miércoles, 17 de abril de 2013

Los celos



Los celos son un sentimiento normal que expresa nuestra inseguridad. Surgen por la comparación con los otros. En esa comparación salimos perdiendo porque comparamos las mejores cualidades que tienen los demás con nuestros mayores defectos. En ese gesto se refuerza nuestra propia inseguridad y el miedo a perder a quien queremos.
Esto no significa que los celos sean una buena señal porque así se demuestra que nos quieren o que queremos a alguien. En realidad, es una forma errónea de comunicarse. En lugar de hacer cumplidos, decir lo que se pensamos o expresar nuestros propios sentimientos y emociones nos lo callamos y nos carcomemos por dentro dejándonos vencer por la comparación.
Puede que en nosotros mismos o en el otro exista una sensación de dejadez, de insatisfacción y de que no es suficiente lo que se dice. Esa creencia puede volverse manifiesta a través de nuestra manera de actuar. Esto acabaría por envolver la relación y sumirla en un círculo vicioso donde se percibe como mucho más real la posibilidad de que se alejen de nosotros.
Paradójicamente los celos son la manera más rápida de perder a quien nos importa. Para evitar entrar en la espiral de la inseguridad, de la obsesión por el otro del control y del agobio constante lo mejor es cambiar nuestra comunicación.
Estamos acostumbrados a que socialmente se sancionen las expresiones positivas y las emociones. Cuando alguien se pone sentimental le decimos que se pone cursi, ñoño, pasteloso, etc. ¡Y no digamos si encima se trata de un hombre! Estamos acostumbrados a burlarnos y reírnos ante este tipo de expresiones,  muchas veces, porque no sabemos recibirlas o aceptarlas y nos ponemos aún más nerviosos que quien las comunica. Es nuestra manera de protegernos porque la falta de costumbre hace que nos sintamos como si estuviésemos desnudos ante la sinceridad ajena.
En cambio sí estamos preparados para las críticas negativas y no constructivas. Convivimos a diario con ellas y es en lo primero que nos fijamos. Nos defendemos atacando para hacer notar los defectos de los demás con la intención de que nadie se fije en los nuestros ya que, implícitamente, creemos que los nuestros son peores.
Así pues, cuando es el momento de decir algo positivo no sabemos y nos sentimos inseguros porque creemos que no lo van a valorar e, incluso, que nos harán daño. Esa inseguridad hace que callemos cosas o utilicemos el sarcasmo como defensa. El miedo hace que no nos enfrentemos a lo que tememos y, por tanto, en nuestro interior crece la inseguridad y el miedo, convirtiéndose en un bucle.
Por otro lado, también es posible que los celos sean provocados desde fuera. Cuando alguien no se siente suficientemente querido intenta llamar la atención de la manera que se le ocurre y, entre las posibilidades, está el despertar los celos. Igualmente se está produciendo un fallo en la comunicación y se inicia de nuevo el círculo vicioso; esta vez provocado desde la otra parte pero con el mismo resultado. A la larga, la confianza va mermando y la relación se deteriora hasta que se rompe por completo.
No debemos confundir los celos patológicos. Estos parten de la inseguridad y de una convicción firme de que uno está siendo engañado (con indicios o sin ellos). Se convierte en un deseo de posesión y de miedo extremo a sentirse humillado o perder a la persona de la que se depende afectivamente. Las conductas pueden llegar a ser violentas o convertirse en malos tratos y llevar a la otra persona al aislamiento total por ceder al control desmesurado que se ejerce sobre él o ella.
Lo mejor que podemos hacer cuando nos sintamos celosos es tratar de razonar si de verdad hay un riesgo real de perder a quien queremos. Pensar en las cosas que podríamos mejorar de nosotros mismos para sentirnos más a gusto y aumentar la autoestima. Y, por supuesto, mejorar nuestra comunicación y expresar nuestros verdaderos sentimientos sin miedo; tanto las dudas, preocupaciones y temores como los elogios, el cariño y el amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario