domingo, 30 de diciembre de 2012

Cómo evitar los celos entre hermanos



Los celos entre hermanos se dan con mucha frecuencia cuando son pequeños y, sobre todo, cuanto menor es la diferencia de edad. Con el paso del tiempo puede convertirse en una mala relación que distancie a estas personas de forma inevitable. El remedio se ha de poner desde el principio fomentando una buena relación fraternal. Esto se logra cuando los niños perciben cariño incondicional por parte de los padres. Así se sentirán seguros, verán que todos tienen su sitio en la familia y, ellos mismos, afianzarán la relación con su o sus hermanos.
El niño que aún es hijo único vive en una vida idílica con sus padres. Todo es atención y cuidado las veinticuatro horas del día en exclusiva para el pequeño. Además, hay que añadir la experiencia de ser padre primerizo. La atención es mucho mayor ya que constantemente están aprendiendo y permanecen mucho más alerta por lo que pueda pasar. El niño vive en un mundo perfecto.
De repente, un ser extraño irrumpe en su armonía. No entiende por qué tiene que venir otro bebé al que cuidar si para eso ya está él. Puede que se plantee si es que no ha sido bueno y ya no le quieren o pretenden cambiarlo por otro. A menos que le expliquen la situación, el pequeño puede imaginar unos cuantos argumentos en los que siempre saldrá mal parado.
Cuando ya ha nacido el bebé la atención se desplaza radicalmente porque exige cuidados inmediatos y con mucha frecuencia. El mayor verá que no capta tanta atención y se sentirá inseguro. Su puesto privilegiado peligra por la llegada del extraño. No es raro que, entonces, los pequeños se comporten de forma inesperada. Se dedicarán a hacer más trastadas, llorarán más y cualquier clase de artimaña con la que consigan llamar la atención de sus progenitores. Es un intento de recuperar su lugar. Además, verá que el resto de los familiares visitará al recién llegado y sólo tendrán ojos para el nuevo. Las carantoñas y monerías ya no son para él, que siempre ha estado ahí. Se sentirá desplazado y pensará que le han olvidado. Le tratarán como si ya no fuera tan niño y le dirán que ahora debe cuidar de su hermano por ser el mayor. Pero cuando pida que se lo dejen coger todos dirán que es muy pequeño y que le puede hacer daño. Entonces, el desconcierto del niño es mayor aún. “¿En qué quedamos: soy mayor o soy pequeño?”
Los celos son una emoción normal que no debe ir más allá de algo puntual que deben superar. Los niños deben sentirse seguros, integrados y acogidos para poder afrontar la situación. El primer paso, es explicar la llegada del nuevo miembro de la familia como una buena noticia para todos, incluso, para el pequeño. Resaltar todas las ventajas que va a tener para él. Después, es necesario que entienda cómo será el embarazo y que, mientras tanto, habrá que preparar su llegada para que esté todo listo como cuando él llegó. Es muy útil contarle historias de cómo fue en su caso para que entienda que todos esos cuidados también se tuvieron con él, aunque no lo recuerde. Y, por último, y no menos importante, pedir su colaboración. Integrarle en el proceso de los preparativos. Pedirle opinión y ayuda para que sienta que cuentan con él. Cuando ya haya nacido el hermano pequeño, muchas veces tomará la iniciativa y querrá cogerle, darle de comer, limpiarle, etc. Se puede dejar que se acerque y que tome parte en las actividades pidiéndole que haga cosas que estén en su mano o enseñarle cómo se hace. Dejar que realice actividades de este tipo, aunque sean casi de forma ficticia, le harán sentirse útil e importante en la familia.
Al involucrarle, no verá a su nuevo hermano como un extraño sino alguien que va a venir para quererle, ser su amigo, jugar con él y con quien compartir una vida. De esta forma se asentarán las bases para la relación futura puesto que se sembrará la semilla de la protección y el cariño. Se trata de transformar la competición que lleva al distanciamiento en cooperación que lleve a la unión.

lunes, 24 de diciembre de 2012

La navidad también es para los agnósticos



En estas fechas los cristianos celebran una de sus fiestas más importantes, la Navidad. Es una fiesta alegre que coincide con los últimos días del año y llega hasta la primera semana del año siguiente. En este tiempo, se realizan varios actos o rituales en las iglesias. Pero, a pesar de que los creyentes celebren estas fiestas con el significado que tiene para ellos, la proporción de los que acuden a las iglesias es bastante pequeña.
¿Qué ocurre con las personas que no profesan esta religión o que son ateos o agnósticos? Las fechas están marcadas en el calendario como oficiales porque tradicionalmente en nuestro país la religión dominante ha sido el cristianismo y, actualmente, aunque de manera oficial seamos un país laico, a la hora de la verdad no lo somos tanto. Por eso seguimos organizando nuestros años y nuestra vida en torno a fiestas religiosas.
Los no creyentes podrían celebrar sólo la Nochevieja que en principio, es una fiesta pagana pero el resto del tiempo, ¿qué harán? Lo normal es que no tengan que ir a trabajar porque son días festivos, los comercios están cerrados, el tipo de comida que hay en los supermercados cambia un poco, las calles adoptan un ambiente festivo y se organizan otros actos que no tienen que ver con la fiesta religiosa. Y lo más importante, culturalmente se ha celebrado desde hace muchos años y prácticamente todos lo hemos vivido desde que éramos muy pequeños y, además, de una manera positiva.
Al final, recordamos estas fiestas con una sonrisa y nos gusta repetirlas sea por nosotros o por los niños que hay en la familia. En consecuencia, para la mayoría de las personas, creyentes y no creyentes, ésta es una época para reunirse con la familia y comer cantidades ingentes de comida que luego nos estarán pesando a lo largo del siguiente año.
¿Pero por qué reunirnos con gente a la que no vemos más que una vez al año y con la que muchas veces acabamos discutiendo? Esta pregunta tiene tanto de mito como de realidad. Dependiendo de las familias, algunas se reúnen por obligación pero, para otras, es una excusa para verse que no encuentran en otro momento.
Y es que la Navidad no deja de ser un rito de nuestra sociedad, por eso lo hemos asimilado todos, tanto los creyentes como los no creyentes. Los ritos nos sirven para organizar el ciclo de la vida desde que nacemos hasta que morimos, y nos entierran o nos incineran, pasando por nuestro paso de la niñez a la edad adulta y, a veces, nuestro emparejamiento. Organizamos los años mediante las fiestas sociales pero también con los ritos privados de cada persona y cada familia como son los aniversarios, cumpleaños, etc. Y no sólo existen este tipo de celebraciones tradicionales, según las culturas se celebrarán los cambios de estación, fenómenos astronómicos, rituales con animales, fiestas de lugares, etc.
Este tipo de celebraciones nos unen a otros, puesto que son ritos destinados a estar acompañados. Le dan un valor general a la sociedad pero también a cada uno de nosotros como persona puesto que nos hacen reflexionar y nos dan la oportunidad de retomar o afianzar el contacto con nuestros allegados. Nos sirven para saber que no estamos solos y que tenemos un grupo de personas que siempre está ahí y nos puede ayudar; a la vez que nos hace sentirnos parte importante de un grupo, somos alguien reconocido dentro de él. Otra función importante es que nos ayuda a mitigar el dolor y a perdonar por las pérdidas y los conflictos que pudieron acontecer en otro momento. Es una buena ocasión para la reconciliación puesto que los que se reúnen acuden con una actitud pacífica tratando de disfrutar de la fiesta y que los demás estén a gusto.
Por eso cualquier tipo de ritual o de celebración es importante y no tiene por qué ser según lo que dicta tal o cual corriente, religión o movimiento social. Simplemente, tomamos unas fechas y les damos un valor especial para nosotros que nos hacen recordar y crear lazos afectivos con quienes nos rodean. En estas fechas no todo el mundo se reúne con su familia, también se celebra entre amigos o con gente con la que se sienten queridos y ese es el significado fundamental de este y de cualquier otro tiempo festivo.
En definitiva, como seres humanos y por nuestra condición de seres sociales necesitamos los rituales porque nos dan una identidad personal y un valor como parte de un grupo y del mundo en el que vivimos.

martes, 18 de diciembre de 2012

El síndrome de Blancanieves



El síndrome de Blancanieves fue acuñado por la psicóloga estadounidense Betsy Cohen. Se trata de un conjunto de síntomas y características que afectan a mujeres de mediana edad. Consiste en un estado depresivo o pre-depresivo causado, fundamentalmente, por una distorsión de la imagen que la mujer tiene de sí misma, por el miedo a envejecer y por la inseguridad que se deriva de esto.
Este cuadro se llama "de Blancanieves" pero, en realidad, se corresponde más con su madrastra, la cual siempre ha sido conocida y admirada por su belleza pero la edad hace que ésta vaya desapareciendo. Por eso, cuando pregunta al espejo mágico le invade el pánico al saber que ya no es la más hermosa. Inicia una verdadera persecución y emplea todo tipo de artimañas para deshacerse de la inesperada competidora que amenaza su fama y su valía.
El síndrome de Blancanieves se suele dar en mujeres que han superado los cuarenta años de edad y que a lo largo de su vida han sido personas atractivas y admiradas. A medida que pasa el tiempo van envejeciendo y dejan de ser el centro de atención con lo que su valía se va perdiendo. Se han acostumbrado a ser valoradas por su aspecto físico y al llegar a esta edad comienzan a darse cuenta de que ya no son tan jóvenes y se sienten inseguras. Les invade el miedo a la soledad y al abandono puesto que siempre han estado rodeadas de gente y se han vuelto dependientes de la opinión o, mejor dicho, los halagos, de los demás.

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Blancanieves comió una manzana envenenada por su madrastra Maléfica

Estas mujeres están excesivamente preocupadas por la salud y la belleza, llegando a someterse a numerosas intervenciones de cirugía para tratar de ganarle tiempo a la vejez que se acerca irremediablemente. Su manera de vestir, a menudo, desentona ya que suelen vestir como las jóvenes o adolescentes y se arreglan y maquillan exageradamente tratando de disimular los defectos y las marcas de la edad. Además, muchas de ellas pasan horas y horas en el gimnasio intentando mantener su forma física en perfectas condiciones. En definitiva, son esclavas del culto al cuerpo y de la sociedad actual que lo fomenta y trata de imponerlo.
Aunque no estén casadas o estén divorciadas siempre tienen pareja y no permanecen mucho tiempo solas. Si terminan una relación en seguida se enganchan a otra persona intentando cubrir sus necesidades afectivas y de admiración. Además, en la mayoría de los casos eligen como compañero a hombres más jóvenes y/o con un elevado estatus socioeconómico.
Este síndrome no sólo les afecta a ellas. Las mujeres que están a su alrededor también sufren las consecuencias, en especial si son más jóvenes ya que al entrar en competencia directa con ellas acaban sufriendo sus celos y su envidia. Estas víctimas pueden ser las compañeras de trabajo, las amigas o, incluso, las propias hijas. Pagan su inseguridad con ellas a través de humillaciones privadas o en público o de jugadas malintencionadas que varían de intensidad cuyo único objetivo es eliminar la competencia. No permiten que nadie sobresalga por encima de ellas.

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Blancanieves representa la utopía de la belleza y la juventud eterna

Pero, al final, la realidad se impone y dejan de ser el centro del universo con lo que acaban cayendo en un estado de depresión hasta que asimilan su nueva posición. En ocasiones, tratan de mantener ese puesto a través de las hijas a las que previamente trataron de anular o ensombrecer. Ahora sus esfuerzos se dirigen a encumbrarla para que siga sus pasos.
El autocuidado por sí solo no es negativo, todo lo contrario, es incluso deseable porque vernos bien por fuera también nos hace sentir bien. Pero no debemos dejar que eso se convierta en una obsesión que nos condene a odiar y a depender de los demás por la eterna comparación social en la que nos vemos envueltos.
Existen otras cualidades no tan visibles a primera vista que debemos cultivar y que nos darán esa seguridad que el tiempo le quita a la belleza. Lo saludable es hacer frente a cada etapa de la vida madurando y afrontando las tareas y el lugar que nos corresponde. Así lograremos vivir en armonía con nosotros mismos y con los que nos rodean.


Puedes ver un vídeo relacionado en clave de humor sobre la búsqueda de la belleza, la inseguridad y el inconformismo en las mujeres que valoran por encima de todo su imagen:


Puedes ver un vídeo relacionado en clave de humor sobre la búsqueda de la belleza, la inseguridad y el inconformismo en las mujeres que valoran por encima de todo su imagen:




miércoles, 12 de diciembre de 2012

Predicar con el ejemplo mejor que sólo con palabras



Hace mucho tiempo que el psicólogo Albert Bandura formuló su teoría del aprendizaje social en la cual defendía que no sólo aprendemos mediante los refuerzos (o premios) y los castigos sino que, también, aprendemos observando la conducta de los demás.
De hecho, en multitud de ocasiones, el aprendizaje por imitación resulta mucho más potente y eficaz que el condicionamiento en cualquiera de sus formas, tanto el clásico como el instrumental u operante.
Os dejo este vídeo tan curioso que muestra la importancia que tiene el enseñar mediante el ejemplo.
Además de disfrutarlo, seguro que os hará reflexionar.




¿Formaréis parte de esta especie de cadena de favores? ¡La música es muy buena!
Canción: Give A Little Love - Noah And The Whale

martes, 11 de diciembre de 2012

La culpa del paro es de las mujeres



La tasa de paro supera el 25% de la población activa, lo que supone que nos acercamos a los seis millones de personas desempleadas. Son cifras abrumadoras que no dan lugar a mucho optimismo. Esta situación, genera un estado de frustración y temor constante, no sólo en las personas que no tienen empleo, sino, también, en las que lo tienen ya que pueden perderlo en cualquier momento. Pero, en especial, esto afecta a aquellos que llevan mucho tiempo sin encontrar un trabajo.
Ello contribuye a que muchos hombres comiencen a pensar que la “culpa de todo la tienen las mujeres porque les quitan el trabajo”. “Que antes no había tantos problemas como ahora y que el número de empleos no crece y hay demasiada gente queriendo trabajar”.
Estas ideas suenan a otro tiempo, no muy lejano, en el que se escuchaban voces que argumentaban que los inmigrantes venían a nuestro país a quitarnos el trabajo a los de aquí. Ahora, como muchos de ellos han tenido que volver a su país cuando han visto que España no es un paraíso, ni mucho menos, nos encontramos con que la situación no ha mejorado para nada.
¿Qué hacer entonces si esto no mejora y ya no hay inmigrantes a quien echar la culpa? Habrá que buscar otro chivo expiatorio que nos dé alguna razón para soportar esta situación tan caótica. Siguiendo la escala de los más débiles las siguientes son las mujeres. Después de luchar tanto tiempo para conseguir la integración en el mercado laboral, ahora parece que no fue tan buena idea.
En los momentos difíciles si no tenemos un motivo que nos explique la situación que vivimos nos sentiremos mucho más perdidos y no podremos generar ninguna solución ni expectativa de cambio. Por eso, necesitamos teorizar y buscar una razón que nos parezca medianamente verosímil. Normalmente, se buscan personas o colectivos que no están asentados del todo o que se consideran más débiles para hacerles cargar con la culpa de las desgracias. De esta manera nos sentimos algo más aliviados y nos creemos que puede haber una salida a los problemas.
En este caso son las mujeres porque se encuentran en el siguiente escalón de los colectivos “débiles”. Para reforzar este razonamiento se recuperan todos los prejuicios y las ideas del patriarcado y se fortalecen aún más que en otros tiempos porque es necesario que tengan suficiente consistencia como para que se convierta en una explicación general. Y cuanta más aceptación tenga más convencidos estaremos de ello y menos necesitaremos buscar explicaciones o soluciones alternativas que antes no encontramos.
No sólo los hombres son quienes aceptan esta explicación. Las mujeres se sienten débiles porque aún no han consolidado su posición en el mundo laboral. Eso les crea inseguridad y hace que se pregunten muchas veces si realmente se merecen su empleo o que se sientan mal cuando ellas tienen trabajo y sus parejas están desempleadas. De manera subyacente esas ideas están presentes en el entorno de todos y, paradójicamente, lo que hacen es frenar las posibles soluciones que se puedan plantear.
Por otra parte, los altos cargos están ocupados, en su mayoría, por hombres y esta situación se acentúa cuanto más avanzamos en las jerarquías. Las mujeres, en gran parte, acaban ocupando cargos sin responsabilidad o secundarios. Sin embargo, se ha demostrado que cuando son mujeres quienes ocupan los altos cargos de la jerarquía en las empresas el funcionamiento es mejor y la productividad aumenta. No obstante, seguir ese razonamiento supone dejar a un lado nuestras creencias machistas que tan bien asentadas están en nuestra sociedad y cambiar nuestro sistema de valores de manera radical. Algo para lo que la sociedad no se siente capacitada ni se sentirá mientras aquellos que se encuentran en el poder se sigan aferrando a su egoísmo y teman que se les desplace si dan una oportunidad a la igualdad real.
Es más, podemos recordar cómo no hace mucho tiempo surgieron opiniones de políticos (hombre ¡y también mujeres!) que actualmente están en el gobierno de la nación y de las comunidades autónomas defendiendo la vuelta de la mujer a sus labores en el hogar como medida para combatir el paro.
¿Qué ejemplo se está dando y qué ideas estamos reforzando? Con ello lo que se consigue es echar por tierra las medidas de igualdad, ya de por sí muchas veces irrisorias. ¿O es que no somos conscientes de la precariedad de la maternidad, de la falsa conciliación laboral o de los permisos de maternidad-paternidad y excedencias que si se solicitan se corre el riesgo de perder el empleo?