Todos
alguna vez nos levantamos con el pie izquierdo. A todos se nos cruza algún día
desde que despegamos la cara de la almohada. Nos miramos al espejo y parece que
quien se refleja es la cara de la Medusa. Estamos tan feos que no nos
imaginamos salir a la calle y sonreírle a alguien porque se espantaría a la primera
de cambio. Creemos que es mejor dejar nuestra cara de patata y enfilar la calle
sin mirar a nadie “por lo que pueda pasar”. Y lo que pasa, realmente, es que vamos
encerrados en nuestra propia burbuja desde la que lo vemos todo negro. Fuera
todo sigue igual, si hay sol sigue brillando, si llueve siguen cayendo las
gotas, la vida sigue su curso.
Poco
a poco, cada una de las cosas que hacemos por rutina nos va minando y nos
molesta hasta que nos hablen. Durante todo el día nos sentimos tan cansados, o
más, que la noche anterior cuando nos íbamos a la cama. Alguien en nuestra
cabeza parece que nos da martillazos y la garganta o el estómago se nos cierran
en un nudo imposible de deshacer. Y no, no tenemos resaca.
Como
no somos capaces de dejar de pensar en que nos encontramos mal nuestra mente
empieza a enturbiarse como si la niebla nos cubriera por completo. Al ser una
sensación tan difusa y molesta sólo queremos que se pase pronto el día para que
desaparezca ese estado tan agobiante. Lejos de conseguir un alivio, lo único
que conseguimos es que el tiempo pase mucho más despacio y concentrarnos mucho
más en nuestras incómodas sensaciones físicas. Si por algún descuido nos
olvidamos y pensamos en otra cosa, de repente, nos damos cuenta de que parece
que el malestar se ha ido. Por eso, para asegurarnos, hacemos un autoexamen
concienzudo que nos confirme que era un despiste y que ese malestar sigue ahí.
“Si hoy tengo el día cruzado lo mejor es
terminarlo igual y ¡cuanto más pronto mejor! Porque las cosas que empiezan mal
terminan igual o peor.”
Ante
una mente tan obcecada lo único que no vamos a conseguir es ver ni un solo
punto de claridad, más bien todo lo contrario. Puestos a pensar en nuestro
nefasto día, ¿por qué no cambiar la dirección de nuestro pensamiento? Si ya
hemos comprobado que pensar que tenemos un mal día y que no nos sentimos bien
no nos aporta nada, quizá, sea el momento de pararnos a reflexionar. Echemos un
vistazo a los últimos días o incluso en las dos últimas semanas. Al repasar lo
que hemos hecho o nos ha ocurrido es posible que encontremos el por qué de
nuestro día. Esto no significa que tiene que haber un suceso lógico y objetivo.
Más bien, es posible que estemos atravesando una época de mucho estrés o que
nuestros proyectos o deseos no lleven el camino que quisiéramos. Puede que nos
demos cuenta de que tenemos tantas cosas pendientes que sin querer, nos hayamos
atascado. No todo se puede hacer a la vez.
Por
otro lado, es posible que si nos sentimos agobiados nos encontremos más
susceptibles y, en seguida, nos afecten los roces que tengamos con otras
personas. Como el discutir también nos revuelve por dentro nos hará sentir que
no somos muy agradables y que siempre estamos de mal humor. Así pues,
centrándonos en los sucesos negativos lo que conseguiremos es confirmar que
todo lo hacemos mal. Esta tarea es inútil porque no nos lleva a nada más que a
empeorar la situación.
Si
ya sabemos qué nos ocurre, o tenemos una ligera idea, ya habremos abierto un
poco nuestro campo de visión. Ahora, podemos empezar a pensar, seriamente, en
todo lo que hemos hecho. Veremos que también hacemos cosas que nos aportan
sentimientos positivos. Lo más probable es que no hayamos sido desagradables
todo el tiempo y, que no hayamos hecho algo bien, no significa que todo esté
mal.
Cuando
estamos tan cerrados en nosotros mismos lo mejor es recordar todas las cosas
que hemos hecho durante el día y valorar cuánto nos cuesta llevarlas a cabo.
Intentando ser objetivos, veremos que al estar tan acostumbrados a determinadas
tareas, la mayoría de las veces, pasan desapercibidas para nosotros mismos. Por
eso, valorar nuestros esfuerzos diarios, a veces, es una tarea obligada.
jamas te querrias acostar conmigo porque soy una basura en todos los aspectos. aunque me matara en el gimnasio durante años y me pringara la cara con las mejores cremas, llevase los mejores trapos y los mejores peinados seria siendo un gordo mierdoso feo y amargado por dentro y tu lo puedes ver a la primera.
ResponderEliminarSi eres viejo y feo, pero tienes recursos puedes conseguir compañía, pero siempre sentirás el desprecio de saberte utilizado...
ResponderEliminara mi me da asco verme al espejo por lo general trato de evitarlos envidio a la gente simpática a veces siento que soy invisible de lo feo y horrendo que soy
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