Cada día nos levantamos con la incertidumbre y el temor de lo que nos depara esta situación de crisis. Cada semana el gobierno nos informa de nuevas medidas que nos ayudarán a salir de ella, no sin un “pequeño” esfuerzo por nuestra parte.
Pero, ¿qué es lo que ocurre para que no haya una oposición más fuerte por parte de los ciudadanos? Desde hace muchos años, la psicología social ha estudiado cuáles son los procesos que hacen que aceptemos lo que nos dicen sin apenas cuestionárnoslo, que fomentan nuevos estilos de vida, que nos incitan a comprar más y más productos y, cómo no, que hacen que los políticos sigan ganando elecciones y gozando de prestigio y autoridad y nos sigan imponiendo sus medidas y su verdad, sean del color que sean. Se trata de la persuasión.
En la actualidad, tenemos un fondo sobre el que se actúa, llamado “Crisis”. Esto nos predispone a aceptar en nuestra mente que es necesario adoptar una serie de medidas que suponen reajustes y ahorro. Debemos conceder parte de lo que tenemos para salir de esta situación por el bien de todos. Lo que nadie se esperaba era que esa concesión abarcara también una serie de derechos que deberían ser intocables, como la sanidad o la educación.
Una vez puesta esa predisposición, por parte de los ciudadanos, en bandeja, el camino es mucho más fácil. Por un lado, la situación de autoridad que tienen los gobernantes que hace que sean quienes tienen el control definitivo para aplicar unas medidas u otras. Por si nos queda alguna duda, lo han demostrado con hechos aprobando algunas nuevas leyes que con una rapidez vertiginosa. Eso ya nos crea una indefensión que hace que, por mucho que nos opongamos, quien tiene la última palabra no somos nosotros. Así que se produce una sensación en la que sentimos que hagamos lo que hagamos no podremos cambiar nada. A esto se le llama “indefensión aprendida” y su resultado es la extinción de la motivación necesaria para intentar cambiar una situación no deseada.
Por otro lado, los mensajes que nos emiten siempre tienen un lado emocional, ya que todo lo que se hace va a resultar en un beneficio para los ciudadanos, nosotros. El lema es que “el esfuerzo tiene recompensa”. Y resulta que ese mensaje nos es muy familiar porque nos lo han inculcado desde la infancia nuestros padres, profesores y todos los adultos, en general. Además, nos muestran los beneficios o consecuencias positivas de las medidas: ahorro, combatir la crisis, reconocimiento y validación del altruismo y la generosidad de los ciudadanos, avanzar y volver a la situación (que ahora creemos) ideal que vivimos hace unos años cuando “España iba bien”.
Cómo guinda del pastel nos encontramos con la manera en que se comunican las medidas más delicadas o polémicas. Mucho tiempo antes se lanza una noticia con el proyecto que se está preparando con lo que ya nos están preparando para cuando llegue el momento. Normalmente son medidas con una intensidad muy elevada o muy duras, casi desproporcionadas. Lo lógico es que la gente se ponga a la defensiva y proteste. Pero en realidad, esta reacción está premeditada y ya se ha contado con ello. El paso siguiente es que al cabo de un tiempo vuelve a aparecer esa misma noticia y ya estamos “acostumbrados” a ella, nos resulta familiar, con lo que nos indigna un poco menos. Y por si fuera poco, se acompaña de una “rebaja” en las duras medidas iniciales. Con esto se produce un alivio en los ciudadanos que perciben que se han librado de una buena y qué remedio queda que aceptar esa “rebaja” sabiendo que podría haber sido peor. Pero no nos engañemos, el propósito principal era lo que se ha aceptado finalmente.
Y todo esto, acompañado de la repetición continua e insistente, hace que seamos mucho más vulnerables y que sea más fácil acatar aquello que nos imponen sin mucho esfuerzo. Pero si permanecemos atentos y analizamos cuidadosamente la información que nos dejan caer con cuentagotas sin dejarnos distraer con técnicas sibilinas podemos desarrollar nuestra capacidad crítica y ver que el proceso casi siempre es el mismo. Los ciudadanos aún podemos decidir nuestro futuro por mucho que nos hagan creer lo contrario.
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