El
acceso de la mujer al mercado laboral en nuestro país ha sido un logro que ha
costado mucho esfuerzo y sacrificio. A fecha de hoy, como es bien sabido, aún
no se ha logrado la igualdad plena en cuanto a salario y a las oportunidades de
acceso a determinados puestos.
En
la época de bonanza económica se llegó a la situación en la que en una pareja
trabajaban los dos miembros de ésta. Aunque hubiese diferencia de salario
tampoco se apreciaba en exceso puesto que había una buena solvencia en la casa.
Actualmente es casi una utopía que en la pareja trabajen los dos; más bien, con
suerte, trabaja uno de ellos. ¿Qué ocurre cuando la que conserva su empleo es
la mujer?
Por
un lado, se cambian los roles de la familia tradicional, que ya era hora. Pero
por otro, en muchos casos, el cambio se convierte en una acumulación de roles
para la mujer. El hombre, acostumbrado a ser el sustentador de la familia,
ahora se encuentra sin un quehacer y ve su valía mermada. Pierde las rutinas
diarias y no encuentra una gratificación a sus tareas.
Habitualmente,
se solía tomar el sueldo de la mujer como algo extra puesto que en la mayoría
de los casos la cuantía más elevada la aportaba el hombre. Ahora, la mujer se
ve como única sustentadora económica de la familia. Es quien puede aportar los
recursos para llegar a fin de mes y lo demás, si lo hay, es la parte extra.
Mientras
que a lo largo del tiempo se les ha negado esta responsabilidad a ellas ahora les
viene impuesta por la necesidad. La adaptación al cambio es costosa puesto que
deben asumir su nuevo rol a marchas forzadas pero, además, no se les permite
desligarse así como así de su rol “tradicional” de cuidadora familiar y ama de
casa.
Así,
muchas se encuentran con el temor a perder el trabajo y dejar sin nada a los
que dependen de ella. Además, si el cambio ha sido muy brusco y no se ha
establecido bien el reparto de tareas al llegar a casa, cansada después un
largo día, es posible que nos encontremos con una pareja deprimida que se pasa
las horas intentando adaptarse a su nuevo lugar y a su nuevo rol. Si el otro
miembro de la pareja aún tiene en su conciencia que las tareas de casa no son
satisfactorias y que suponen rebajar su estima y su orgullo la mujer se
encontrará a su vuelta del trabajo la casa igual que ella la dejó. Y esto en el
mejor de los casos.
El
marido apelará al reparto de tareas y a que debe buscar trabajo y que si se
dedica a la casa no le queda tiempo suficiente. Si, además, hay hijos en el
entorno familiar la situación se complica puesto que, sobre todo si son
pequeños, alguien ha de hacerse cargo de ellos.
Si
no se tiene cuidado y se establecen unos límites adecuados se corre el peligro
de que el hombre acabe sumido en una depresión en la que no sea capaz de salir
de casa a buscar un nuevo empleo porque cree que ya ha tanteado todas las
alternativas. O bien, que comience a esconder sus problemas en el consumo de
alcohol u otras sustancias.
Por
su parte, la mujer puede terminar acumulando los roles de los dos miembros de
la pareja: sustentadora económica de la familia, cuidadora única y ama de casa.
El estrés por la falta de tiempo, la preocupación por su pareja que comienza un
declive anunciado y el agobio por no saber cuánto va a aguantar en su puesto de
trabajo pueden hacer que la situación sea insostenible en el entorno familiar.
Para
evitar este tipo de situaciones desagradables lo mejor es reorganizar la
estructura familiar. Hacer un recuento de las tareas a realizar y dividirlas en
función del tiempo disponible de cada uno de los miembros de la familia. Tanto
hombres como mujeres hemos de asumir que los roles no se corresponden con el
sexo genético y que ocuparse de la casa no es deshonroso en absoluto. Ver todo
de manera global y concienciarse de que cada uno aporta lo que está en su mano
de la mejor manera posible para que la familia funcione. Un hombre no es menos
hombre por fregar los platos o limpiar el baño ni tampoco es una catástrofe que
alguien nos eche una mano económicamente hablando cuando no queda más remedio.
Si
una familia funciona sin desafíos ni luchas de poder o de roles todos los
miembros asimilarán que su valía es igual a la de los demás y funcionará sin
grandes conflictos que hagan quebrar la estabilidad y la seguridad de los más
débiles, los hijos.
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias!
EliminarMe alegro de que os haya gustado.
Un saludo