“Muchos
mamíferos sólo copulan una vez con cada pareja sexual. Por ejemplo, los toros
no vuelven a copular con la misma vaca o les cuesta mucho mientras que, si a
continuación se les presenta otra diferente, no necesitan pasar por un periodo
refractario”.
Este
tipo de estudios se han convertido en un chiste machista de pésimo gusto que
utilizan, aplicado a sí mismos, aquellos que no saben que también ocurre al
revés. Es indiscutible que la novedad nos gusta a todos, sea en el ámbito que
sea, en el destino de las vacaciones, en lo que comemos a diario y… cómo no, en
el contexto sexual también. Cuando hacemos un trabajo repetitivo nos cansamos
mucho antes que si cambiáramos de tarea con frecuencia porque el cambio nos
ayuda a mantener la atención y el interés.
En
la vida de pareja ocurre lo mismo, es necesario ser creativos y variados para
mantener el interés pero no sólo eso. ¿Qué fue del mito del dolor de cabeza de
las mujeres por las noches? Es posible, que ahora les duela la cabeza más a los hombres que a las mujeres. Esto no
tiene que ver con la variedad sino con otras cosas más importantes.
Hace
varias décadas la esposa debía servir a los antojos de sus maridos y debía ser
para él poco más que un objeto despojado de gustos, apetencias y derechos. Por
eso, la única manera de eludir sus obligaciones
era su indisposición física. Probablemente, la frecuencia fuera escasa
puesto que algo que se convierte en una obligación deja de ser satisfactorio.
Ahora,
resulta que el sexo ya no es pecado ni tabú y las mujeres se han vuelto resistentes a las cefaleas. ¿Qué es lo
que está ocurriendo? Las mujeres ya no son objeto de desahogo, reivindican sus
deseos y hacen valer sus derechos, entre ellos, el derecho al placer. El sexo
femenino se ha liberado de arcaicos mitos machistas y busca la satisfacción y
la realización personal. Al desaparecer la relación sexo-pecado, aumenta la
frecuencia de las relaciones sexuales y las mujeres se convierten en sujetos activos
en la búsqueda de estos encuentros. Es comprensible que por ello, a veces, los
hombres se vean desbordados ante las peticiones del otro sexo. Sería en este
punto donde entraría en juego la variedad para mantener el interés.
Unido
a esto, con el tiempo, llega la consolidación de la pareja. Antes, el noviazgo casto y recatado era la norma, por no
decir la ley, y sin boda no había nada.
Ahora, la ventaja es que se puede probar primero y después decidir (el
problema, para algunos, es que la decisión no es la que esperan).
El
matrimonio era la única posibilidad para formar una familia y ser decente.
Sobre todo, eran ellas las que tenían menos oportunidades. Y todo ello por
mantener la decencia y por la imposibilidad de conseguir ser independiente de
los padres si no era pasando a ser dependiente de su esposo. Los roles estaban
claros: él llevaba el dinero a casa y ella se ocupaba de cuidar del marido y de
los hijos. La presión social y la dependencia económica lo ponían todo en su
sitio. Los hombres podían mantener más o menos, la misma vida que si estuvieran
solteros y tampoco estaba muy bien visto ser un sentimental porque eso era cosa
del sexo débil.
El
cambio social no sólo ha traído la liberación de la mujer, también la del
hombre. Aunque a muchos les cueste, para otros es un alivio poder mostrar sus
sentimientos y hablar de sus emociones. La liberación de la mujer también
conlleva el acceso al mundo laboral y, con ello, la independencia económica.
Por tanto, ya no está supeditada a encontrar un buen marido para sobrevivir y su trabajo tampoco es el de dar hijos
a su marido. La independencia económica le permite vivir sola o acompañada,
como decida, y puede ser mucho más exigente a la hora de buscar un compañero
con quien compartir su vida.
El
matrimonio queda ahora en una necesidad burocrática o en un acto romántico.
Curiosamente, ellas ya no necesitan el matrimonio como antaño y prefieren otros
actos románticos. En cambio, a muchos de ellos, en parte por su liberación
emocional, parece hacerles ilusión pasar por el altar, el juzgado o el
ayuntamiento.
Así
que a la pregunta de por qué ellas no quieren casarse y por qué a ellos les
duele la cabeza hay una respuesta muy sencilla: la liberación de la mujer.
Interesante análisis desde el punto de vista de la liberación femenina. Para mí, a todas luces, ha sido un cambio social positivo que resulta de muchos factores, pero sobre todo, de una toma de conciencia personal de muchos y muchas, gracias a los medios de comunicación, en gran parte. Por eso estoy contento de comprobar como en esta nueva apertura de comunicaciones que supone internet, podemos dar un nuevo salto para encontrar entre todas y todos, la nueva situación en la que poder entendernos como iguales a partir de nuestro conocimiento. El personal y el mutuo. Por eso, dejo aquí un enlace desde esa otra carretera paralela que seguimos los hombres y que, por suerte, cada día se cruza con la vuestra:
ResponderEliminarhttp://sevolarperonomeacuerdo.com/2013/10/22/que-nos-pasa-a-los-hombres/
Gracias por la reflexión, Beatriz.
Un saludo
Miguel, es una gran noticia saber que cada vez somos más los y las que estamos concienciados con este cambio de actitud social. La hostilidad y la dependencia entre los hombres y mujeres nunca fue buena y sólo hizo que alimentar la clásica lucha de sexos que aún hoy por hoy nos encontramos tanto en la sociedad de a pie como convertida en circo en muchos medios de comunicación.
EliminarLa educación es lo más importante que tenemos y debemos usarla y aprovecharla para colaborar en la mejora de la sociedad porque eso repercute en cada uno de nosotros.
Muchas gracias por tu comentario y tu enlace. Un gran artículo.
Un saludo.
Mira pues..que siempre se aprende algo nuevo cada día...
ResponderEliminarEl triunfo de la carne sobre el espíritu....
Mujeres y hombres reducidos a vacunos...
Lo único que salvará al mundo es el amor...pero no ese amor sensual y carnal que pretenden vendernos los "progres".
No. Las mujeres no quieren casarse por que creen que la juventud les será eterna...y es bueno que piensen así para cuando estén viejas y solas....