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miércoles, 5 de junio de 2013

El Miedo



El miedo es una emoción básica negativa que consiste en ponernos alerta para salvarnos de cualquier peligro. Como toda emoción su cometido es adaptativo, nos ayuda a la supervivencia, aunque en algunas ocasiones la emoción es tan intensa que nos paraliza y nos impide actuar.
Los miedos nos acompañan desde que nacemos. A medida que vamos creciendo superamos determinados temores y se forman otros nuevos más elaborados. Son los miedos evolutivos. Al nacer tenemos, especialmente, miedo a los ruidos fuertes y a perder nuestra base de sustentación. Posteriormente, deja de ser tan importante perder esta base de sustentación porque aprendemos a andar; entonces aparece el miedo a la separación de nuestros padres o a las personas extrañas. Más tarde, aparece el miedo a la oscuridad, a las enfermedades, a los seres sobrenaturales o a la muerte. Pero lo normal es que con los años vayamos sintiéndonos más seguros y capaces de hacer frente a estos temores.
Sin embargo, en algunas ocasiones, no superamos completamente todos estos miedos evolutivos y se quedan en nuestra mente formando una especie de poso. Consciente o inconscientemente evitamos todas aquellas situaciones que nos puedan comprometer en este sentido, pero con el simple hecho de evitarlo ese poso se remueve y afecta a nuestra inseguridad y a nuestra autoestima. Saber que esos miedos siguen ahí merma la confianza en nosotros mismos puesto que nos recuerda que no somos capaces de hacerle frente a ciertos temores que en la mayoría de los casos no suponen un peligro real.
Este tipo de miedo se llama irracional porque nosotros mismos podemos llegar a la conclusión de que, en realidad, no existe la probabilidad de poner en riesgo nuestra integridad. Por ejemplo, la oscuridad o los seres sobrenaturales. Sabemos que no existen sin embargo, aquellas personas que lo sienten una vez que vuelve ese miedo no son capaces de dejar de pensar en ello y su temor cada vez va en aumento. Otros miedos como son el miedo a volar, a los perros, etc. puede que tengan un componente más real pero la manera de enfrentarnos a ellos hace que se conviertan igualmente en irracionales y es a esto a lo que se llama en psicología fobia. Es muy probable que cuando tenemos alguna fobia y lo razonemos fríamente lleguemos a la conclusión de que ese temor es ridículo porque lo que imaginamos va mucho más allá de lo posible. Creemos firmemente que siempre va a ocurrir una catástrofe y vamos a morir o que un animal es mucho más grande o peligroso y que irremediablemente nos va a hacer daño, etc.
Por otro lado, están los miedos racionales que son los que conllevan un peligro real. Por ejemplo, estar delante de un atracador que nos apunta con una navaja. Pero estos casos ocurren raramente y son totalmente imprevisibles. También podemos tener miedo o temor ante algunas circunstancias de la vida como algunas enfermedades o situaciones desconocidas. La diferencia es que en ese momento tratamos de afrontarlo de la mejor manera que podemos y no salimos corriendo sino que intentamos resolver la situación ya que no es algo que podamos evitar.
Las fobias y los miedos irracionales, en cambio, son muy propensos a la evitación porque no necesitan una resolución para continuar, es decir, no interfieren con nuestra rutina diaria. Taparlo o evitarlo hace que salvemos el momento y nos deshagamos del malestar de inmediato, aunque en realidad estemos alimentando ese miedo y haciéndolo más grande. Y todo ello, a su vez, mermando la confianza en nosotros mismos.
La manera de sobreponernos y superar los miedos irracionales y las fobias es exponernos a ellos. Enfrentándonos a ellos es la forma de saber que somos capaces de resolver situaciones que nos hacen sentir inseguros y nos da herramientas para superar temores similares en el futuro. Nos ayuda a confiar en nosotros mismos, a sentirnos capaces e independientes puesto que no necesitamos que nadie nos “proteja”. Sentiremos ese temor que irá creciendo hasta llegar a un límite en el que veremos que, en realidad, no ocurre nada y, poco a poco, la ansiedad que provoca ese miedo se irá desvaneciendo.
Es preferible estar abiertos a la experiencia y buscar situaciones que nos den miedo y enfrentarnos a ellas para aprender a vivir libres de esos temores que acobardarnos y reducir nuestra vida a escasas actividades en las que nos sentimos seguros. Nuestra vida se enriquecerá mucho más cuantos más retos superemos.

miércoles, 17 de abril de 2013

Los celos



Los celos son un sentimiento normal que expresa nuestra inseguridad. Surgen por la comparación con los otros. En esa comparación salimos perdiendo porque comparamos las mejores cualidades que tienen los demás con nuestros mayores defectos. En ese gesto se refuerza nuestra propia inseguridad y el miedo a perder a quien queremos.
Esto no significa que los celos sean una buena señal porque así se demuestra que nos quieren o que queremos a alguien. En realidad, es una forma errónea de comunicarse. En lugar de hacer cumplidos, decir lo que se pensamos o expresar nuestros propios sentimientos y emociones nos lo callamos y nos carcomemos por dentro dejándonos vencer por la comparación.
Puede que en nosotros mismos o en el otro exista una sensación de dejadez, de insatisfacción y de que no es suficiente lo que se dice. Esa creencia puede volverse manifiesta a través de nuestra manera de actuar. Esto acabaría por envolver la relación y sumirla en un círculo vicioso donde se percibe como mucho más real la posibilidad de que se alejen de nosotros.
Paradójicamente los celos son la manera más rápida de perder a quien nos importa. Para evitar entrar en la espiral de la inseguridad, de la obsesión por el otro del control y del agobio constante lo mejor es cambiar nuestra comunicación.
Estamos acostumbrados a que socialmente se sancionen las expresiones positivas y las emociones. Cuando alguien se pone sentimental le decimos que se pone cursi, ñoño, pasteloso, etc. ¡Y no digamos si encima se trata de un hombre! Estamos acostumbrados a burlarnos y reírnos ante este tipo de expresiones,  muchas veces, porque no sabemos recibirlas o aceptarlas y nos ponemos aún más nerviosos que quien las comunica. Es nuestra manera de protegernos porque la falta de costumbre hace que nos sintamos como si estuviésemos desnudos ante la sinceridad ajena.
En cambio sí estamos preparados para las críticas negativas y no constructivas. Convivimos a diario con ellas y es en lo primero que nos fijamos. Nos defendemos atacando para hacer notar los defectos de los demás con la intención de que nadie se fije en los nuestros ya que, implícitamente, creemos que los nuestros son peores.
Así pues, cuando es el momento de decir algo positivo no sabemos y nos sentimos inseguros porque creemos que no lo van a valorar e, incluso, que nos harán daño. Esa inseguridad hace que callemos cosas o utilicemos el sarcasmo como defensa. El miedo hace que no nos enfrentemos a lo que tememos y, por tanto, en nuestro interior crece la inseguridad y el miedo, convirtiéndose en un bucle.
Por otro lado, también es posible que los celos sean provocados desde fuera. Cuando alguien no se siente suficientemente querido intenta llamar la atención de la manera que se le ocurre y, entre las posibilidades, está el despertar los celos. Igualmente se está produciendo un fallo en la comunicación y se inicia de nuevo el círculo vicioso; esta vez provocado desde la otra parte pero con el mismo resultado. A la larga, la confianza va mermando y la relación se deteriora hasta que se rompe por completo.
No debemos confundir los celos patológicos. Estos parten de la inseguridad y de una convicción firme de que uno está siendo engañado (con indicios o sin ellos). Se convierte en un deseo de posesión y de miedo extremo a sentirse humillado o perder a la persona de la que se depende afectivamente. Las conductas pueden llegar a ser violentas o convertirse en malos tratos y llevar a la otra persona al aislamiento total por ceder al control desmesurado que se ejerce sobre él o ella.
Lo mejor que podemos hacer cuando nos sintamos celosos es tratar de razonar si de verdad hay un riesgo real de perder a quien queremos. Pensar en las cosas que podríamos mejorar de nosotros mismos para sentirnos más a gusto y aumentar la autoestima. Y, por supuesto, mejorar nuestra comunicación y expresar nuestros verdaderos sentimientos sin miedo; tanto las dudas, preocupaciones y temores como los elogios, el cariño y el amor.