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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Control en la pareja o “te controlo porque te quiero”

El control es una acción que muchas personas consideran una necesidad y un acto de protección o, incluso, de amor. Claro está que no lo llaman control sino preocupación por la otra persona por saber dónde se encuentra y qué hace o con quién está para asegurarse de que está bien y no le ha ocurrido nada malo.
Podemos pensar que eso lo hacemos todos porque es normal preocuparse por las personas que nos importan. Sin embargo, la cosa cambia cuando esa preocupación se convierte en mensajes de whatsapp constantes, llamadas telefónicas, mensajes de texto, llamadas o mensajes a las personas con las que debería estar, etc. Existe un término medio entre la preocupación real y la obsesión que es la que lleva al control. La diferencia la marcan los pensamientos de quien controla.
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La intención de controlar a la pareja, muchas veces, es calmar la propia inseguirdad.
Cuando empezamos una historia de amor nos sentimos ilusionados y nos pasamos gran parte del día pensando en la otra persona, en lo que hará, lo que pensará, dónde estará, si estará contenta o triste, si piensa en nosotros, cuáles son sus anhelos, etc. No nos podemos quitar de la cabeza a esa persona con la que nos gustaría estar veinticinco horas al día pero no llevamos a cabo ese deseo obsesivo de saber sino que fantaseamos de una manera romántica recordando citas anteriores o planificando las siguientes.
Otra cuestión es cuando nos sentimos inseguros y junto a estos pensamientos románticos del enamoramiento se mezclan sentimientos de inseguridad y de incapacidad para mantener a nuestro amor cerca de nosotros. Como, en principio no tenemos otros motivos, nos surge el miedo de que le pueda pasar algo malo. Ese miedo nos lleva a contactar con la persona para asegurarnos y, ante la respuesta, nos quedamos tranquilos momentáneamente pero nuestra cabeza sigue maquinando.
Nuestra mente se resiste a dejar de pensar en esa persona tan maravillosa que ha decidido, por alguna extraña razón, quedarse junto a nosotros. Y experimentamos de nuevo la necesidad de contactar una y otra vez para saber en todo momento lo que hace.
En un principio, quien protagoniza esa preocupación lo puede entender como un acto de amor romántico y lo deja pasar. A medida que los interrogatorios aumentan empieza a perder la gracia puesto que, muchas veces, la falta de respuesta se interpreta como falta de interés y así se hace saber.
La buena predisposición hace que se toleren detalles que en otras circunstancias ni siquiera se contemplarían. Ahí es cuando comienza el ciclo de control. Para evitar discusiones “tontas” se mantiene la atención y se responde a todas las preguntas en un breve lapso de tiempo. Pero las exigencias cada vez son más altas y la demanda de atención aumenta mezclada con reproches y chantajes emocionales que exigen continuas pruebas de amor.
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Las nuevas tecnologías contribuyen a crear la necesidad de control sobre las parejas.

Y la prueba de amor más común es dejarse absorber por el otro miembro de la pareja, dejando que ejerzan el control y dando todo tipo de explicaciones que nunca van a ser válidas porque siempre queda un espacio para la duda. Además, en la mayoría de las ocasiones el control se justifica como protección; alegando que esa obsesión es porque quiere tanto a esa persona que se moriría si le ocurriera algo malo.
Si no se ponen límites, el control aumenta hasta el punto de requerir todo tipo de exigencias que acaban por aislar socialmente al otro ante la imposibilidad de dar respuestas suficientemente tranquilizadoras. La exigencia es tan grande que con el tiempo se puede llegar a anular la capacidad de decisión y de acción de la persona protegida y amada. Para evitar dar disgustos y discusiones innecesarias se abandonan muchos ámbitos importantes de la vida como los amigos, el ocio o, incluso, la familia y el trabajo.
Una vez que alguien está completamente aislado sólo ve como único apoyo a quien dice protegerlo, pierde la confianza en sí mismo porque se le ha anulado como persona y necesita la aprobación de su protector para todo, con lo que el control se convierte ya en una medida rutinaria y necesaria para ambos miembros de la pareja.

Este interesante vídeo nos habla de los celos y cómo gestionarlos correctamente: Cómo gestionar los celos.


miércoles, 17 de abril de 2013

Los celos



Los celos son un sentimiento normal que expresa nuestra inseguridad. Surgen por la comparación con los otros. En esa comparación salimos perdiendo porque comparamos las mejores cualidades que tienen los demás con nuestros mayores defectos. En ese gesto se refuerza nuestra propia inseguridad y el miedo a perder a quien queremos.
Esto no significa que los celos sean una buena señal porque así se demuestra que nos quieren o que queremos a alguien. En realidad, es una forma errónea de comunicarse. En lugar de hacer cumplidos, decir lo que se pensamos o expresar nuestros propios sentimientos y emociones nos lo callamos y nos carcomemos por dentro dejándonos vencer por la comparación.
Puede que en nosotros mismos o en el otro exista una sensación de dejadez, de insatisfacción y de que no es suficiente lo que se dice. Esa creencia puede volverse manifiesta a través de nuestra manera de actuar. Esto acabaría por envolver la relación y sumirla en un círculo vicioso donde se percibe como mucho más real la posibilidad de que se alejen de nosotros.
Paradójicamente los celos son la manera más rápida de perder a quien nos importa. Para evitar entrar en la espiral de la inseguridad, de la obsesión por el otro del control y del agobio constante lo mejor es cambiar nuestra comunicación.
Estamos acostumbrados a que socialmente se sancionen las expresiones positivas y las emociones. Cuando alguien se pone sentimental le decimos que se pone cursi, ñoño, pasteloso, etc. ¡Y no digamos si encima se trata de un hombre! Estamos acostumbrados a burlarnos y reírnos ante este tipo de expresiones,  muchas veces, porque no sabemos recibirlas o aceptarlas y nos ponemos aún más nerviosos que quien las comunica. Es nuestra manera de protegernos porque la falta de costumbre hace que nos sintamos como si estuviésemos desnudos ante la sinceridad ajena.
En cambio sí estamos preparados para las críticas negativas y no constructivas. Convivimos a diario con ellas y es en lo primero que nos fijamos. Nos defendemos atacando para hacer notar los defectos de los demás con la intención de que nadie se fije en los nuestros ya que, implícitamente, creemos que los nuestros son peores.
Así pues, cuando es el momento de decir algo positivo no sabemos y nos sentimos inseguros porque creemos que no lo van a valorar e, incluso, que nos harán daño. Esa inseguridad hace que callemos cosas o utilicemos el sarcasmo como defensa. El miedo hace que no nos enfrentemos a lo que tememos y, por tanto, en nuestro interior crece la inseguridad y el miedo, convirtiéndose en un bucle.
Por otro lado, también es posible que los celos sean provocados desde fuera. Cuando alguien no se siente suficientemente querido intenta llamar la atención de la manera que se le ocurre y, entre las posibilidades, está el despertar los celos. Igualmente se está produciendo un fallo en la comunicación y se inicia de nuevo el círculo vicioso; esta vez provocado desde la otra parte pero con el mismo resultado. A la larga, la confianza va mermando y la relación se deteriora hasta que se rompe por completo.
No debemos confundir los celos patológicos. Estos parten de la inseguridad y de una convicción firme de que uno está siendo engañado (con indicios o sin ellos). Se convierte en un deseo de posesión y de miedo extremo a sentirse humillado o perder a la persona de la que se depende afectivamente. Las conductas pueden llegar a ser violentas o convertirse en malos tratos y llevar a la otra persona al aislamiento total por ceder al control desmesurado que se ejerce sobre él o ella.
Lo mejor que podemos hacer cuando nos sintamos celosos es tratar de razonar si de verdad hay un riesgo real de perder a quien queremos. Pensar en las cosas que podríamos mejorar de nosotros mismos para sentirnos más a gusto y aumentar la autoestima. Y, por supuesto, mejorar nuestra comunicación y expresar nuestros verdaderos sentimientos sin miedo; tanto las dudas, preocupaciones y temores como los elogios, el cariño y el amor.

martes, 26 de marzo de 2013

Entrar en el ciclo del maltrato: un ejemplo.



Alguna vez alguna mujer nos ha comentado que se siente sola o que no tiene mucha gente en la que confiar o bien tenemos alguna amiga o conocida que se ha distanciado poco a poco de su círculo de amistades. Dice que se encuentra muy triste y agobiada y que no sabe lo que le ocurre y se pasa todo el día con su pareja porque es la única que le entiende… pero sólo a veces.
Muchas veces discuten porque ella no quiere hacer nada. Rápidamente le recordamos lo bueno que es salir y hacer cosas, quedar con gente y distraerse, incluso, puede que le propongamos un plan. Y es entonces cuando aparece la frase: “no puedo hacer eso porque si no mi pareja se va a enfadar”.  Y nos quedamos extrañados, “¿por qué se va a enfadar si lo que intenta es animarse y además puede hacer lo que quiera?” Y al preguntar, la excusa es que tienen muchas discusiones por ese tema de no querer hacer nada y que sólo quiere hacer lo que ella quiere y, a veces, ni eso; que si queda con alguien es que el deja a él de lado y a saber si es que tiene a otro. Con lo que ella desiste de hacer planes y para calmarle a él accede a hacer lo que él propuso.
Y así, poco a poco empieza el ciclo. Ella va perdiendo el contacto con sus amistades y se entristece cada vez más porque se mete en una burbuja en la que sólo están ella y su pareja. Cada vez que intenta salir del bache se encuentra con un ataque de celos y el chantaje emocional por no querer hacer nada con él. Ella se siente en la necesidad de justificar y demostrar que sólo le quiere a él y que no hay nadie más. Pero él que es celoso patológico se seguirá poniendo celoso. Aun sin que ocurra nada ella seguirá sufriendo los celos y él irá reduciendo el círculo de amistades y de comunicación de ella para sentirse seguro de que es sólo suya. Y ella estará “tranquila” porque ya no tiene que estar constantemente demostrando lo que es innecesario.
Pero se equivoca porque el afán de posesión no tiene límite y dependiendo del grado de agresividad puede que las broncas vayan subiendo de tono hasta llegar a la agresividad física. Y a partir de ahí comienzan las automentiras y la justificación de lo injustificable.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Cómo evitar los celos entre hermanos



Los celos entre hermanos se dan con mucha frecuencia cuando son pequeños y, sobre todo, cuanto menor es la diferencia de edad. Con el paso del tiempo puede convertirse en una mala relación que distancie a estas personas de forma inevitable. El remedio se ha de poner desde el principio fomentando una buena relación fraternal. Esto se logra cuando los niños perciben cariño incondicional por parte de los padres. Así se sentirán seguros, verán que todos tienen su sitio en la familia y, ellos mismos, afianzarán la relación con su o sus hermanos.
El niño que aún es hijo único vive en una vida idílica con sus padres. Todo es atención y cuidado las veinticuatro horas del día en exclusiva para el pequeño. Además, hay que añadir la experiencia de ser padre primerizo. La atención es mucho mayor ya que constantemente están aprendiendo y permanecen mucho más alerta por lo que pueda pasar. El niño vive en un mundo perfecto.
De repente, un ser extraño irrumpe en su armonía. No entiende por qué tiene que venir otro bebé al que cuidar si para eso ya está él. Puede que se plantee si es que no ha sido bueno y ya no le quieren o pretenden cambiarlo por otro. A menos que le expliquen la situación, el pequeño puede imaginar unos cuantos argumentos en los que siempre saldrá mal parado.
Cuando ya ha nacido el bebé la atención se desplaza radicalmente porque exige cuidados inmediatos y con mucha frecuencia. El mayor verá que no capta tanta atención y se sentirá inseguro. Su puesto privilegiado peligra por la llegada del extraño. No es raro que, entonces, los pequeños se comporten de forma inesperada. Se dedicarán a hacer más trastadas, llorarán más y cualquier clase de artimaña con la que consigan llamar la atención de sus progenitores. Es un intento de recuperar su lugar. Además, verá que el resto de los familiares visitará al recién llegado y sólo tendrán ojos para el nuevo. Las carantoñas y monerías ya no son para él, que siempre ha estado ahí. Se sentirá desplazado y pensará que le han olvidado. Le tratarán como si ya no fuera tan niño y le dirán que ahora debe cuidar de su hermano por ser el mayor. Pero cuando pida que se lo dejen coger todos dirán que es muy pequeño y que le puede hacer daño. Entonces, el desconcierto del niño es mayor aún. “¿En qué quedamos: soy mayor o soy pequeño?”
Los celos son una emoción normal que no debe ir más allá de algo puntual que deben superar. Los niños deben sentirse seguros, integrados y acogidos para poder afrontar la situación. El primer paso, es explicar la llegada del nuevo miembro de la familia como una buena noticia para todos, incluso, para el pequeño. Resaltar todas las ventajas que va a tener para él. Después, es necesario que entienda cómo será el embarazo y que, mientras tanto, habrá que preparar su llegada para que esté todo listo como cuando él llegó. Es muy útil contarle historias de cómo fue en su caso para que entienda que todos esos cuidados también se tuvieron con él, aunque no lo recuerde. Y, por último, y no menos importante, pedir su colaboración. Integrarle en el proceso de los preparativos. Pedirle opinión y ayuda para que sienta que cuentan con él. Cuando ya haya nacido el hermano pequeño, muchas veces tomará la iniciativa y querrá cogerle, darle de comer, limpiarle, etc. Se puede dejar que se acerque y que tome parte en las actividades pidiéndole que haga cosas que estén en su mano o enseñarle cómo se hace. Dejar que realice actividades de este tipo, aunque sean casi de forma ficticia, le harán sentirse útil e importante en la familia.
Al involucrarle, no verá a su nuevo hermano como un extraño sino alguien que va a venir para quererle, ser su amigo, jugar con él y con quien compartir una vida. De esta forma se asentarán las bases para la relación futura puesto que se sembrará la semilla de la protección y el cariño. Se trata de transformar la competición que lleva al distanciamiento en cooperación que lleve a la unión.

martes, 18 de diciembre de 2012

El síndrome de Blancanieves



El síndrome de Blancanieves fue acuñado por la psicóloga estadounidense Betsy Cohen. Se trata de un conjunto de síntomas y características que afectan a mujeres de mediana edad. Consiste en un estado depresivo o pre-depresivo causado, fundamentalmente, por una distorsión de la imagen que la mujer tiene de sí misma, por el miedo a envejecer y por la inseguridad que se deriva de esto.
Este cuadro se llama "de Blancanieves" pero, en realidad, se corresponde más con su madrastra, la cual siempre ha sido conocida y admirada por su belleza pero la edad hace que ésta vaya desapareciendo. Por eso, cuando pregunta al espejo mágico le invade el pánico al saber que ya no es la más hermosa. Inicia una verdadera persecución y emplea todo tipo de artimañas para deshacerse de la inesperada competidora que amenaza su fama y su valía.
El síndrome de Blancanieves se suele dar en mujeres que han superado los cuarenta años de edad y que a lo largo de su vida han sido personas atractivas y admiradas. A medida que pasa el tiempo van envejeciendo y dejan de ser el centro de atención con lo que su valía se va perdiendo. Se han acostumbrado a ser valoradas por su aspecto físico y al llegar a esta edad comienzan a darse cuenta de que ya no son tan jóvenes y se sienten inseguras. Les invade el miedo a la soledad y al abandono puesto que siempre han estado rodeadas de gente y se han vuelto dependientes de la opinión o, mejor dicho, los halagos, de los demás.

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Blancanieves comió una manzana envenenada por su madrastra Maléfica

Estas mujeres están excesivamente preocupadas por la salud y la belleza, llegando a someterse a numerosas intervenciones de cirugía para tratar de ganarle tiempo a la vejez que se acerca irremediablemente. Su manera de vestir, a menudo, desentona ya que suelen vestir como las jóvenes o adolescentes y se arreglan y maquillan exageradamente tratando de disimular los defectos y las marcas de la edad. Además, muchas de ellas pasan horas y horas en el gimnasio intentando mantener su forma física en perfectas condiciones. En definitiva, son esclavas del culto al cuerpo y de la sociedad actual que lo fomenta y trata de imponerlo.
Aunque no estén casadas o estén divorciadas siempre tienen pareja y no permanecen mucho tiempo solas. Si terminan una relación en seguida se enganchan a otra persona intentando cubrir sus necesidades afectivas y de admiración. Además, en la mayoría de los casos eligen como compañero a hombres más jóvenes y/o con un elevado estatus socioeconómico.
Este síndrome no sólo les afecta a ellas. Las mujeres que están a su alrededor también sufren las consecuencias, en especial si son más jóvenes ya que al entrar en competencia directa con ellas acaban sufriendo sus celos y su envidia. Estas víctimas pueden ser las compañeras de trabajo, las amigas o, incluso, las propias hijas. Pagan su inseguridad con ellas a través de humillaciones privadas o en público o de jugadas malintencionadas que varían de intensidad cuyo único objetivo es eliminar la competencia. No permiten que nadie sobresalga por encima de ellas.

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Blancanieves representa la utopía de la belleza y la juventud eterna

Pero, al final, la realidad se impone y dejan de ser el centro del universo con lo que acaban cayendo en un estado de depresión hasta que asimilan su nueva posición. En ocasiones, tratan de mantener ese puesto a través de las hijas a las que previamente trataron de anular o ensombrecer. Ahora sus esfuerzos se dirigen a encumbrarla para que siga sus pasos.
El autocuidado por sí solo no es negativo, todo lo contrario, es incluso deseable porque vernos bien por fuera también nos hace sentir bien. Pero no debemos dejar que eso se convierta en una obsesión que nos condene a odiar y a depender de los demás por la eterna comparación social en la que nos vemos envueltos.
Existen otras cualidades no tan visibles a primera vista que debemos cultivar y que nos darán esa seguridad que el tiempo le quita a la belleza. Lo saludable es hacer frente a cada etapa de la vida madurando y afrontando las tareas y el lugar que nos corresponde. Así lograremos vivir en armonía con nosotros mismos y con los que nos rodean.


Puedes ver un vídeo relacionado en clave de humor sobre la búsqueda de la belleza, la inseguridad y el inconformismo en las mujeres que valoran por encima de todo su imagen:


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