La
autoestima es la valoración que cada uno hace sobre sí mismo. Nos
valoramos según nuestro aspecto físico, nuestras habilidades, nuestros
valores, nuestra personalidad y nuestros actos. Tenemos una idea de lo
que más importancia tiene para nosotros y hacemos una comparación entre
esto y lo que vemos en nosotros mismos. Así si estamos satisfechos con
lo que percibimos tendremos una autoestima alta. En cambio, si
consideramos que no nos ajustamos a nuestros propios cánones entonces
tendremos una autoestima baja porque la valoración sobre nosotros mismos
no va a ser muy positiva.
Al
plantearnos qué podemos hacer para aumentar nuestra autoestima nos
encontramos en la tesitura de si debemos hacer mejores cosas o de mayor
calidad o bien es nuestra mente la que no percibe correctamente el valor
que tenemos. Todo puede ser.
Por
un lado, cuando no hacemos nada por sentirnos bien ya sea por pereza o
por falta de ánimo nuestra autoestima comienza a bajar en picado.
Empezamos a pensar que no somos útiles y que no valemos para nada.
Entraremos en un círculo en el que este sentimiento nos quitará las
ganas de ponernos en marcha y se convertirá en un bucle del que nos
resultará difícil salir. Para salir debemos romper ese círculo vicioso y
comenzar a darnos pequeños gustos. Así, poco a poco, recuperaremos la
sensación de bienestar y la capacidad de disfrutar de lo que nos gusta. Y
comenzaremos a movernos para darnos más satisfacciones o hacer
actividades que nos sienten bien.
Por
otro lado, puede que confiemos nuestra autoestima al valor que nos dan
otros. Depender de la aprobación de los demás nos convierte en personas
sumisas que dedican su vida a los demás y se olvidan de sus propias
necesidades. Anulan su valor por doble partida; olvidan que son ellos
mismos quienes deben valorarse y anulan su propia satisfacción y gustos
en beneficio de los demás. De esta manera, estaremos esperando siempre
buenas palabras, reconocimiento y aceptación por parte de los demás, que
no siempre llegan o no llegan de la manera que nos gustaría. Por más
que nos esforcemos, nunca conseguiremos ese reconocimiento que buscamos
porque quien realmente nos conoce somos nosotros mismos y sólo nosotros
sabemos a ciencia cierta lo que nos gusta.
Por
último, es posible que hagamos todo lo posible por valorarnos pero no
lo consigamos. Cuando el nivel de exigencia que ponemos a nuestra vida
es demasiado alto, nunca vamos a valorar con exactitud nuestra
autoestima. Siempre nos parecerá poco y trataremos de luchar toda
nuestra vida por mejorar algo inmejorable. Nuestra mente perfeccionista
nos tachará de desastres o de mediocres y a medida que nos acerquemos al
límite que pusimos encontraremos un fallo que nos ayudará a subir el
nivel de expectativa para que no lleguemos. Así, pasaremos nuestra vida
tratando de alcanzar la perfección que no existe. Por supuesto, para
llegar a una buena valoración sólo podremos tomarnos muy en serio la
vida, trabajar y esforzarnos para demostrarnos a nosotros mismos que de
verdad somos luchadores. Y, sin embargo, a la hora de la verdad no
conseguiremos darnos una frase de ánimo, todo lo contrario, un reproche
que nos diga que no lo conseguimos y que tenemos que seguir
esforzándonos más porque no ha sido suficiente.
El
primer paso para aumentar nuestra autoestima es permitirnos los fallos.
Aceptar que no somos perfectos, que podemos equivocarnos y que
equivocarnos nos ayudará a ser mejores. El ensayo error es una de las
claves del aprendizaje.
El
hecho de darnos permiso para equivocarnos significa que podemos
arriesgarnos e innovar en nuestra vida porque tenemos permiso para
desarrollar todo nuestro potencial y buscar nuevas oportunidades para
disfrutar.
Regalarnos
palabras amables tendría que ser una norma. Esa aceptación que buscamos
en los demás nos la podemos dar a nosotros mismos definiéndonos con
palabras de cariño y dándonos ánimo cuando lo necesitamos.
No
privarnos de lo que más nos gusta ni posponerlo para cuando nos lo
merezcamos porque nuestra mente perfeccionista no nos lo concederá
jamás.
En
resumen, disfrutar de la vida, concederse caprichos, ajustar nuestra
visión personal tanto física como psicológica y permitirse fallar son la
base de la aceptación y la aceptación es el primer paso para construir
una autoestima fuerte.
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