En
el anterior artículo reflexionamos sobre una de las razones principales que nos
impiden alcanzar la felicidad: nosotros mismos y nuestra propia definición del
concepto.
Existe
otra razón por la que nos cuesta tanto hallar la felicidad. Una vez que ya
sabemos qué es lo que necesitamos o cuáles son los elementos de nuestra vida
que nos hacen felices debemos enfrentarnos a la sociedad. Aunque el espíritu y
la creencia popular dice que todos debemos encontrarla, también, nos indica que
es imposible y que es un camino infinito. Nos impone su búsqueda a la vez que
nos impide alcanzarla. Trata de definirla de manera única para todos, puesto
que, establece lo que debemos tener y lo que no y cómo debemos ser para sentirnos
satisfechos o a gusto con nosotros mismos.
¿De
qué manera nos impide lograr nuestra quimera? A lo largo del tiempo nos han
inundado de mensajes del tipo: esto no es
vida, cualquier tiempo pasado fue
mejor, estos tiempos no son buenos,
a dónde vamos a llegar con la situación
que tenemos, etc. El tiempo se divide en tres partes; un presente maltrecho
que nos lleva a un futuro sin ninguna esperanza y un pasado en el que elegimos
recordar lo bueno y olvidar lo malo para poder tener un punto de comparación y
saber que en algún momento existió algo positivo.
¿Por
qué hacemos esto? Porque donde vivimos es en el momento presente y en nuestra
vida acompañan las emociones. No somos capaces de ver los acontecimientos de
una manera objetiva porque somos seres emocionales y nuestra visión está
empañada por cómo nos afectan las cosas tanto individualmente como socialmente.
Y en función, de esta vivencia, intuimos que el futuro seguirá la misma
dirección pero de forma amplificada.
Por
eso, como habitualmente manejamos una sensación de insatisfacción general por
creer que todo debería ser de otra forma y que podríamos estar o sentirnos
mejor pensamos que no lo estamos haciendo bien y, en lugar de pensar en un
cambio, anticipamos un futuro negativo o, incluso, “catastrófico”.
Lo
cierto es que nadie puede predecir el futuro pero si nos empeñamos en creernos
que todo va a seguir en esa dirección no nos preocuparemos ni tendremos la más
mínima intención de cambiar el curso de los acontecimientos. En consecuencia,
se cumplirá y confirmaremos lo que habíamos “adivinado”
que iba a ocurrir.
¿Qué
ocurre con el pasado? La vivencia del pasado ya no va a cambiar y nuestra
visión también está impregnada de emociones pero emociones pasadas. Al
recordar, nuestro cerebro va acomodando la realidad y va haciendo que
procesemos los recuerdos negativos como algo no tan malo y que nos quedemos con
los positivos porque son con los que nos sentimos bien. Si el pasado también
fuera totalmente negativo acabaríamos extremadamente deprimidos y, puede que
sin ninguna esperanza para seguir viviendo.
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