Habitualmente
somos poco tolerantes al dolor y en cuanto nos duele algo corremos al armario
de las medicinas en busca de algún analgésico que nos alivie. Y cuando estamos
resfriados no nos falta la aspirina con leche caliente antes dormir o los
sobres que supuestamente detienen el proceso del resfriado. Parece que
medicarnos cuando nos ocurre algo puntual es necesario y no podemos esperar
porque queremos reponernos cuanto antes.
En
cambio, cuando la medicación se prolonga a lo largo del tiempo esa sensación de
apremio desaparece, incluso, se da el efecto contrario, el abandono del
tratamiento. Existen multitud de complicaciones, déficits, disfunciones,
alteraciones, etc. de tipo crónico tanto físicas como psicológicas que
requieren un tratamiento farmacológico de por vida. En algunos casos su función
es estabilizar y, en otros, es paliar y retrasar un deterioro.
Los
tratamientos que se deben seguir durante toda la vida tiene la dificultad de la
constancia y el seguimiento correcto. En algunos casos se trata de medicación
que sólo funciona a largo plazo y la mejoría se nota después de varias semanas
y con un cumplimiento continuado. Eso hace que algunas personas no noten una
mejoría subjetiva. Como cuando tenemos un dolor o un resfriado esperamos notar
los efectos de forma inmediata y poder llevar una vida normal. Pero no siempre
es así. En estos casos el cambio es muy lento y progresivo pero muchas veces
casi imperceptible y para tener una vida normal es necesario continuar el
tratamiento.
Además,
la sensación de frustración que produce el depender de una medicación durante
toda la vida supone que cada día tengamos que buscar una motivación para hacer
un cumplimiento adecuado. Una de las dificultades más importantes es
sobreponernos a la idea de cronicidad y de incurabilidad. Es decir debemos
reformular el concepto que teníamos sobre los tratamientos farmacológicos como
algo que restablece la salud por completo.
En
el caso de las enfermedades o los trastornos crónicos la medicación sirve para
aliviar o disminuir ciertos síntomas o para retrasar un deterioro. Por eso es
más difícil de ver la utilidad que tiene este tipo de tratamiento. El efecto se
vería una vez que se deja de tomar la medicación. Además, este efecto sería
bastante negativo y requeriría un esfuerzo mucho mayor el volver a recuperar el
equilibrio. Por eso, cuando nos sentimos bien a veces es muy fácil dejar de tomar
la medicación. Especialmente cuando los efectos comienzan y se terminan a largo
plazo porque es más difícil establecer una conexión entre la mejoría y la
medicina.
Por
otro lado, están los casos en los que se necesitan varios tipos de sustancias
para mantener la salud estable. De cara a los demás, está la vergüenza que
supone en muchos casos tener que mostrar el arsenal de pastillas que se debe
tomar. Es difícil escapar de las miradas curiosas, escudriñadoras o compasivas
pueden llegar a crear una sensación de culpabilidad en la persona afectada por
sentirse en la necesidad de dar explicaciones sobre lo que le ocurre.
Y
para uno mismo es el recuerdo continuo de su propia enfermedad o trastorno que
hace re-experimentar situaciones o recuerdos desagradables y el sufrimiento por
el padecimiento. Es la idea de que no se va a librar de sus dosis diarias si
quiere estar bien y aún así eso no lo garantiza porque siempre puede haber
cambios. Esto contribuye a identificarse uno mismo con la enfermedad y pensar
que no somos personas normales sino algo así como “enfermedades andantes”.
Todo
ello genera un sentimiento de estigmatización social, “ser alguien raro que toma no sé cuantas pastillas a saber para qué”.
Quizá nadie lo piense realmente pero el hecho de tener que dar explicaciones ya
provoca ese sentimiento de culpabilidad que nosotros mismos interiorizamos y
nos creemos.
Es
necesario cambiar el concepto y verlo como algo que nos ayuda a llevar una vida
normal, que nos permite seguir disfrutando y que, a pesar de todo, podemos ser
felices y conseguir vivir de una manera plena. Seguimos siendo las mismas
personas con nuestros defectos y nuestras virtudes sin que cambie nuestro valor
humano.
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