domingo, 7 de octubre de 2012

Me siento feo, inútil y antipático.



Todos alguna vez nos levantamos con el pie izquierdo. A todos se nos cruza algún día desde que despegamos la cara de la almohada. Nos miramos al espejo y parece que quien se refleja es la cara de la Medusa. Estamos tan feos que no nos imaginamos salir a la calle y sonreírle a alguien porque se espantaría a la primera de cambio. Creemos que es mejor dejar nuestra cara de patata y enfilar la calle sin mirar a nadie “por lo que pueda pasar”. Y lo que pasa, realmente, es que vamos encerrados en nuestra propia burbuja desde la que lo vemos todo negro. Fuera todo sigue igual, si hay sol sigue brillando, si llueve siguen cayendo las gotas, la vida sigue su curso.
Poco a poco, cada una de las cosas que hacemos por rutina nos va minando y nos molesta hasta que nos hablen. Durante todo el día nos sentimos tan cansados, o más, que la noche anterior cuando nos íbamos a la cama. Alguien en nuestra cabeza parece que nos da martillazos y la garganta o el estómago se nos cierran en un nudo imposible de deshacer. Y no, no tenemos resaca.
Como no somos capaces de dejar de pensar en que nos encontramos mal nuestra mente empieza a enturbiarse como si la niebla nos cubriera por completo. Al ser una sensación tan difusa y molesta sólo queremos que se pase pronto el día para que desaparezca ese estado tan agobiante. Lejos de conseguir un alivio, lo único que conseguimos es que el tiempo pase mucho más despacio y concentrarnos mucho más en nuestras incómodas sensaciones físicas. Si por algún descuido nos olvidamos y pensamos en otra cosa, de repente, nos damos cuenta de que parece que el malestar se ha ido. Por eso, para asegurarnos, hacemos un autoexamen concienzudo que nos confirme que era un despiste y que ese malestar sigue ahí. “Si hoy tengo el día cruzado lo mejor es terminarlo igual y ¡cuanto más pronto mejor! Porque las cosas que empiezan mal terminan igual o peor.
Ante una mente tan obcecada lo único que no vamos a conseguir es ver ni un solo punto de claridad, más bien todo lo contrario. Puestos a pensar en nuestro nefasto día, ¿por qué no cambiar la dirección de nuestro pensamiento? Si ya hemos comprobado que pensar que tenemos un mal día y que no nos sentimos bien no nos aporta nada, quizá, sea el momento de pararnos a reflexionar. Echemos un vistazo a los últimos días o incluso en las dos últimas semanas. Al repasar lo que hemos hecho o nos ha ocurrido es posible que encontremos el por qué de nuestro día. Esto no significa que tiene que haber un suceso lógico y objetivo. Más bien, es posible que estemos atravesando una época de mucho estrés o que nuestros proyectos o deseos no lleven el camino que quisiéramos. Puede que nos demos cuenta de que tenemos tantas cosas pendientes que sin querer, nos hayamos atascado. No todo se puede hacer a la vez.
Por otro lado, es posible que si nos sentimos agobiados nos encontremos más susceptibles y, en seguida, nos afecten los roces que tengamos con otras personas. Como el discutir también nos revuelve por dentro nos hará sentir que no somos muy agradables y que siempre estamos de mal humor. Así pues, centrándonos en los sucesos negativos lo que conseguiremos es confirmar que todo lo hacemos mal. Esta tarea es inútil porque no nos lleva a nada más que a empeorar la situación.
Si ya sabemos qué nos ocurre, o tenemos una ligera idea, ya habremos abierto un poco nuestro campo de visión. Ahora, podemos empezar a pensar, seriamente, en todo lo que hemos hecho. Veremos que también hacemos cosas que nos aportan sentimientos positivos. Lo más probable es que no hayamos sido desagradables todo el tiempo y, que no hayamos hecho algo bien, no significa que todo esté mal.
Cuando estamos tan cerrados en nosotros mismos lo mejor es recordar todas las cosas que hemos hecho durante el día y valorar cuánto nos cuesta llevarlas a cabo. Intentando ser objetivos, veremos que al estar tan acostumbrados a determinadas tareas, la mayoría de las veces, pasan desapercibidas para nosotros mismos. Por eso, valorar nuestros esfuerzos diarios, a veces, es una tarea obligada.

3 comentarios:

  1. jamas te querrias acostar conmigo porque soy una basura en todos los aspectos. aunque me matara en el gimnasio durante años y me pringara la cara con las mejores cremas, llevase los mejores trapos y los mejores peinados seria siendo un gordo mierdoso feo y amargado por dentro y tu lo puedes ver a la primera.

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  2. Si eres viejo y feo, pero tienes recursos puedes conseguir compañía, pero siempre sentirás el desprecio de saberte utilizado...

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  3. a mi me da asco verme al espejo por lo general trato de evitarlos envidio a la gente simpática a veces siento que soy invisible de lo feo y horrendo que soy

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