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martes, 11 de febrero de 2014

Dependencia emocional en la pareja y decrecimiento personal

Dependencia emocional es un concepto que muchas veces confundimos con el de amor y enamoramiento. Es el estado en el que sentimos que no podemos estar sin la otra persona y que hemos nacido para estar juntos en todo momento. Sin embargo, la codependencia, o dependencia emocional, pasa del deseo a la obligación, de la elección a la imposición.
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La dependencia emocional cambia el deseo por la obligación.
Cuando nos enamoramos de alguien es cierto que sentimos que no hay nadie igual en el mundo y que queremos estar con esa persona para siempre. Sentimos que nos gustaría compartir absolutamente todo con esa persona y que nos complementa y entiende tanto que no necesitaríamos a nadie más a nuestro alrededor.
Todo esto forma parte de los primeros momentos; ese periodo de novedad en el que la ilusión nos lleva a pasar la mayor parte de nuestro tiempo con esa persona tan especial. Sentimos una sensación igual que el niño que sólo juega con el último juguete que le regalaron por ser el mejor de todos los que tiene.
Es normal que, en un principio, la balanza se incline hacia la novedad y lo que nos llena de ilusión. Y con el tiempo, al igual que el niño se cansa de jugar siempre a lo mismo, sentimos la necesidad de ordenar nuestra vida de nuevo para colocar a las personas en el lugar que les corresponde.
Cada uno de nosotros somos distintos y necesitamos un espacio donde poder desarrollar todas nuestras facetas, alimentar nuestros intereses y crecer como personas sanas y adultas. Eso significa que en una pareja no todo es conexión ni compartir exactamente los mismos gustos, aficiones, etc.
Es en este punto donde se pasa del deseo y la ilusión del enamoramiento a la obligación de la dependencia emocional. Una idea bastante común es que si nuestra pareja es la perfecta para nosotros significa que podemos contar con ella para todo y pasar todo el tiempo juntos; no hay necesidad de separarse ni un segundo.
Al tomar este camino nos estamos enredando en la dependencia emocional y comenzamos a cambiar nuestra manera de ser para adaptarnos a la otra persona. Renunciamos a nuestros intereses y gustos porque lo que nos gusta tiene que ser lo mismo que a nuestra pareja. Entonces nos sentimos coartados por nosotros mismos. Nos imponemos esa idea en la que si no somos uno nuestra relación no va bien.
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La codependencia, o dependencia emocional, supone una obsesión por la otra persona de la que no somos capaces de separarnos
Así, empezarán nuestras exigencias hacia nosotros mismos y hacia nuestra pareja. Con la idea de unicidad nos creamos un mundo ideal en el que sólo estamos nosotros dos. Iremos a todos los lados juntos, haremos las mismas actividades, tendremos los mismos amigos y en algunos casos, hasta compartiremos el mismo trabajo. Si en algún momento tiene que haber una separación se vivirá como un abandono por parte de quien se queda y comenzarán los reproches y el chantaje emocional. El pensamiento de los dos será único y la posibilidad de tener opiniones diferentes en cada uno será una muestra de riesgo de que la relación no está bien.
Ante el posible conflicto cederemos porque el cariño existe pero el miedo al abandono también y coexisten en partes iguales. Poco a poco, la dependencia emocional y sus exigencias irán ganando terreno al amor y la relación puede llegar a parecer una jaula abierta de la que no nos atrevemos a escapar.
Ser presos de la dependencia emocional significa no poder desarrollarnos como personas y no poder madurar. Así alimentaremos una relación estancada en los primeros momentos del enamoramiento habiendo cambiado la ilusión por la exigencia y con un crecimiento negativo. La relación no avanzará pero tampoco lo hará nuestra mentalidad porque siempre dependeremos de la aprobación de los demás y de lo que piensen otros por nosotros. Nos convertiremos en adultos con mentalidad de niños que no toman sus propias decisiones y dependen en todo momento de otros a los que, a la vez, obligamos a pensar como nosotros.
El crecimiento en una pareja viene dado por la suma de la vida de los dos miembros que comparten su vida pero mantienen su identidad independiente de la del otro miembro. Es lógico que coincidan en multitud de ocasiones y que en otras disientan. Pero lo que garantiza una vida en pareja sana es que se respete la intimidad del otro y su espacio para desarrollar su identidad libremente.


* Otros artículos relacionados con la codependencia o dependencia emocional:

- No puedo vivir sin ti.
- Mitos sobre el amor romántico.

miércoles, 17 de abril de 2013

Los celos



Los celos son un sentimiento normal que expresa nuestra inseguridad. Surgen por la comparación con los otros. En esa comparación salimos perdiendo porque comparamos las mejores cualidades que tienen los demás con nuestros mayores defectos. En ese gesto se refuerza nuestra propia inseguridad y el miedo a perder a quien queremos.
Esto no significa que los celos sean una buena señal porque así se demuestra que nos quieren o que queremos a alguien. En realidad, es una forma errónea de comunicarse. En lugar de hacer cumplidos, decir lo que se pensamos o expresar nuestros propios sentimientos y emociones nos lo callamos y nos carcomemos por dentro dejándonos vencer por la comparación.
Puede que en nosotros mismos o en el otro exista una sensación de dejadez, de insatisfacción y de que no es suficiente lo que se dice. Esa creencia puede volverse manifiesta a través de nuestra manera de actuar. Esto acabaría por envolver la relación y sumirla en un círculo vicioso donde se percibe como mucho más real la posibilidad de que se alejen de nosotros.
Paradójicamente los celos son la manera más rápida de perder a quien nos importa. Para evitar entrar en la espiral de la inseguridad, de la obsesión por el otro del control y del agobio constante lo mejor es cambiar nuestra comunicación.
Estamos acostumbrados a que socialmente se sancionen las expresiones positivas y las emociones. Cuando alguien se pone sentimental le decimos que se pone cursi, ñoño, pasteloso, etc. ¡Y no digamos si encima se trata de un hombre! Estamos acostumbrados a burlarnos y reírnos ante este tipo de expresiones,  muchas veces, porque no sabemos recibirlas o aceptarlas y nos ponemos aún más nerviosos que quien las comunica. Es nuestra manera de protegernos porque la falta de costumbre hace que nos sintamos como si estuviésemos desnudos ante la sinceridad ajena.
En cambio sí estamos preparados para las críticas negativas y no constructivas. Convivimos a diario con ellas y es en lo primero que nos fijamos. Nos defendemos atacando para hacer notar los defectos de los demás con la intención de que nadie se fije en los nuestros ya que, implícitamente, creemos que los nuestros son peores.
Así pues, cuando es el momento de decir algo positivo no sabemos y nos sentimos inseguros porque creemos que no lo van a valorar e, incluso, que nos harán daño. Esa inseguridad hace que callemos cosas o utilicemos el sarcasmo como defensa. El miedo hace que no nos enfrentemos a lo que tememos y, por tanto, en nuestro interior crece la inseguridad y el miedo, convirtiéndose en un bucle.
Por otro lado, también es posible que los celos sean provocados desde fuera. Cuando alguien no se siente suficientemente querido intenta llamar la atención de la manera que se le ocurre y, entre las posibilidades, está el despertar los celos. Igualmente se está produciendo un fallo en la comunicación y se inicia de nuevo el círculo vicioso; esta vez provocado desde la otra parte pero con el mismo resultado. A la larga, la confianza va mermando y la relación se deteriora hasta que se rompe por completo.
No debemos confundir los celos patológicos. Estos parten de la inseguridad y de una convicción firme de que uno está siendo engañado (con indicios o sin ellos). Se convierte en un deseo de posesión y de miedo extremo a sentirse humillado o perder a la persona de la que se depende afectivamente. Las conductas pueden llegar a ser violentas o convertirse en malos tratos y llevar a la otra persona al aislamiento total por ceder al control desmesurado que se ejerce sobre él o ella.
Lo mejor que podemos hacer cuando nos sintamos celosos es tratar de razonar si de verdad hay un riesgo real de perder a quien queremos. Pensar en las cosas que podríamos mejorar de nosotros mismos para sentirnos más a gusto y aumentar la autoestima. Y, por supuesto, mejorar nuestra comunicación y expresar nuestros verdaderos sentimientos sin miedo; tanto las dudas, preocupaciones y temores como los elogios, el cariño y el amor.

martes, 26 de marzo de 2013

Entrar en el ciclo del maltrato: un ejemplo.



Alguna vez alguna mujer nos ha comentado que se siente sola o que no tiene mucha gente en la que confiar o bien tenemos alguna amiga o conocida que se ha distanciado poco a poco de su círculo de amistades. Dice que se encuentra muy triste y agobiada y que no sabe lo que le ocurre y se pasa todo el día con su pareja porque es la única que le entiende… pero sólo a veces.
Muchas veces discuten porque ella no quiere hacer nada. Rápidamente le recordamos lo bueno que es salir y hacer cosas, quedar con gente y distraerse, incluso, puede que le propongamos un plan. Y es entonces cuando aparece la frase: “no puedo hacer eso porque si no mi pareja se va a enfadar”.  Y nos quedamos extrañados, “¿por qué se va a enfadar si lo que intenta es animarse y además puede hacer lo que quiera?” Y al preguntar, la excusa es que tienen muchas discusiones por ese tema de no querer hacer nada y que sólo quiere hacer lo que ella quiere y, a veces, ni eso; que si queda con alguien es que el deja a él de lado y a saber si es que tiene a otro. Con lo que ella desiste de hacer planes y para calmarle a él accede a hacer lo que él propuso.
Y así, poco a poco empieza el ciclo. Ella va perdiendo el contacto con sus amistades y se entristece cada vez más porque se mete en una burbuja en la que sólo están ella y su pareja. Cada vez que intenta salir del bache se encuentra con un ataque de celos y el chantaje emocional por no querer hacer nada con él. Ella se siente en la necesidad de justificar y demostrar que sólo le quiere a él y que no hay nadie más. Pero él que es celoso patológico se seguirá poniendo celoso. Aun sin que ocurra nada ella seguirá sufriendo los celos y él irá reduciendo el círculo de amistades y de comunicación de ella para sentirse seguro de que es sólo suya. Y ella estará “tranquila” porque ya no tiene que estar constantemente demostrando lo que es innecesario.
Pero se equivoca porque el afán de posesión no tiene límite y dependiendo del grado de agresividad puede que las broncas vayan subiendo de tono hasta llegar a la agresividad física. Y a partir de ahí comienzan las automentiras y la justificación de lo injustificable.

jueves, 14 de febrero de 2013

Amor, Oxitocina y Bienestar



Cariño, encaprichamiento, amor vacío, amor romántico, amor sociable, amor fatuo y amor consumado. Estas son las formas de amor que encontró el psicólogo Robert J. Sternberg cuando formuló su teoría triangular del amor. Cada pareja que existe o que se forma es completamente diferente a las demás. Existen tres componentes clave que son la intimidad, la pasión y el compromiso. En todas ellas no se dan todos los elementos y, los que se dan, se combinan de diferente manera, incluso con el tiempo, puede que cambien esos componentes. Con estas combinaciones se originan estas siete formas de amor. La combinación de los tres elementos da lugar al amor consumado que sería el más completo.
La pareja se forma cuando dos personas deciden compartir su vida con todas las vicisitudes que acontecen. Con el tiempo aprenden a quererse, aceptarse, ayudarse, cuidarse, a compartir… y se convierten en la figura de apego del otro miembro de la pareja. El apego es un lazo afectivo muy intenso que nos lleva a buscar la proximidad y a mantener el contacto con los otros a lo largo del tiempo. La figura de apego se percibe como una base segura que proporciona refugio en momentos de tristeza, malestar o miedo.
Cuando somos niños nuestras figuras de apego son los padres y cuando somos adultos pasa a ser la pareja. No sólo para las adversidades están nuestras parejas sino que también comparten nuestros éxitos y disfrutan de nuestras virtudes. La manera en que se forma el apego es con los actos diarios. Una relación segura se ve reforzada, además de con la comunicación, con las muestras de cariño que las dos personas se prodigan, desde miradas y gestos a besos, abrazos y relaciones íntimas.
Las relaciones sexuales son el exponente máximo de la demostración de amor en la pareja. Los beneficios que se obtienen son inmejorables. Acercan a la pareja puesto que es una nueva forma de conocimiento y de comprensión del otro. El ejercicio físico que se lleva a cabo hace que se libere tensión, nuestros músculos se pongan en funcionamiento y se oxigene el cuerpo ayudando a relajarnos. Como con todo ejercicio físico, nuestro cuerpo produce más endorfinas naturales que aportan bienestar y reducen el dolor. Además, la liberación de hormonas que se produce hace que mejore el aspecto físico y el ánimo.
Una de las hormonas que se liberan es la oxitocina, también llamada la hormona del amor o del enamoramiento. Esta sustancia regula algunos aspectos fisiológicos de las emociones. Parece que fomenta la confianza, la empatía, la generosidad y reduce el miedo social. De esta manera, en la pareja, los vínculos que unen a ambos miembros se verán también fortalecidos.
Al contrario de lo que muchos piensan, las relaciones sexuales no son un instrumento de reconciliación ante las disputas. No es una forma de solución de problemas por sí solo. La única forma de arreglar un problema es mediante la comunicación. Dialogar y plantear puntos de vista para después buscar juntos una solución satisfactoria para ambos es lo que hará que se superen los problemas. Y una vez resueltos, sí será la hora de premiarse por llegar a la reconciliación. Es decir, las relaciones sexuales no han de tomarse como herramienta de reconciliación sino como premio a su consecución.
Nuestro estado de felicidad se refleja en nuestro estado anímico y repercute especialmente en los que tenemos más cerca. Hacer partícipes de nuestra felicidad al otro hará que también se sienta bien porque se sentirá parte responsable de ese bienestar. Se fragua así, un círculo positivo que se alimenta de los cuidados mutuos de la pareja. El respeto, la buena predisposición y la empatía facilitarán la superación de las dificultades y fortalecerá la relación.

lunes, 13 de febrero de 2012

No puedo vivir sin ti


Sin ti no soy nada, no puedo vivir sin ti… y un largo etcétera de frases poéticas acude cada día a nuestros oídos. Reconozco que son frases bonitas y que suenan bien. Si alguien nos las dijera nos sentiríamos halagados e importantes.
Aparte de esto, hay un fondo un poco más serio. Estos mensajes dan a entender otros que no son tan saludables como parecen y que se van transmitiendo a lo largo del tiempo y de las generaciones. Son sutiles mensajes de dependencia que nos hacen pensar que sólo seremos felices si tenemos a una persona a nuestro lado que nos quiera y que suspire por nosotros las veinticuatro horas del día. Lo más seguro es que pensemos que somos lo suficientemente inteligentes para darnos cuenta de que no es algo real y que no hay que tomarse al pie de la letra todo lo que oímos.
Bien, ahora pensemos de otro modo. ¿Quién no cree que necesite a su pareja todos los días de su vida y si no se moriría? Esto es lo que ostenta este tipo de letras. La dependencia de los demás. ¿Qué es lo que ocurre entonces con quienes no tienen pareja? ¿Son infelices? ¿Son felices todas las personas que tienen pareja? La verdad es que no hay ninguna pregunta que tenga una respuesta única, exacta y verdadera. Unos sí y otros no.
No podemos delegar una responsabilidad que es nuestra en los demás. ¿Qué derecho tenemos a asignarles la tarea de hacernos felices? Es algo totalmente injusto. Si nos ponemos en el lado de la pareja y sentimos esa obligación de hacer feliz al otro, nos da vértigo. No es algo que dependa de nosotros. Sólo contribuye a presionarnos y sentir que caminamos sobre una cuerda floja sin red debajo.
Somos nosotros mismos los que nos damos la felicidad o nos la quitamos. Evidentemente, somos seres emocionales y determinados acontecimientos nos producen una alegría inmensa o una tristeza infinita. Esto es lo normal. Lo contrario sería problemático, el no sentir. Debemos conocer cuál es la causa de nuestras emociones y, ésta es, la interpretación que hacemos de lo que vivimos o de lo que nos sucede. Una interpretación adecuada de los acontecimientos es lo que nos permite vivir a gusto con nosotros mismos. Ver que somos personas independientes, capaces de arreglárnoslas solos es lo que, de verdad, nos hace estar bien.
Amor tóxico
Sentirnos seguros de nosotros mismos sería la  premisa de la que deberíamos partir para estar junto a otra persona. Las relaciones no se basan en dependencias. Al menos, esa no es la razón por la que deberíamos tener una pareja. La verdadera razón es el compartir. Querer hacer partícipe al otro de nuestra felicidad. Dar lo mejor de nosotros. Si queremos a alguien tanto como para morirnos, ¿por qué no íbamos a desearle lo mejor? Si una persona recibe lo bueno de nosotros también se esforzará por darnos lo mejor de sí misma.
Otra de las características de estas letras de canciones es el efecto que produce en las personas más frágiles, los adolescentes. Ese conjunto de hormonas revolucionadas y a punto de estallar. Los adolescentes están en un estado continuo de hipersensibilidad. Todo lo que viven les afecta en unas dimensiones muy por encima de lo normal. Todo es decisivo para ellos. Así que, si constantemente reciben este tipo de mensajes, acabarán reafirmando su idea de que necesitan una pareja y unos amigos que no les abandonen nunca. A esa edad están formando su identidad y ésta se limita prácticamente a su entorno de amistades y pareja. De ahí todas las promesas que se hacen de amistad y amor eternos. Unido a las canciones de los grandes ídolos tenemos la fórmula magistral. No es la primera vez que una chica o un chico amenaza con suicidarse, si su pareja le deja, porque es lo más importante de su vida.
Si en los adolescentes vemos tan claro que esto no es así, ¿por qué no somos capaces de aplicárnoslo a nosotros mismos? ¿Nos consideramos más maduros y pensamos que nuestra vida es más importante que la suya?
Con la edad nuestras emociones se estabilizan pero sigue quedando esa idea grabada en lo más profundo de nuestra mente. Por eso, la explicación se reduce al miedo a la soledad. Pensar que la vida es larga y vivirla sin compartir es duro. Pero si, realmente, estamos satisfechos con lo que somos y tenemos, no necesitaremos a nadie en quien depositar nuestras inseguridades y el miedo a la soledad. De hecho, será mucho más fácil encontrar a alguien con quien recorrer un largo camino y compartir todo lo bueno que tenemos para dar.