Estamos
acostumbrados a que nuestra conducta vaya seguida de unas consecuencias o
resultados. Si queremos cambiar algo cambiamos nuestros actos, es decir, tenemos
el control del entorno mediante nuestro comportamiento. La indefensión aprendida es un término psicológico que se refiere al
estado emocional y motivacional causado por la pérdida de ese control. Se
produce este fenómeno cuando los acontecimientos suceden y nos afectan pero
nosotros no podemos hacer nada para evitarlos o cambiarlos. Aparece, entonces,
un estado de incertidumbre, miedo, frustración e impotencia que como resultado
acaba induciendo la total pasividad de quien lo sufre, ya sea persona o animal.
Así es que el individuo permanece pasivo a todo lo que le sucede, como si no le
importara o como si se diese por vencido, aunque en un determinado momento
apareciese una escapatoria.
La
película Funny Games es el retrato de
la violencia con una forma física pero con un fondo de violencia psicológica (mucho
más desgarrador) que provoca, incluso en el espectador, la angustiosa
indefensión aprendida.
Estamos
acostumbrados a que este fenómeno se represente en películas que tratan del
exterminio nazi y los campos de concentración en los que vemos a personas
demacradas y que sienten que su vida nada vale ya. Asociamos que el estado
mental y anímico de estas almas se debe a unas condiciones extremadamente
crueles y que se alargan irremediablemente en el tiempo.
En
cambio, en la película de Michael Haneke este estado surge prácticamente de la nada y se instaura rápidamente. Los personajes
tienen una vida cómoda y las circunstancias no podrían ser mejores, están de
vacaciones.
Funny Games
presenta a un psicópata (encantador,
manipulador, hedonista y sin sentimientos) y a su esbirro, que teme a su
compañero tanto como lo idolatra. Describe perfectamente el proceso en el cual
se ganan la confianza de unos vecinos que más tarde se convertirán en víctimas.
Mediante la incongruencia, la contraposición y la disonancia de la expresión
emocional de los agresores consiguen crear un estado de confusión en la pareja
que les vuelve vulnerables al ataque posterior. A partir de ese momento
comienza el juego de la violencia psicológica, con educados monólogos y diálogos
que sumen a la familia en la zozobra. Todo ello coronado con la apuesta que
guía el resto de la película.
Esta
película activa la empatía del espectador a través de las preguntas que se plantean
a las víctimas, los tiempos que deja a la reflexión acompañándolos de una
fotografía que habla por sí sola y algún detalle sorpresa más. La definitiva
conexión con el espectador se establece con un escenario cotidiano en el que
cualquiera de nosotros nos podríamos encontrar.
Esta
película tiene dos versiones, una austríaca, de 1997, y otra estadounidense, de
2007. Las dos son iguales y cualquiera de ellas merece la pena tenerla en el
recuerdo o en la videoteca:
- Haneke, Michael. Funny
Games. Austria, 1997. (108 min.)
- Haneke,
Michael. Funny Games. Estados Unidos,
2007. (111 min.)
No entiendo como una psicóloga puede alabar esta película. No haré más comentarios al respecto. No he visto la película porque mi sensibilidad me lo impide.
ResponderEliminarNo sí si has leído el artículo pero no hay ninguna alabanza, sino una descripción para nada subjetiva. Es todo teoría de los procesos psicológicos que ocurren en la película.
EliminarNo obstante, gracias por tu comentario.