El
miedo es una de las emociones básicas que siente el ser humano. Es una
emoción que aviva nuestro instinto de supervivencia y nos predispone a
estar alerta para huir y protegernos.
El
miedo existe desde que existe el ser humano y se activa cuando notamos
una amenaza sobre nosotros. Cuando creemos que algo malo nos puede pasar
nuestro organismo se acelera e, inmediatamente, busca maneras de
ponerse a salvo, bien sea huyendo, escondiéndonos o preparándonos para
atacar.
Aunque
también el miedo nos puede paralizar e impedirnos tomar decisiones
prácticas. Así, si es demasiado intenso el miedo que sentimos lo podemos
considerar terror. Y el terror nos puede causar un bloqueo mental y
físico. Puede hacer que ante la desgracia nos quedemos quietos y no
podamos pensar en posibles alternativas para emprender la huída y
escapar del peligro inminente.
El grito de E. Munch representa el miedo y la desesperación que puede llegar a sentir una persona. |
Existen
miedos reales y miedos que no son reales. El miedo real es el que
sentimos hacia cosas peligrosas, como por ejemplo, ante animales que nos
pueden causar graves lesiones, ante armas u objetos peligrosos, ante
enfermedades terminales, etc. Es decir, la causa de esos miedos es algo
racional porque el daño es probable y a lo largo de la historia así ha
sucedido.
En
cambio, el miedo no real proviene de nosotros mismos. Es fruto de
nuestra baja autoestima y de nuestra inseguridad. Algunos ejemplos de
miedo no racional son el miedo a tomar nuevos caminos, a emprender, el
temor a que nos pueda ocurrir algo malo aún en una situación de
seguridad total o el miedo al futuro y a vivir sin preocupaciones.
Todo
esto hace que no podamos disfrutar de nuestro día a día sin estar
alerta o sin pensar que todo es demasiado bueno para que siga igual. Nos
crea supersticiones y pensamientos aciagos. Y, sobre todo, el miedo nos
quita libertad.
Una
vez que sentimos ese miedo irracional y huimos nos sentimos aún más
vulnerables y menos capaces de enfrentarnos a él. Por eso, cada vez se
acentúa más la intensidad con la que sentimos ese miedo y la
preocupación y trataremos de evitarlo con más ahínco. Se inicia, así, un
círculo vicioso de huida y escape que cada vez abarca más aspectos
porque cada vez sentiremos temor por más cosas.
El miedo puede llegar a distorsionar nuestra realidad y hacer que nos aislemos para protegernos de un peligro que no es real. |
El
miedo llega a ser incontrolable y se convierte en miedo al miedo y hace
que percibamos el mundo como un lugar peligroso y la vida como una
continua huída de los peligros y las preocupaciones. Llega un punto en
que no sabemos qué hacer porque ya no encontramos recursos para
protegernos, podemos estar completamente aislados y el sentimiento de
miedo sigue creciendo.
La
única salida es enfrentarnos a ese temor que nos persigue y ponerle
límites. Ser capaces de hacerle frente y tomar el control de la
situación nos ayudará a ver que somos capaces de tomar decisiones
racionales. Adoptar una postura de afrontamiento en lugar de huída
mejora nuestra autoestima y nos da seguridad porque nos deja comprobar
que realmente tenemos herramientas para hacer frente a los temores que
nosotros inventamos. Y de esta manera nos llenaremos de fuerzas para
continuar nuestro camino vital sin miedo, sin preocupaciones y con la
certeza de poder enfrentarnos a las dificultades que nos vayan
surgiendo.
Sólo
enfrentándonos a los miedos irracionales podremos detener esta espiral
que nosotros mismos hemos creado y vencerlos para recuperar nuestra
libertad.
Me encantó el artículo de la referencia de Beatriz San Millán, veo que es una psicopedagoga sumamente involucrada con estos temas tan actuales. Me gustaría mucho continuar en este sitio, lo cual agradezco de ser posible.
ResponderEliminarMuchas gracias Laura. Me alegro de que te haya gustado el artículo. Puedes suscribirte, comentar y sugerir todo aquello que consideres de interés, será bien recibido.
EliminarTambién te invito a visitar la página web http://psicobsm.com/.
Un abrazo.