“Estoy en
blanco, no se me ocurre nada. Pasan las horas, los días, las semanas y yo sigo
sin una sola idea buena que desarrollar. Me pregunto por qué me comprometería.
Tengo tantas cosas que hacer que ni sé por dónde empezar. Y este proyecto que
me trae de cabeza… Si es que cuanto más lo pienso menos se me ocurre… ¡Parece
que me han vaciado el cerebro!”
A la hora de
hacer trabajos que requieran creatividad es necesario tener la mente abierta.
La persecución de la mejor idea, paradójicamente, sólo lleva a la cerrazón. Por
lo general, las buenas ideas no salen de la nada ni aparecen espontáneamente.
Apelar a la inspiración, sobre todo, para cosas importantes, es como jugársela
a cara o cruz. Es posible que una persona esté inspirada y tenga grandes
ocurrencias. Incluso, nosotros mismos también hemos experimentado esa sensación
alguna vez y hemos podido gritar: ¡Eureka!
Si nos fijamos
en las condiciones en las que nos ocurre esto, nos daremos cuenta de que es
cuando estamos tranquilos, sin ninguna preocupación y disfrutando del momento
en que estamos. O puede que estemos en otros quehaceres y, de repente, algo
activa nuestro pensamiento y acude a nuestra cabeza aquello que buscábamos.
Estas ocasiones, suelen ser las menos propicias porque cuando vamos a
plasmarlas ya se nos ha olvidado todo. Por eso, depender de ideas magníficas
que nos iluminen el camino es muy arriesgado. Si no aparece nada nos pondremos
nerviosos y será menos probable que acuda a nosotros la idea salvadora que
esperamos.
Una propuesta
para salir del colapso mental es el “brainstorming”, que en castellano
se ha traducido como lluvia de ideas. Es una técnica que ayuda a fomentar la
creatividad. Este sistema hace que paulatinamente vayamos abriendo la mente
para que podamos generar, buscar y encontrar las ideas que nos sirvan. Es un
ejercicio muy simple que, normalmente, se emplea para trabajar en grupo pero,
también, se puede utilizar de forma individual. Consiste en crear una lista. En
ella tenemos que ir anotando todo lo que pase por nuestra imaginación,
relacionado o no con el tema, y sin ningún tipo de valoración. Da igual que
parezca absurdo, inverosímil, irrealizable, ilógico o de poca calidad. En la
primera parte sólo se generan alternativas, después ya habrá tiempo de valorarlas.
Probablemente, al principio, sólo acertemos a decir palabras sueltas y, poco a
poco, acabemos articulando propuestas más razonables. La lista deberá ser lo
suficientemente amplia como para que al final podamos elegir varias opciones
entre las que más nos gusten.
La razón por
la que hay que anotar cualquier cosa que se nos ocurra es porque así se
establece una asociación de ideas. Decimos algo y ese algo nos recuerda a otra
cosa y esta a otra más cercana a lo que buscamos. Así, progresivamente vamos elaborando
ideas más complejas y de mayor calidad. Es como ir calentando nuestras
neuronas, al principio estarán un poco entumecidas pero a medida que vamos
pensando se vuelven más ágiles y funcionan con mayor soltura.
Cuando tenemos
una lista suficientemente amplia lo más seguro es que ya nos hayamos formado una
idea general sobre lo que queremos. Este es el momento de valorar. Seleccionaremos
las propuestas que nos interesan y descartaremos las que no nos sirven.
Muchas veces
este proceso no funciona porque no se hace bien. Desde el principio, buscamos
algo válido y acabamos frustrándonos porque no lo encontramos. A medida que se
nos ocurren alternativas vamos desechándolas por considerar que no son lo
suficientemente buenas. Así, lo que hacemos es bloquearnos porque no nos
estamos dando ninguna pista para avanzar. El ver que no surge nada nuevo nos
hace desesperar y sólo conseguimos cerrarnos a la creatividad. Por eso, muchas
veces, tenemos que conformarnos con alguna idea que no nos satisface plenamente
o con la única que tenemos.
Esta técnica
no requiere mucho tiempo y puede aportar gran cantidad de alternativas. Además,
la práctica contribuye a desarrollar nuestra creatividad puesto que nos entrena
para pensar de forma más ágil. Eso sí, emplear la lluvia de ideas no es
infalible ni asegura el éxito. Todo depende de la persona que lo lleve a cabo y
del esfuerzo que dedique a su cometido.
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