miércoles, 27 de noviembre de 2013

Amor romántico, adolescentes y control

Los adolescentes aún creen en el amor romántico. Los adolescentes… y, también, muchos adultos. Tenemos la idea de que el amor romántico es el príncipe azul, perfecto, que se ocupa de la mujer para que nada le falte, que es romántico y que acompaña siempre, siempre a su mujer. Por supuesto, la mujer debe esperar a que llegue este príncipe azul y que la corteje.
Los tradicionales roles de género siguen muy instalados en nuestra sociedad y aún creemos en los cuentos idílicos de príncipes que rescatan a princesas porque ellas no saben defenderse por sí mismas.
El hecho de que los dos miembros de la pareja estén siempre juntos a pesar de todo y de todos a veces se confunde con el control y con una creencia bastante irracional: “si nos queremos tenemos que estar siempre juntos” que lleva a pensar que “si no está conmigo es que no me quiere” y de ahí pasamos al “si no me quiere seguro que está buscando a otros (u otras)”. Con lo que ante estas ideas no nos queda más remedio que sentirnos inseguros y dejar que afloren los celos. Y, una vez que afloran, aparece el control, las exigencias y los castigos por la desobediencia.
amor romántico, adolescentes
Los mitos del amor romántico sientan las bases para el maltrato dentro de la pareja y en los adolescentes este tipo de mensajes puede calar mucho más hondo.

Debido a que las mujeres han sido a lo largo de la historia el objeto pasivo de la relación también están más acostumbradas a quedarse en su jaula de cristal mientras que el príncipe azul va a buscarse la vida. Por lo tanto, el problema fundamental viene cuando ellas salen de su pecera y se incorporan a la vida real, donde ya no son un objeto pasivo sino que tienen iniciativa, deseos, ilusiones, metas, etc. En consecuencia, el príncipe tiene que duplicar o triplicar sus esfuerzos para tener controlada a su, hasta entonces, Bella Durmiente.
Puede que esto nos suene anacrónico y fuera de lugar, algo pueril y simple. Pero la realidad es que este cuento que parecía ya superado parece reflotar en los adolescentes de hoy en día. El último informe que ha realizado el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad al respecto, indica que vuelven a aflorar las ideas machistas y que los y las adolescentes comparten muchas de estas ideas que se engloban bajo el “mito del amor romántico”.
Sigue habiendo acoso, control de la otra persona, aislamiento social e, incluso, violencia física, sexual y emocional. Existe un elemento poderoso que constituye un arma fundamental en este proceso de malos tratos hacia la pareja, internet.
Aprendimos lo que era el bullying y luego lo que era el ciberbullying o acoso cibernético. Simultáneamente, esto se ejerce también sobre las parejas adolescentes de forma que tienen que rendir cuentas de lo que hacen constantemente vía chat o demostrándolo con fotos o videollamadas. Por increíble que parezca, existen aplicaciones donde podemos comprobar dónde está un determinado dispositivo a través de la geolocalización.
Y cuando se produce un instante de incomunicación aparece el acoso como tal, en la que el miembro controlador de la pareja insulta, desprecia en privado y en público (a través de redes sociales) o amenaza al otro convencido de que le está siendo infiel y riéndose en su propia cara.
Seguramente nos preguntemos cómo es posible que esto ocurra a distancia. Cuando constantemente alguien está obligado a dar explicaciones y las da sin problemas porque “los celos son una muestra de amor” se queda sin tiempo para otras cosas con lo que se va apartando de sus amistades. Si progresivamente va perdiendo su red social y sólo sale cuando queda con su pareja ese control se convierte en un alivio porque aún tiene a alguien con quien contar y ese alguien, además, es su príncipe azul.
Las amenazas y los ataques de celos sólo le dan que pensar que no lo está haciendo bien y se esfuerza por darle más y más pruebas de amor que son más derechos sobre su intimidad.
Por otro lado, las amenazas son cada vez más fuertes y en cualquier momento la pareja puede presentarse en casa y hacerle algo. Y cuando están juntos le revisa el teléfono, el correo, los mensajes, las fotos, etc. de arriba abajo para comprobar que se ha portado bien en su “ausencia”. Por supuesto, quien lo decide es quien controla así que si algo no le parece correcto todo esto se incrementará pudiendo llegar a los golpes.
Este proceso comienza siendo normal por aquello de los celos y el amor verdadero y, cuando deja de serlo, se encuentra en un agujero sin fondo con la sensación de que es imposible salir de él.

**A continuación se enlazan los informes del Ministerio para que quien esté interesado pueda consultar la investigación realizada.

http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/publicaciones/estudiosinvestigaciones/PDFS/El_Ciberac_Juventud.pdf

jueves, 21 de noviembre de 2013

El momento presente y la ansiedad generalizada

Nuestra sociedad actual se caracteriza, entre otras cosas, por la sobreinformación. Podemos acceder a cualquier dato en cualquier momento y por eso conocemos lugares, costumbres, culturas, etc. de lo más variopintas. El conocimiento se retroalimenta con más conocimiento y nuestras ansias de saber más crecen cada día.
Nos gusta soñar y nos gusta evadirnos del presente a otros momentos que nos dicen que vamos a disfrutar mucho más. Esto hace que nos cueste centrarnos en el día a día porque constantemente estamos proyectando nuevos planes. Nuestra mente vive en un momento que no ha llegado aún en un intento de escapar de la rutina.
Además, unido a la sobreinformación, se encuentra la sobreestimulación que nos rodea. Constantemente surgen nuevos productos que prometen ser una revolución y que, si nos los perdemos, quedaremos atrás o nos perderemos lo mejor de los últimos tiempos. Así, entramos en una dinámica de querer probarlo todo y de sacrificarnos para comprarnos lo más nuevo y poder presumir de lo que vivimos y lo que experimentamos o cómo se decía antes “poder contárselo a nuestros nietos”.

momento presente, cape diem
El Carpe Diem o vivir el momento presente se ha convertido en una obsesión



Creemos que nuestra satisfacción personal depende de la cantidad de cosas que hagamos o que probemos y que eso también nos convertirá en mejores personas por acumular la mayor cantidad de experiencias posibles al cabo de nuestra vida. Sin embargo, se trata de una verdad a medias.
La experiencia nos hace aprender siempre que sepamos hacerlo, siempre que seamos conscientes de lo que estamos viviendo y reflexionemos sobre ello. Podemos estar físicamente en un momento dado, actuar, ver y sentir y, a la vez, nuestros pensamientos pueden estar estancados en otras alternativas que no pudimos elegir. Es necesario que haya un proceso de aprendizaje para asimilar lo que queremos que perdure como experiencia si no, será un acto semejante a mirar por la ventana.
El Carpe Diem se ha convertido en una obsesión y vivir el momento presente se ha transformado en tener prisa por vivir. Pensamos que con lo que hacemos a diario estamos perdiendo el tiempo o que tendríamos que hacer algo más productivo con nuestra vida. Y a la vez, nos agobiamos porque nos damos cuenta de que no tenemos suficiente tiempo para hacer todo lo que queremos.
Eso nos sumerge en un estado de ansiedad que no nos permite disfrutar de forma plena por no ser capaces de deshacernos de las otras alternativas. Nos cuesta elegir y tratamos de evitarlo y, con ello, lo que conseguimos es que la ansiedad se afiance. Nos autoconvencemos de que seremos capaces de conseguir llevar a cabo todo lo que pretendemos y es entonces cuando nuestra cabeza deja de centrarse en el presente para comenzar a pensar en el futuro.
Debemos aprender a establecer prioridades y saber qué es lo que nos interesa de verdad para poder elegir adecuadamente. Realizar actividades o probar nuevas sensaciones que ya no recordaremos al día siguiente por estar demasiado ocupados en lo siguiente que va a venir nos va a crear una sensación de insatisfacción continua que derivará en una ansiedad generalizada. No nos la podremos quitar de encima a menos que reconectemos con el momento presente y comencemos a tomar decisiones.
Y tomar decisiones, siempre conlleva renunciar a algo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Esperanza como motor de vida

¿Cuál es la “vacuna” contra la depresión? ¿Podríamos decir que es la esperanza? Por muchas investigaciones que se hacen y muchos datos que se analizan no se ha llegado a crear un remedio eficaz que impida que nos deprimamos. Es cierto que la biología a veces nos predispone pero esto no significa que no podamos escapar a pesar de tener un carácter más tendente a lo negativo.
Cuando una persona entra en un episodio de tristeza patológica siente desesperanza. La desesperanza es una visión negativa sobre las personas y el mundo que le rodea y, también, sobre uno mismo. Esto significa que lo que imagina cuando piensa en el futuro no es nada alentador sino todo lo contrario. Presiente que todo va a ir de mal en peor y que todo es un auténtico desastre sin ninguna solución posible.

esperanza
La esperanza es nuestra mejor protección contra la depresión.
Eso hace que la persona se desanime todavía más y que pierda la poca energía que tiene para intentar cambiar ese mundo y esa visión que le rodea. Se creará un círculo vicioso del que resulta muy difícil salir.
Este torbellino de ideas y sentimientos negativos se crea por la falta de expectativas que origina la desesperanza. Por tanto, es fácil suponer que si pensáramos en la esperanza y nos centráramos en ella todo sería mucho más fácil y resolvería nuestros problemas. Muy bien pero… ¿cómo?
Creando planes de vida. Nuestra vida no es un solo proyecto que imaginamos una vez y si se cumple somos felices y si fracasa seremos unos perdedores hasta el final de nuestros días. Nuestra vida se compone de innumerables planes y proyectos. Pequeños y grandes objetivos que vamos ideando, modelando, cambiando y mejorando cada día. Pequeños logros que nos hacen ir a la cama satisfechos con nuestro día, con nuestra semana, mes, etc.
Crear planes mantiene nuestra ilusión viva y nuestras expectativas se convierten en positivas porque todo lo que imaginamos son momentos felices o metas con las que nos vamos a sentir a gusto. Además, el tiempo que ocupamos en soñar despiertos no lo podemos utilizar para imaginar cosas terribles que nos pueden ocurrir o peligros que nos “acechan”. Por suerte, o por desgracia, no podemos pensar dos cosas a la vez, tenemos que elegir uno de los dos caminos: la visión negativa o la visión positiva; la desesperanza o la esperanza.
Probablemente estemos pensado que creer que todo va a salir bien y que todo va a ser bonito y perfecto es perjudicial porque cuando las cosas no salgan como esperábamos nos hundiremos. Al crear planes tenemos ilusión por algo y esa ilusión viene de la posibilidad de que las cosas salgan bien, por eso hacemos el esfuerzo de construirlos. Pero esos planes deben ser reales en la medida de lo posible. No podemos imaginar que seremos millonarios si no jugamos a la lotería y, aun jugando, tampoco podemos asegurarlo porque depende de la suerte pero sí podemos conservar esa esperanza porque no es inalcanzable. Es decir, tenemos que estar preparados y asumir que las cosas no siempre salen como esperamos.
Así, si no salen como esperábamos no nos deprimiremos ni perderemos la ilusión. Echaremos mano de otros planes que hicimos porque no tendremos una única meta en nuestra vida. Sólo creando otros proyectos alternativos podemos protegernos del miedo al fracaso porque cuanta más variedad y alternativas tengamos más fácil es que se cumpla alguna de nuestras expectativas.
Además, manteniendo la esperanza tenemos la sensación de que podemos controlar lo que nos ocurre y así sentirnos útiles y responsables de nuestra felicidad. Viviendo e imaginando acontecimientos positivos seremos más creativos y podremos diseñar muchos más proyectos gratificantes que quizá antes ni se nos habían pasado por la cabeza. Es decir, nos absorberá un “círculo vicioso” de pensamientos y sentimientos positivos que no nos dejarán otra alternativa que ser felices.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Phubbing: una epidemia ya instalada entre nosotros.

El phubbing es un nuevo término que comienza a tomar fuerza, pero sólo el concepto porque la práctica ya está más que asentada en nuestra sociedad desde hace bastante tiempo. Proviene de la unión de dos palabras: phone y snubbing y significaría algo así como ningunear a las personas con las que estamos mientras nos sumergimos en el maravilloso mundo de nuestro móvil o Smartphone.
Sin darnos cuenta, hemos construido un mundo paralelo lleno de relaciones sociales que parece mucho más completo y, sobre todo, más instantáneo. Sí, más instantáneo que el “cara a cara” porque éste ha quedado relegado, para muchos, a los momentos en los que su teléfono inteligente descansa (claro está, previa comprobación de que sigue funcionando y es cierto que no hay ningún aviso ni mensaje ni nada que revisar).
El efecto de compañía constante que proporcionan estos dispositivos es un hecho pero el efecto real es completamente opuesto. La persona se aísla del mundo que le rodea y pierde el contacto con la realidad porque esta otra realidad proporciona efectos positivos constantes. Son pequeños avisos que nos hacen sentir especiales porque alguien se acuerda de nosotros aunque sea para mandarnos el típico chiste que comparte con todo el mundo de forma masiva. Correos que podemos ver rápidamente o aplicaciones con alertas que a menudo requieren visitas muy cortas. Pero todos estos pequeños avisos se van juntando y podemos llegar a pasar más de una hora conectados sin parar.
El problema es que estas consultas las hacemos delante de las personas que apreciamos y con las que supuestamente hemos elegido pasar nuestro valioso tiempo. Porque nuestro tiempo desde luego que es valiosísimo pero olvidamos que el de los demás también. No somos conscientes de que mientras nosotros estamos sumidos en nuestro maravilloso “mundo de la comunicación” con nuestras relaciones sociales otras personas están esperando a que terminemos o se están preguntando qué hacen en ese lugar mirando para todos los lados en silencio o hablándole al vacío.
No al phubbing
Mientras estamos demasiado concentrados haciendo phubbing nos estamos perdiendo cosas maravillosas que ocurren en el mundo.

Lógicamente, esta persona percibe que está perdiendo su tiempo y se siente humillada porque ve que su presencia es algo anecdótico, como el resto de la decoración del lugar en que se encuentra. Se planteará si es alguien sin carisma, sin ninguna importancia, poco interesante o sin recursos para captar la atención de su acompañante puesto que un objeto le está arrebatando el protagonismo.
En algunos casos, puede ser que se enfade y se lo haga saber a su acompañante pero éste responderá sobresaltado que se trata de una confusión un tanto exagerada y con gesto de resignación, como quien accede a las peticiones de alguien caprichoso, lo guardará o lo dejará cerca para una próxima y urgente comprobación. Así, junto con el sentimiento de humillación se quedará con el sentimiento de culpabilidad por creer que se ha pasado y que en realidad no es para tanto.
Otra opción es que lo dé por imposible y también saque su Smartphone para sumergirse en ese mundo que le alivia del desaire que está sufriendo. Cuando la otra persona se dé cuenta pensará que puede aprovechar un poco más, hasta que acabe el otro y así se iniciará un bucle infinito de aislamiento e indiferencia.
Pero ¿cuál es el poder que tienen estos dispositivos para captar nuestra atención de esta manera tan desconsiderada? Entre otros están la curiosidad, la brevedad de cada alerta, la multitud de estímulos diferentes, la inmediatez y el efecto placentero que supone la sensación de formar parte de algo.
Todo lo que necesitemos está a un clic y, además, sin tener que esperar por lo que el miedo a que se nos olvide después ya no existe. La brevedad engañosa y la gran variedad de estímulos distintos hacen que no nos cansemos porque siempre hay algo diferente y nuevo que, uno por uno, no tardamos en gestionar.
La curiosidad que nos produce que suene o vibre nuestro móvil ya que no sabemos qué es exactamente a no ser que lo revisemos, por eso nos cuesta tanto resistirnos y demorar la comprobación.
Y, finalmente como ya dije, el placer que supone para nosotros que alguien o algo se haya acordado de nosotros, es decir, sentir que formamos parte de un grupo, que somos tenidos en cuenta y que ocupamos los pensamientos de otros. Todo eso nos hace sentirnos importantes y refuerza nuestra autoestima. Pero es una autoestima digital porque, por otro lado, todo lo que aportamos y nos aporta el mundo real, mientras tanto, nos lo hemos perdido.

        *Os dejo una divertida campaña para combatir el phubbing: Stop Phubbing y también comparto un vídeo relacionado con este concepto y con la campaña.