Blog sobre psicología cotidiana. Algunos apuntes que nos ayudan en la búsqueda de la felicidad y nos hacen la vida más fácil.
lunes, 9 de junio de 2014
domingo, 8 de junio de 2014
miércoles, 28 de mayo de 2014
Pensamientos negativos y obsesiones: cómo librarse de ellos
A
menudo, nos preocupamos inútilmente por determinadas ideas que llegan a
nuestra cabeza y no nos permiten ver con claridad la realidad que nos
rodea. Tenemos pensamientos negativos sobre nuestro estado de ánimo que,
a su vez, hace que nuestro estado de ánimo decaiga envolviéndonos en un
círculo vicioso de negatividad.
Los
pensamientos negativos y las preocupaciones pueden llegar a convertirse
en obsesiones en el momento que no somos capaces de quitárnoslos de
encima. Este tipo de pensamientos se instalan en nuestra cabeza y se
repiten como las canciones que se nos quedan atascadas y no podemos
dejar de cantarlas durante todo el día una y otra vez. Cuando esto nos
sucede, acabamos por enfadarnos y cogerle una cierta manía a la canción.
En el caso de los pensamientos negativos, además de enfado, también nos
pueden causar miedo y angustia porque esas frases e imágenes
repetitivas se fijan en nuestro cerebro y acabamos creyéndolas como si
de una verdad universal se tratara.
El
inicio de los pensamientos negativos parte del miedo y de la ansiedad
que sentimos por determinados acontecimientos o determinadas situaciones
que estamos viviendo. Nos sentimos inseguros o nos encontramos en un
periodo de espera e incertidumbre. Ante la imposibilidad de no poder
hacer nada nos dedicamos a pensar en cómo será el desenlace de los
acontecimientos, imaginamos lo que pasará y cómo nos afectará. De esta
manera, nuestra imaginación nos suele inducir hacia resoluciones no
demasiado favorables porque la mayoría de las veces nos declinamos por
pensar en un desenlace negativo. Justificamos esta solución pensando que
si las cosas salen bien no tenemos de qué preocuparnos pero si salen
mal no sabremos qué hacer.
Si
el viento no sopla a nuestro favor tendremos que buscar un plan
alternativo o asumir las consecuencias, cuestión que se nos suele
olvidar cuando estamos metidos en nuestra vorágine de pensamientos
negativos. Lo único que hacemos es repetir una y otra vez la misma
secuencia de acontecimientos y las mismas frases sin dar la oportunidad
de ver más allá buscando una solución. Por eso, nos quedamos estancados
cuando llega el momento de la verdad.
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¿Cómo
podríamos deshacernos de estos pensamientos negativos e impedir que se
vuelvan obsesiones? La verdad es que es difícil librarse de este tipo de
ideas porque la simple decisión de no pensar en ellas no nos sirve de
nada, incluso, puede tener el efecto contrario. En momentos de ansiedad
nuestra mente no está disponible para razonar de manera efectiva. Por
eso, lo mejor es estar preparado antes de que ocurran este tipo de
situaciones, es decir, cuando estamos tranquilos y no hay preocupaciones
de por medio.
Es
bueno asumir que no podemos hacer nada contra la incertidumbre más que
esperar a que llegue el momento. También, es deseable admitir que si
algo ya ocurrió no podemos dar marcha atrás para borrar ese recuerdo,
tan sólo podemos aceptarlo, perdonarnos y buscar una solución para la
próxima vez.
Nos
puede servir de ayuda hacer un balance de lo que nos aporta ese
pensamiento negativo que estamos teniendo. En qué nos beneficia seguir
dándole vueltas a lo mismo y qué podemos cambiar de las circunstancias
en las que nos encontramos. Una vez valorado lo que es posible modificar
y lo que no ya podemos empezar a pensar en una posible solución. No
obstante, hay veces que no somos capaces de razonar y analizar la
situación porque nos encontramos demasiado colapsados.
Si
nos esforzamos por quitarnos de encima esa idea repetitiva y obsesiva a
toda costa lo más probable es que desaparezca durante un lapso breve de
tiempo pero que vuelva a nosotros con más fuerza. Por eso, lo mejor es
dejar que pase por nuestra mente sin prestarle atención y seguir con
nuestros quehaceres mientras esas ideas pasan por delante de nuestro
cerebro.
Otra
opción es tratar de distraernos. Si los pensamientos negativos nos
impiden concentrarnos podemos cambiar de actividad, dejar lo que
estábamos haciendo durante un tiempo y ponernos con algo que nos
distraiga y que nos guste. De esta manera nos relajaremos, nos
olvidaremos de estas pequeñas (o grandes) obsesiones y volveremos a
nuestra actividad con otra actitud.
En
resumen, es mucho más beneficioso pensar en soluciones que en el
problema mismo y los acontecimientos. También, es preferible no
obsesionarnos con eliminar los pensamientos negativos recurrentes puesto
que la mayoría de las veces no podemos librarnos de ellos y vuelven a
nosotros produciéndose un efecto rebote que nos generará más ansiedad.
miércoles, 14 de mayo de 2014
Psicópatas de cuello blanco, el lado educado de la personalidad antisocial
Si pensamos en un psicópata a todos nos viene a la cabeza la imagen de algún famoso asesino como Charles Manson, Jeffrey Dahmer, Ted Bundy… o nos acordamos de Jack el Destripador (Jack The Ripper). Es decir, definiríamos a un psicópata
como un asesino, por lo general en serie, sin escrúpulos y que acaba
con la vida de alguien sin ninguna razón aparente o por puro placer.
Nuestro pensamiento nos lleva, además, a suponer que un psicópata
también es un sádico que disfruta con el sufrimiento de los demás.
Podría
ser así pero un psicópata tiene una cualidad que lo distingue del resto
de los seres humanos que es la ausencia de remordimientos, o
conciencia, y la ausencia de empatía, es decir, la incapacidad de
ponerse en el lugar de los demás y comprender sus emociones.
Los
remordimientos y la empatía son cualidades que nos hacen tener
compasión y escrúpulos. Es lo que nos impide que seamos personas poco
civilizadas y respetemos al resto de seres humanos.
Un
psicópata muestra un desprecio por las normas sociales y por las leyes.
Ni siquiera piensa en los perjuicios posteriores que le puede acarrear
su conducta antisocial. Se mueve por sus propios impulsos y deseos
aunque en la mayoría de los casos no es capaz de tener un proyecto vital
continuo y bien elaborado, por eso su vida suele ser un vaivén.
Las
personas antisociales son personas mentirosas, capaces de cualquier
cosa por conseguir sus objetivos, literalmente. Se creen perfectos y se
sienten superiores a los demás y con derecho a manipularlos. Además, son
muy carismáticos, suelen ser muy buenos conversadores, entretenidos,
con respuestas rápidas que denotan una inteligencia alta. Debido a esta
personalidad tan atrayente son capaces de engañar a casi todo el mundo,
especialmente a los más débiles. Saben interpretar el papel necesario
para que otros se lo crean y acaben siendo sus títeres hasta que dejan
de tener interés para el psicópata.
Todas
las mentiras y actos ilegales o inmorales no suponen una mala
conciencia para ellos ya que si les pillan no les importa ni se
avergüenzan en absoluto, incluso, se pueden sentir orgullosos por ese
sentimiento de superioridad que les rodea. Cuando se detectan sus
mentiras cambian toda la historia como si nada dejando ver gran cantidad
de contradicciones, lo cual no les preocupa.
Pero
no sólo existen los psicópatas que asesinan a otras personas. Hay otro
tipo de personalidades antisociales que se denominan psicópatas de
“cuello blanco”. Estas personas son psicópatas que, por sus
características y su historia personal, suelen tener un alto status
social, una buena educación y una conducta más o menos adaptada. Estas
personas llegan a ocupar cargos importantes y llegan a hacerse con el
control de muchas personas, organizaciones, instituciones o regiones más
o menos extensas, incluso países o continentes enteros.
Los psicópatas carecen de empatía y de remordimientos |
Al
igual que el resto de los psicópatas, los de cuello blanco buscan el
propio beneficio y el propio placer sin importarles lo que les rodea.
Sus objetivos, por lo general, suelen ser subir puestos y ganar estatus
social y económico. Son muy ambiciosos y nunca tienen suficiente por eso
siempre buscan llegar un paso más allá valiéndose de cualquier medio.
Esto implica que pueden utilizar a las personas a su antojo y después
dejarlas en la estacada. Suelen arruinar la vida de quienes son víctima
de su juego ya que si dejan de resultar de utilidad quedan completamente
desprotegidos y, si se crea alguna tensión o enfrentamiento, pueden
buscarles toda clase de perjuicios. Para ello no suelen cometer delitos
de sangre, al menos por sus propias manos; se valen del chantaje y la
manipulación y utilizan su poder y su influencia para buscar el
perjuicio de los otros.
Lejos
de lo que podamos pensar, la personalidad antisocial no es algo extraño
y difícil de encontrar ya que los psicópatas representan entre un 1 y
un 3 por ciento de la población.
martes, 6 de mayo de 2014
Dating, la búsqueda de amor sin compromiso en las redes sociales.
Las
redes sociales son una realidad en nuestras vidas. Estamos rodeados de
amigos y contactos que, a veces, no conocemos más que de vista o de
haber compartido una tarde con amigos en común.
Pero no sólo están las redes sociales como Facebook o Twitter
en las que compartimos información con amigos. La evolución natural de
las redes sociales ha dado lugar al boom de las páginas de dating, redes sociales específicas para conocer gente y buscar nuevos contactos sociales e íntimos. Páginas como Badoo, eDarling, Meetic, Match, etc. son webs donde se desarrolla el dating.
Vivimos
en un mundo deshumanizado en el que cada vez es más difícil establecer
relaciones de amistad, de pareja o de cualquier otro tipo. Tenemos
grandes dificultades para establecer el contacto con la realidad porque
no podemos pasar sin nuestras redes sociales habituales donde tenemos a
todos nuestros amigos juntos sin necesidad de verlos presencialmente.
Sin embargo, este contacto con nuestros amigos es cada vez más vago y,
en muchas ocasiones, se reduce a un “me gusta”.
Al
igual que estamos distantes con nuestros amigos también lo estamos para
conocer a gente nueva. Las posibilidades de entablar nuevas relaciones
desde el plano real se ven reducidas debido a que no pasamos tanto
tiempo fuera de casa y cada vez realizamos menos actividades que
supongan un contacto real con otras personas, hacemos cursos on-line,
trabajamos desde casa, tenemos a nuestros amigos en Whatsapp o en las redes sociales, etc. Así vamos perdiendo habilidades sociales para establecer nuevos contactos.
Desde
nuestro ordenador nos sentimos más seguros y el hecho no ver la cara de
la persona con la que hablamos nos permite tomarnos ciertas libertades
que de otra forma no podríamos. No vemos la cara de aceptación o de
rechazo, sólo sabemos si nos responden pero nuestra identidad no queda
comprometida porque el rechazo es algo privado y anónimo.
Por
otro lado, en internet tendemos a mostrar nuestra mejor imagen, con lo
que tenemos un concepto idealizado de todas las personas que están en
las redes sociales. Así nuestras expectativas también van en consonancia
con lo que vemos; creemos que vamos a encontrar a nuestra pareja ideal
pero la verdad es muy diferente. Primero, porque puede que nosotros
mismos creamos no estar a la altura y, segundo, porque la hora del
encuentro puede que nos lleve a un fracaso en nuestras expectativas por
descubrir que, en realidad, no hay nada de ideal en la persona con la
que nos ilusionamos.
Sin
embargo, somos seres sociales y necesitamos contacto humano: físico,
cariño, sexo, pero, sobre todo, apego, aceptación, comprensión y
estabilidad. Instintiva y evolutivamente buscamos la supervivencia pero
esta misma evolución hizo que desarrolláramos un cerebro capaz de tener
sentimientos complejos como es el amor.
El dating se suele hacer mediante páginas web específicas |
Por
esta razón no podemos dejar de buscar contactos interpersonales que
satisfagan nuestras necesidades de seres sociales. Así surge el dating, de la necesidad de entablar una relación rápida y sin demasiados costes emocionales.
Aunque también se utiliza el dating
para encontrar parejas estables, no suele ser así en la mayoría de los
usuarios. Por lo general, buscamos contactos de una noche o contactos
esporádicos que no tienen demasiada duración en el tiempo porque no
suelen dar muy buenos resultados. Acabamos dándonos cuenta de que no es
lo que buscábamos o lo que creíamos que íbamos a encontrar o puede que
nuestros objetivos y los de las personas con las que entablamos
relaciones no coincidan.
Además,
tenemos miedo al dolor y a pasarlo mal. Por eso, procuramos mantener
estos contactos esporádicos que nos proporcionan una pequeña dosis de
afecto aunque después nos quede el vacío por dentro. Los sentimientos de
soledad pueden volverse más fuertes lo que nos lleva a una búsqueda más
ansiosa por todas las redes sociales de contactos para sentirnos más
valorados y aceptados.
Los adolescentes y jóvenes no sólo utilizan el dating
y sus plataformas virtuales para aliviar su soledad sino que también es
una forma de experimentar, probar lo desconocido de una forma, más o
menos, segura. En cambio, en las personas adultas, también existe
el miedo a quedarse solo en un futuro cada vez más cercano porque a
medida que pasa el tiempo se reducen más nuestras posibilidades de
conocer a otras personas. Las amistades que tienen obligaciones
familiares comienzan a distanciarse por falta de tiempo y de intereses
comunes a los que no las tienen. Y, de nuevo, nuestra red social se ve
más reducida y nos aporta nuevos argumentos para buscar contactos más
afines a nosotros.
miércoles, 23 de abril de 2014
La soledad percibida: estar solo entre la multitud
La
soledad no es sólo la ausencia de compañía. Es un sentimiento que puede
resultar devorador. Conocemos la tristeza de la soledad en las personas
que no tienen amigos, que viven solos sin una elección voluntaria.
Conocemos, también, la soledad más desgarradora y menos buscada que es
la de los ancianos que van perdiendo paulatinamente su red social. Van
falleciendo sus parejas, hermanos, amigos, y en algunos casos se ven
aislados por la lejanía de sus hijos y nietos o por su abandono.
Ahora
bien, además, de la soledad real, existe un sentimiento de soledad que
aparece aún estando rodeados de gente, es la soledad percibida. Es el
sentimiento que nos pone un “pero” cuando estamos siempre en compañía y
nunca nos falta un plan para pasarlo bien con otras personas. Buscamos
nuevos contactos, asistimos a cualquier fiesta o evento, participamos en
actividades de ocio colectivas, constantemente estamos buscando nuevas
maneras de conocer a más y más personas. Esta búsqueda, a veces, puede
llegar a convertirse en una obsesión.
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Después
de todos esos esfuerzos, la nada se sigue apoderando de nuestra mente.
Es una insatisfacción general con nuestro entorno, es un sentimiento de
autoengaño por creer que la gente de la que nos rodeamos satisfará
nuestras propias carencias y nuestra soledad interior. Sin embargo, el
sentimiento persiste.
El
siguiente paso que solemos dar es buscar nuevas sensaciones que nos
aporten ideas y sentimientos frescos e intensos con la idea de que nos
dejen una huella en el tiempo que rellene el vacío de la soledad.
Intentamos reciclarnos mediante experiencias que no nos dejen tiempo
para pensar, que nos mantengan la mente ocupada y que eviten que esos
pensamientos negativos nos absorban por completo.
El
problema es que las sensaciones que nos aportan estas experiencias son
muy efímeras e, inevitablemente, volvemos a sentirnos solos. Buscamos
actividades que nos aporten elevadas dosis de emoción y cuanto más
dispares mejor. En este punto, los sentimientos que sustituyen a la
soledad y que aparecen tras la dosis de bienestar suelen ser la
insatisfacción, la culpa, el remordimiento, la frustración y la rabia
por no ser capaces de cambiar ese sentimiento continuo de negatividad.
Así, cuando la insatisfacción persiste aumentamos la frecuencia en la
búsqueda de nuevas sensaciones o cambiamos de actividad.
Por
lo general, acabamos cometiendo excesos como jugarnos la vida con
actividades de riesgo, comemos en demasía y de forma compulsiva,
abusamos de sustancias tóxicas o psicotrópicos o desarrollamos
adicciones como la cleptomanía, la ludopatía, la adicción al sexo, a las
compras, a internet, etc. Cada exceso que hacemos momentáneamente
mitiga la sensación de vacío pero, en cuanto termina, la ansiedad vuelve
a nosotros y la soledad nos devora de nuevo.
Esa
soledad percibida está en nuestra mente y no nos desharemos de ella a
menos que la aceptemos. Es mejor aprender a convivir con esa soledad que
nos acompaña en los malos momentos y aprender a identificar las
experiencias de placer y descanso que nos da la compañía. Y, sobre todo,
aprender a disfrutarlas, no vivirlas con ansiedad por miedo a que se
terminen.
Debemos
distinguir entre las personas que hacen relleno en nuestra vida y que
pasan circunstancialmente a nuestro lado de las que estarán con nosotros
toda la vida y nos apoyan. Ésos con los que establecemos lazos
afectivos mutuos ya sean de amistad, amor, familiaridad, etc. No podemos
pretender que todas las personas permanezcan a nuestro lado pero sí es
bueno que nos esforcemos en cuidar y trabajar unas relaciones verdaderas
y de calidad.
miércoles, 9 de abril de 2014
Desaprender para aprender lo nuevo
Desaprender
no es un simple borrado en nuestra cabeza. Es dejar atrás una manera de
comportarnos que nos ha acompañado a lo largo de toda nuestra vida. Nos
cuesta mucho aprender cosas nuevas porque primero tenemos que desaprender lo que hace tiempo nos dijeron que era la única manera de hacer bien algo.
Cuando somos pequeños somos esponjas
dispuestas a absorber toda la información que nos rodea. Sin querer,
adquirimos más y más conocimientos. Queremos saberlo todo de todas las
cosas, por qué ocurren todos esos procesos que a nuestros ojos
infantiles resultan tan espectaculares.
Llegamos al colegio y esa curiosidad en
muchos casos desaparece bien porque nos sentimos obligados a aprender
conceptos que no entendemos, bien porque no nos resulta tan interesante
aquello que antes nos fascinaba o bien porque no nos saben transmitir
esos conocimientos con la misma ilusión que nosotros le concedíamos.
Además, nos fuimos acostumbrando a que
siempre nos dijeran cómo se hacía exactamente cada operación, cada
procedimiento, cada ejercicio y sólo había una manera de hacerlo
permitiendo, en contadas ocasiones, la alternativa creativa que no se
ajustaba a lo establecido.
Es necesario desaprender para aprender nuevas maneras de actuar en nuestra vida.
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Así que nos habituamos a un modelo
rígido y estanco de aprender los nuevos conocimientos. Automatizamos
esta manera de actuar porque no había otras opciones y, con eso,
olvidamos que puede haber espacio para el cambio.
Incluso, nos molesta que aparezca un
nuevo estudio o un descubrimiento científico que contradiga lo que ya
sabíamos. Solemos decir eso de que “siempre están cambiando de opinión”,
que “no se aclaran ni ellos mismos” y que “no hay quien se fíe de los
que saben porque lo que hoy está bien mañana está mal”.
Por eso, cuando algo en nuestra vida no
es como deseamos y es necesario cambiar nos cuesta mucho tomar la
decisión y, mucho más, ponernos en marcha. La costumbre nos da seguridad
porque todo sale como esperábamos. Pero cuando eso empieza a fallar es
cuando nos sentimos perdidos porque no encontramos una alternativa
viable y que nos garantice seguir acertando. Al sentirnos inseguros
vamos más lentos y sentimos que no lo hacemos bien, por eso, en
bastantes ocasiones desistimos.
Lo que nos suele ocurrir es que partimos
de la misma base que teníamos anteriormente. Esa base es rígida y no
permite cambios con lo que introducir una modificación sobre algo poco
flexible hace que la dificultad sea mayor. Antes o después nos daremos
cuenta de que cuando necesitamos hacer cambios en nuestra vida es mejor desaprender;
empezar de cero y tomar un rumbo completamente distinto para conseguir
una nueva perspectiva que nos deje ver los fallos que tenía nuestra
antigua visión.
Desaprender nos da miedo y nos
resulta difícil porque implica dejar de lado la visión que hemos
mantenido a lo largo de toda nuestra vida. Nos puede dar la sensación de
que significa renunciar a esos años de esfuerzo continuo. Sin embargo,
se trata de hacer una selección de lo que vale y lo que no. Es como
repasar una operación de matemáticas que no nos ha salido bien; si la
borramos y la hacemos de nuevo será más fácil obtener el resultado
correcto que si lo intentamos corregir sobre los datos ya escritos y
erróneos.
Para conseguir desaprender y
lograr un verdadero cambio, es mejor abrir nuestra mente y estar atentos
y receptivos a cualquier nueva idea por extraña y/o imposible que nos
pueda parecer. Si mantenemos los brazos abiertos a las nuevas
experiencias, a los nuevos puntos de vista y a los nuevos conocimientos
volveremos a ser las esponjas curiosas y ávidas de conocimientos que
éramos de niños y dejaremos de lado los prejuicios y la rigidez de tener
un único punto de vista y una manera estricta de dirigir nuestra vida. Y
esto nos ayudará a ser un poco más felices.
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