A
menudo, nos preocupamos inútilmente por determinadas ideas que llegan a
nuestra cabeza y no nos permiten ver con claridad la realidad que nos
rodea. Tenemos pensamientos negativos sobre nuestro estado de ánimo que,
a su vez, hace que nuestro estado de ánimo decaiga envolviéndonos en un
círculo vicioso de negatividad.
Los
pensamientos negativos y las preocupaciones pueden llegar a convertirse
en obsesiones en el momento que no somos capaces de quitárnoslos de
encima. Este tipo de pensamientos se instalan en nuestra cabeza y se
repiten como las canciones que se nos quedan atascadas y no podemos
dejar de cantarlas durante todo el día una y otra vez. Cuando esto nos
sucede, acabamos por enfadarnos y cogerle una cierta manía a la canción.
En el caso de los pensamientos negativos, además de enfado, también nos
pueden causar miedo y angustia porque esas frases e imágenes
repetitivas se fijan en nuestro cerebro y acabamos creyéndolas como si
de una verdad universal se tratara.
El
inicio de los pensamientos negativos parte del miedo y de la ansiedad
que sentimos por determinados acontecimientos o determinadas situaciones
que estamos viviendo. Nos sentimos inseguros o nos encontramos en un
periodo de espera e incertidumbre. Ante la imposibilidad de no poder
hacer nada nos dedicamos a pensar en cómo será el desenlace de los
acontecimientos, imaginamos lo que pasará y cómo nos afectará. De esta
manera, nuestra imaginación nos suele inducir hacia resoluciones no
demasiado favorables porque la mayoría de las veces nos declinamos por
pensar en un desenlace negativo. Justificamos esta solución pensando que
si las cosas salen bien no tenemos de qué preocuparnos pero si salen
mal no sabremos qué hacer.
Si
el viento no sopla a nuestro favor tendremos que buscar un plan
alternativo o asumir las consecuencias, cuestión que se nos suele
olvidar cuando estamos metidos en nuestra vorágine de pensamientos
negativos. Lo único que hacemos es repetir una y otra vez la misma
secuencia de acontecimientos y las mismas frases sin dar la oportunidad
de ver más allá buscando una solución. Por eso, nos quedamos estancados
cuando llega el momento de la verdad.
¿Cómo
podríamos deshacernos de estos pensamientos negativos e impedir que se
vuelvan obsesiones? La verdad es que es difícil librarse de este tipo de
ideas porque la simple decisión de no pensar en ellas no nos sirve de
nada, incluso, puede tener el efecto contrario. En momentos de ansiedad
nuestra mente no está disponible para razonar de manera efectiva. Por
eso, lo mejor es estar preparado antes de que ocurran este tipo de
situaciones, es decir, cuando estamos tranquilos y no hay preocupaciones
de por medio.
Es
bueno asumir que no podemos hacer nada contra la incertidumbre más que
esperar a que llegue el momento. También, es deseable admitir que si
algo ya ocurrió no podemos dar marcha atrás para borrar ese recuerdo,
tan sólo podemos aceptarlo, perdonarnos y buscar una solución para la
próxima vez.
Nos
puede servir de ayuda hacer un balance de lo que nos aporta ese
pensamiento negativo que estamos teniendo. En qué nos beneficia seguir
dándole vueltas a lo mismo y qué podemos cambiar de las circunstancias
en las que nos encontramos. Una vez valorado lo que es posible modificar
y lo que no ya podemos empezar a pensar en una posible solución. No
obstante, hay veces que no somos capaces de razonar y analizar la
situación porque nos encontramos demasiado colapsados.
Si
nos esforzamos por quitarnos de encima esa idea repetitiva y obsesiva a
toda costa lo más probable es que desaparezca durante un lapso breve de
tiempo pero que vuelva a nosotros con más fuerza. Por eso, lo mejor es
dejar que pase por nuestra mente sin prestarle atención y seguir con
nuestros quehaceres mientras esas ideas pasan por delante de nuestro
cerebro.
Otra
opción es tratar de distraernos. Si los pensamientos negativos nos
impiden concentrarnos podemos cambiar de actividad, dejar lo que
estábamos haciendo durante un tiempo y ponernos con algo que nos
distraiga y que nos guste. De esta manera nos relajaremos, nos
olvidaremos de estas pequeñas (o grandes) obsesiones y volveremos a
nuestra actividad con otra actitud.
En
resumen, es mucho más beneficioso pensar en soluciones que en el
problema mismo y los acontecimientos. También, es preferible no
obsesionarnos con eliminar los pensamientos negativos recurrentes puesto
que la mayoría de las veces no podemos librarnos de ellos y vuelven a
nosotros produciéndose un efecto rebote que nos generará más ansiedad.