¿Realmente
existen las personas tóxicas? ¿Tienen unas características específicas
para que las podamos detectar? ¿En qué momento alguien se convierte en
una persona tóxica?
El
hecho de denominar a una persona como tóxica supone que su
comportamiento no sólo no es beneficioso para nadie, ni siquiera él o
ella misma, sino que además causa malestar en las personas con las que
se relaciona. Aunque existen diferentes tipos de personas tóxicas se
trata de una forma genérica de llamar a estos hombres y mujeres que nos
aportan consecuencias negativas en nuestra relación con ellos.
Así,
podemos encontrarnos con personas tóxicas en nuestras relaciones de
pareja, en nuestras amistades, en nuestra familia, en nuestros
compañeros de trabajo, de clase, etc. Son personas que nos hacen la vida
imposible porque son envidiosas y buscan hundir a los otros al no ser
capaces de competir en cualidades con quienes les rodean.
También
son las personas chismosas que difunden rumores que no son ciertos o
están muy tergiversados y que crean un ambiente hostil en el grupo en el
que se encuentran. Son esas personas que se entrometen en otras
relaciones o malmeten en las familias o el trabajo.
Además,
se caracterizan por ser manipuladores que intentan conseguir todo lo
que se proponen pasando por encima de quien se interponga en su camino o
utilizándolos para conseguir sus propios intereses.
Las
personas tóxicas siempre tienen algo que decir sobre lo que uno opina,
nunca están de acuerdo con las ideas de los demás porque no les parecen
suficientemente buenas o porque no son como las suyas. Tienden a
menospreciar las opiniones y/o gustos de los demás por el simple hecho
de ser diferentes de los suyos y suelen obstaculizar los avances de
quien tienen al lado para evitar la innovación y la creatividad.
El
hecho de causar perjuicio a los otros significa que son personas
dependientes puesto que no pueden sobresalir sin pisar a otros o sin la
aceptación de quienes les rodean.
En
las relaciones de pareja o en las amistades esta dependencia se
manifiesta convirtiéndose en relaciones intensas y turbulentas. Pueden
llegar a ser asfixiantes puesto que constantemente están reprochando
atención y se enfadan si no son los protagonistas. Las personas tóxicas
continuamente solicitan compañía y admiración, son posesivas,
controladoras y muy celosas llegando a aislar a sus parejas o amigos por
exigir dedicación exclusiva. Pueden llegar al maltrato físico y/o
psicológico para conseguir sus objetivos.
Quienes
sufren esta toxicidad pueden llegar a sentirse en un callejón sin
salida. Perdonan una y otra vez apoyándose en la buena fe de estas
personas tóxicas. Consideran que no han sido suficientemente pacientes o
que realmente han hecho algo para molestarles y que pueden intentar que
sus seres queridos se sientan mejor. Acaban culpándose de la toxicidad
de la relación y se sumergen en un círculo cada vez más dañino que les
aísla y que les agobia más y más.
La
autoestima de quienes sufren a las personas tóxicas acaba muy
deteriorada y pueden acabar por someterse a las exigencias de quienes
les manipulan sin escrúpulos. Cada vez el malestar va siendo peor y la
escapatoria se percibe como algo inexistente debido a la culpabilidad
inducida por sus acompañantes.
Debemos
ser conscientes de que las personas tóxicas sólo buscan el propio
beneficio y que si alguien nos está haciendo daño o nos está agobiando
quizá no es lo que más nos beneficia. Estas personas no cambian porque
actuando de esta manera es como consiguen sus objetivos y sólo conciben a
los otros como un mero instrumento para lograr un fin.
Si
alguien nos causa malestar, nos hace sentir culpables o nos impone unas
exigencias imposibles y nuestra relación no es satisfactoria es mejor
que pensemos de una manera objetiva antes de dejarnos arrastrar por el
chantaje emocional y la culpabilidad. Si perdemos ese punto de
objetividad que tenemos al principio será mucho más difícil escapar a la
influencia de las personas tóxicas que nos rodean.