Desde
que somos pequeños estamos acostumbrados a tener rutinas en nuestra vida que
nos organicen el día. Es más desde que nacemos necesitamos seguir unos horarios
de sueño y de comida que nos permitan regular nuestro cuerpo. Pero la rutina que
nos organiza la vida por excelencia es la que tiene que ver con la actividad
académica o laboral. Con tres años o, incluso, antes comenzamos a ir al colegio,
en la adolescencia vamos al instituto y luego a la universidad o a trabajar. Y,
por lo general, tenemos un horario más o menos fijo que nos marca el resto de
nuestra vida. Una jornada laboral completa son ocho horas lo que significa que,
de media, pasamos una tercera parte de nuestro día trabajando. Esto hace que
dediquemos otra tercera parte del día al sueño y la otra tercera parte del día
nos quede para las comidas, las tareas de la casa, compras, arreglar asuntos o
hacer gestiones y disfrutar de un rato ocio. Así cada semana de lunes a viernes
hasta que llega el fin de semana y podemos descansar.
Ni
todos somos iguales y ni las rutinas del trabajo son iguales. Es decir no todos
tenemos un mismo turno de trabajo ni siempre es el mismo ni descansamos los
mismos días. Pero a lo largo del tiempo nos adaptamos y formamos nuestra rutina
para organizar de la mejor manera posible nuestro día.
Actualmente,
lo que está pasando es que cada vez más gente se queda en el paro y recupera
una tercera parte de su día de la cual antes no se tenía que preocupar. Al
principio parece que es un alivio y que no vamos a tener tiempo de aburrirnos
porque tenemos que arreglar un montón de papeles y buscar otro empleo. Pero al
cabo de un tiempo si no hemos conseguido reincorporarnos al mercado laboral
comienza a pesar la preocupación porque pensamos que hemos agotado todas las
posibilidades de búsqueda y no encontramos nada. Nuestros gastos siguen siendo
prácticamente los mismos y el dinero comienza a disiparse.
Paulatinamente,
todas las gestiones que teníamos pendientes se van resolviendo y el tiempo
libre comienza a aumentar pero como nuestro poder adquisitivo ya no es el mismo
nuestra oferta de ocio se reduce.
Al
final se instaura la falta de organización porque tenemos todo el día para hacer lo que está pendiente. Y cuando esto
pasa, lo más fácil es que vayamos aplazando todo y terminemos por no movernos
de casa o, peor aún, del sofá.
La
ansiedad que crea el pensar que ya hemos hecho todo lo posible pero seguimos
sin encontrar nada y que nuestro dinero se esfuma junto con la desesperación de
no saber cuánto tiempo continuará esta situación hace que dejemos de
plantearnos objetivos o metas y al final seamos presos de la depresión.
Al
pensar de esta manera, acabamos por desistir en la búsqueda de nuevas
alternativas y de opciones que pueden ser más arriesgadas como emprender algo
nuevo. Desde nuestra maltrecha autoestima no somos capaces de reconocer nuestra
valía y nuestras capacidades para poder hacer algo bien y que pueda mantenerse
en el futuro. Por tanto, desistimos y nos encerramos en nosotros mismos.
Todo
ello acaba por convertirse en un círculo vicioso en el que reina la desorganización.
Los días terminan por ser todos iguales y no podemos cambiar mentalmente de aires para descansar
porque todos los días son fin de semana o vacaciones, con el añadido de no
poder disfrutarlas por la falta de recursos económicos y la preocupación por el
estancamiento de la situación.
Además,
sin darnos cuenta dejamos de ocuparnos de nosotros mismos y ya no nos cuidamos
ni física ni mentalmente porque sentimos que no merece la pena o no nos
sentimos con fuerzas. Dejamos de practicar deporte, dejamos de salir a la
calle, ya no vemos a nuestra gente y nuestro carácter se va tornando más agrio
y negativo.
Debemos
ser conscientes de que estar en esta situación no es culpa nuestra si de verdad
hemos hecho todo lo que estaba en nuestra mano por salir del bache. Mantener la
actividad es importante para no dejar que nuestra autoestima se destruya. Bien
sea buscando actividades que no supongan gasto o éste sea muy reducido,
formarnos y dedicarnos a hacer algo que siempre nos ha gustado, realizar un
voluntariado, etc. sin olvidarnos de realizar actividad física para que nuestro
cuerpo sienta que tiene algo que hacer.
De esta manera mantendremos una organización y podremos seguir planteándonos
nuevas metas aunque las que consideramos más importantes como el encontrar
trabajo, en este momento, no se cumplan. El obcecarnos con algo que no depende
de nosotros al 100% es quedarse atascado y caer en un círculo de negatividad
que aumenta a medida que pasa el tiempo.
Conforme iba leyendo, sentía que me ibas describiendo. Gran entrada para algo que ocurre actualmente a muchas personas
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado aunque no me alegro, en absoluto, de te describa...
EliminarOjalá las cosas fueran diferentes.
Ánimo y a seguir en pie de guerra.
Un saludo.