los programas de mensajería
instantánea, como Whatsapp, Hangouts, Line o Skype,
nos permiten estar comunicados con todas las personas de nuestro
alrededor a todas horas y de manera inmediata. A todos nos gusta tener
avisos en el móvil porque eso significa que alguien se ha acordado de
nosotros y, por tanto, que le importamos a alguien.
El
hombre, como animal social que es, necesita gente a su alrededor,
necesita sentirse acompañado pero no siempre tiene esa posibilidad y,
por eso, inventa herramientas que le permitan sentirse menos solo.
Este
empeño en evitar la soledad a toda costa hace que no aprendamos a
tolerarla y que nos cause dependencia y temor. Dependencia tanto de las
personas que nos rodean como de los instrumentos que creamos para no
sentirnos solos. Y temor porque la dependencia va aumentando
paulatinamente. Cada vez somos menos capaces de aguantar la soledad y
nos causa más angustia la sola idea de no estar comunicados con otras
personas.
Así,
enviamos mensajes en cadena, creamos grupos para conversar, difundimos
todo lo que estamos haciendo en cada momento con la foto puntual de cada
paso que damos, etc. Todo con la intención de sentirnos aceptados y
valorados.
Cuando
lo que escribimos o compartimos son hechos excepcionales la atención
suele ser máxima y la mayoría de la gente escribe algún Whatsapp
dándonos ese reconocimiento. Entonces nos sentimos seguros, tranquilos y
contentos. Pero no es común que ocurran cosas extraordinarias todos los
días por lo que, muchas veces, nos gustaría comunicarnos y no sabemos
qué escribir en Whatsapp para captar la atención.
Si
intentamos comunicarnos con alguien es posible que no nos responda de
inmediato. Es entonces cuando sale a relucir la inseguridad que llevamos
dentro. La falta de respuesta inmediata nos crea ansiedad, nos hace
sentir incómodos e inquietos. Esperamos segundos o minutos que parecen
horas y no llegan las respuestas. Comprobamos si estamos conectados a
internet por si el problema es nuestro. Después comprobamos que nos
funciona Whatsapp, o el programa que utilicemos. Y, por último, miramos
cuándo se conectaron por última vez como si ese dato nos fuera a dar la
explicación absoluta de la ausencia de respuesta.
Si
vemos que la hora es anterior a nuestro mensaje nos quedamos más
tranquilos y esperamos, aunque seguimos con una cierto nerviosismo. Pero
si vemos que la última conexión es después de nuestro mensaje entonces
estamos perdidos. Se desata en nosotros un torrente de ideas negativas
acerca de las otras personas. Comenzamos a pensar que no les importamos,
que no quieren saber nada de nosotros, que les molestamos, que están
demasiado ocupados pasándoselo bien con otra compañía y no nos
necesitan, etc. Y si se trata del otro miembro de la pareja los celos
nos invaden y somos capaces de inventar auténticas historias de
infidelidad que nos creemos a pies juntillas.
El
resultado de esta situación es el conflicto y una mayor inseguridad.
Quienes reciben los reproches se sentirán controlados e invadidos en su
intimidad y se pondrán a la defensiva por sentirse espiados y en la
obligación de dar explicaciones. No obstante, si consideran que una
amistad o una relación no deben terminar por una pelea a causa de
Whatsapp tomarán medidas para eludir el espionaje.
Cada
vez que quieran utilizar la mensajería instantánea se lo pensarán por
miedo a que descubran cuándo se conectaron. Así se demorará la última
conexión o se inventarán tretas para conectarse sin ser vistos.
Al
final, se crea la sensación de inseguridad y de control alrededor de
estas herramientas por no poder hacer nada sin ser descubiertos. Cada
movimiento que hacemos sabemos que alguien lo ve y que puede
conllevarnos un conflicto y, sin embargo, no podemos dejar de usar
Whatsapp para estar conectados en cualquier momento.
No
podemos dejar que nadie controle nuestra vida ni nuestro tiempo ni,
tampoco, podemos exigir a nadie atención plena hacia nosotros.
Aprendiendo a tolerar la soledad y el aburrimiento seremos capaces de
sentirnos más seguros y podremos ocuparnos de hacer actividades que nos
gustan y disfrutarlas solos, sin necesidad de compartir nuestra vida
constantemente.
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