Los celos
entre hermanos se dan con mucha frecuencia cuando son pequeños y, sobre todo,
cuanto menor es la diferencia de edad. Con el paso del tiempo puede convertirse
en una mala relación que distancie a estas personas de forma inevitable. El
remedio se ha de poner desde el principio fomentando una buena relación
fraternal. Esto se logra cuando los niños perciben cariño incondicional por
parte de los padres. Así se sentirán seguros, verán que todos tienen su sitio
en la familia y, ellos mismos, afianzarán la relación con su o sus hermanos.
El niño que
aún es hijo único vive en una vida idílica con sus padres. Todo es atención y
cuidado las veinticuatro horas del día en exclusiva para el pequeño. Además,
hay que añadir la experiencia de ser padre primerizo. La atención es mucho
mayor ya que constantemente están aprendiendo y permanecen mucho más alerta por
lo que pueda pasar. El niño vive en un mundo perfecto.
De repente, un
ser extraño irrumpe en su armonía. No entiende por qué tiene que venir otro
bebé al que cuidar si para eso ya está él. Puede que se plantee si es que no ha
sido bueno y ya no le quieren o pretenden cambiarlo por otro. A menos que le
expliquen la situación, el pequeño puede imaginar unos cuantos argumentos en
los que siempre saldrá mal parado.
Cuando ya ha
nacido el bebé la atención se desplaza radicalmente porque exige cuidados
inmediatos y con mucha frecuencia. El mayor verá que no capta tanta atención y
se sentirá inseguro. Su puesto privilegiado peligra por la llegada del extraño.
No es raro que, entonces, los pequeños se comporten de forma inesperada. Se
dedicarán a hacer más trastadas, llorarán más y cualquier clase de artimaña con
la que consigan llamar la atención de sus progenitores. Es un intento de
recuperar su lugar. Además, verá que el resto de los familiares visitará al
recién llegado y sólo tendrán ojos para el nuevo.
Las carantoñas y monerías ya no son para él, que siempre ha estado ahí. Se
sentirá desplazado y pensará que le han olvidado. Le tratarán como si ya no
fuera tan niño y le dirán que ahora debe cuidar de su hermano por ser el mayor.
Pero cuando pida que se lo dejen coger todos dirán que es muy pequeño y que le
puede hacer daño. Entonces, el desconcierto del niño es mayor aún. “¿En qué quedamos: soy mayor o soy pequeño?”
Los celos son
una emoción normal que no debe ir más allá de algo puntual que deben superar.
Los niños deben sentirse seguros, integrados y acogidos para poder afrontar la
situación. El primer paso, es explicar la llegada del nuevo miembro de la
familia como una buena noticia para todos, incluso, para el pequeño. Resaltar
todas las ventajas que va a tener para él. Después, es necesario que entienda
cómo será el embarazo y que, mientras tanto, habrá que preparar su llegada para
que esté todo listo como cuando él llegó. Es muy útil contarle historias de
cómo fue en su caso para que entienda que todos esos cuidados también se
tuvieron con él, aunque no lo recuerde. Y, por último, y no menos importante,
pedir su colaboración. Integrarle en el proceso de los preparativos. Pedirle
opinión y ayuda para que sienta que cuentan con él. Cuando ya haya nacido el
hermano pequeño, muchas veces tomará la iniciativa y querrá cogerle, darle de
comer, limpiarle, etc. Se puede dejar que se acerque y que tome parte en las
actividades pidiéndole que haga cosas que estén en su mano o enseñarle cómo se
hace. Dejar que realice actividades de este tipo, aunque sean casi de forma
ficticia, le harán sentirse útil e importante en la familia.
Al involucrarle,
no verá a su nuevo hermano como un extraño sino alguien que va a venir para
quererle, ser su amigo, jugar con él y con quien compartir una vida. De esta
forma se asentarán las bases para la relación futura puesto que se sembrará la
semilla de la protección y el cariño. Se trata de transformar la competición
que lleva al distanciamiento en cooperación que lleve a la unión.
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