Si tuviéramos que definir el
término empatía nos daríamos cuenta de que algunas personas no habrían oído
hablar de ella. Otras pensarían que es lo mismo que simpatía y otras, las más
acertadas, lo definirían como “ponerse en el lugar del otro”.
Pero la empatía no consiste
sólo en pensar “si yo estuviera ahí”
o “si a mi me pasara eso”... Esto
sería más bien ponerse en la situación del otro. La capacidad de empatía va un
poco más allá y consiste en ser conscientes de cómo es la otra persona y reconocer
sus pensamientos, sus sentimientos, sus reacciones, etc. para saber lo que está
sintiendo en una situación determinada.
Esta capacidad es la que nos
hace ser seres sociales porque nos permite comunicarnos y entendernos. La
comunicación no es sólo el mensaje que queremos transmitir sino que en la
comunicación estamos cada uno de nosotros con nuestros anhelos, nuestras
ilusiones, nuestro pasado, nuestras experiencias y nuestra forma de ser. Y esta
misma capacidad es la que nos permite ser altruistas y desarrollar conductas de
ayuda a los demás, respetar los derechos de los otros y establecer vínculos
afectivos con quienes nos rodean.
Una de las situaciones en las
que mostramos nuestra capacidad de empatía es cuando leemos un libro o cuando
vemos películas. Somos espectadores y, por tanto, no estamos viviendo la misma
situación que nos relatan. Sin embargo, rápidamente nos identificamos con uno
de los personajes, normalmente con quien hace el papel de protagonista. A lo
largo de la historia experimentamos las mismas sensaciones que este personaje e
incluso anticipamos algunos sentimientos, ideas o acciones basándonos en su
forma de ser. Por eso, los libros, las películas, las series o el teatro nos
hacen llorar, nos emocionan, nos ponen en tensión o nos agitan por dentro.
Incluso, cuando en la historia se trata algún tema controvertido o se relatan
hechos que en otro momento juzgaríamos y castigaríamos en estos casos nos volvemos
más condescendientes y “comprendemos los motivos por los que actuó así”. Al conocer todas las
circunstancias valoramos los hechos y los valoramos como si realmente fuéramos
nosotros mismos, nos ponemos en ese lugar de verdad. Es más, muchas veces
sentenciamos con expresiones del tipo: “le
podría pasar a cualquiera.”
Esta capacidad de pensar en
otros pasa por tener conciencia de uno mismo. Si no somos conscientes de
quiénes somos, cómo somos, qué sentimos, cuáles son nuestras motivaciones, etc.
será mucho más difícil que podamos pensar en los demás. Por lo general
conocemos todas esas sensaciones y emociones porque las hemos vivido directa o
indirectamente y por esto, también, somos capaces de reconocerlas en los otros.
Existen personas que carecen
de la capacidad de sentir empatía hacia nadie. Son las personas antisociales o
los que, habitualmente, llamamos psicópatas. Esta carencia es la razón por la
que son capaces de engañar, manipular, estafar, asesinar y hacer todo tipo de
actos que calificaríamos como inhumanos. En realidad, estas personas no están
reconociendo el sufrimiento de sus víctimas ni siquiera se plantean que pueda
estar sintiendo nada, sólo buscan su propio placer y beneficio y tratan a los
demás como si fueran objetos.
En cambio, algunos animales sí
poseen la capacidad de ser empáticos, por ejemplo algunos simios (no todos)
como los chimpancés o, algo sorprendente, los elefantes. Esta capacidad hace
que puedan vivir en sociedad y establecer redes de comunicación y lazos
afectivos entre unos individuos y otros del grupo. No se trata de la selección
natural donde sobrevive el más fuerte sino que unos ayudan a otros para que sea
la especie la que sobrevive en lugar de un solo individuo. Indudablemente, esto
es más beneficioso a lo largo del tiempo.
Gracias a la empatía
entendemos que los demás son necesarios en nuestra vida porque nos ayudan y nos
complementan, lo que a su vez refuerza esta capacidad. Este famoso proverbio indio
resume el artículo y define muy bien el término:
“Antes de juzgar a una persona camina tres lunas con sus mocasines”.
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