Con
la llegada de las redes sociales todos estamos en la red. Parece que quedan muy
pocas personas que aún no pertenecen a una red social porque pensamos que eso
nos ayuda a estar conectados e informados. O eso creemos…
Todos
tenemos amigos que tienen otros amigos que también conocemos nosotros y por eso
al final en la red “todos somos amigos”. Por lo general, estamos conectados con
nuestro entorno más cercano y dentro de ese entorno también se encuentra la
familia. La cuestión es que quienes tienen hijos que más o menos se sitúan
entre los doce y los “veinte y algún” años pueden experimentar conflictos.
Los
adolescentes no suelen cuidar mucho la privacidad de este tipo de sitios porque
creen que cuanta más gente les vea más gente les va a conocer y más probable es
que su popularidad en internet suba. Y es que esta es la debilidad del
adolescente, la constante necesidad de aceptación y valoración de su persona.
Por
tanto si no cuidan demasiado su privacidad significa que cualquier persona
puede acceder a su información más personal, incluidos los padres. Lo más
seguro es que pensemos que es perfecto estar conectado con un hijo o hija para
poder ver de cerca sus movimientos y así poder protegerlos en caso de que sea
necesario. Creemos que es un medio poco seguro y que pueden hacerles daño,
especialmente a los más pequeños. Esto es cierto pero, en realidad, ¿quién es
el que se siente más inseguro en esta situación: los padres o los hijos? ¿No
sería mejor que les enseñásemos cómo guardar su intimidad y cómo ajustar el
nivel de seguridad en la web?
Es
muy probable que los hijos no quieran compartir su red con sus padres porque
sospechan o les da reparo que puedan ver qué es lo que hacen o piensan. En un
mundo en que se sienten incomprendidos lo más fácil es que no quieran estar
rodeados más que de quienes creen que sí les apoyan, por lo general sus amigos.
Aunque después hagan cosas tan contradictorias como hacer público todo lo que
publican en la red.
A
pesar de que un padre o una madre tengan información tan atractiva a su alcance
es mejor cuidar la manera de acercarse a sus hijos. A veces, la información que
pueda colgar un adolescente o un joven no siempre es totalmente veraz o no lo
es de la misma manera que nosotros lo interpretamos. Para los adolescentes las
metáforas y los códigos tienen significados especiales o a veces pseudo-jergas
que puede inducir a error. Es aconsejable no alarmarse porque se puede provocar
un daño irreversible a la confianza de los hijos. Y aunque la información que
hayan publicado sea real e inquietante es mejor no poner el grito en el cielo
porque así se cortarán los canales de comunicación de inmediato.
Si
se mantiene una correcta comunicación, tolerante y empática, con el joven
durante todo el tiempo se conseguirá sembrar la confianza entre ambas partes.
Los hijos podrán expresarse libremente sin miedo a ser censurados, juzgados o
interrogados. Sabrán que si tienen cualquier problema podrán acudir a sus
padres con la seguridad de serán apoyados pase lo que pase. Igualmente, los
padres con un poco de tacto podrán sacar temas de conversación delicados sin
miedo a que su hijo se cierre en banda y les acuse de “meterse en su vida”.
En
cambio si a la mínima noticia “preocupante” uno va corriendo a exigir
explicaciones se va a encontrar con una puerta cerrada que quizá hace mucho
tiempo que no abre. Como todas las puertas que no se utilizan chirriarán y
costará mucho esfuerzo pasar al otro lado y no está garantizado que se consiga.
Y es que cuando se permanece expectante, sin involucrarse en algo, no se puede
pedir tener los mismos derechos que quien está día a día al pie del cañón.
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