martes, 6 de noviembre de 2012

El nido vacío



“Carreras por la casa, prisas y ruido de ruedas de unas maletas inquietas. Da vueltas por toda la casa mientras revisa todos los rincones de la habitación por si se olvidan algo. Mientras tanto, los ojos brillantes por las lágrimas que asoman al borde de las pestañas. Pero sonríe mientras les mira… En la puerta de casa, apurando los últimos detalles y dándoles un tupper con lo que hizo esa misma mañana y miles de besos y abrazos. Toda la vida criándoles, cuidándoles y preocupándose por que estuvieran bien y no les faltara de nada. Y ahora, sin darse cuenta, se van. De repente, el rostro infantil se torna en el de un adulto sereno a la vez que nervioso pero que transmite ilusión por el futuro. Al cerrar la puerta, el vacío inunda la casa.”
Éste suele ser el final de la larga secuencia que tiene lugar en una familia con hijos ya mayores. Algunos se van a estudiar fuera del hogar y otros encuentran su trabajo en otra ciudad o país. Otros, tras muchos años de dudas y comodidad, deciden dar el paso.
Poco a poco, los hijos han ido adquiriendo su independencia y han ido organizando su vida. Habrá costado muchas discusiones el hecho de ver que se van haciendo mayores y que ya no cuentan con nadie más que con sus amigos o su pareja. Los padres están fuera de los planes y pueden llegar a ser una molestia con sus continuas quejas y explicaciones que, por supuesto, son sin mala intención.
Pero a pesar de esa sensación de tener unos hijos que están en la casa como si fuera un hotel, siguen estando ahí. Para los padres siguen siendo parte de la casa y “sus niños”, aunque estos pasen de los treinta. Parece que el hecho de seguir bajo el mismo techo era un signo de protección y que nunca les iba a pasar nada porque por muy mal que fuera todo la familia seguía unida.
Tantas discusiones por la disciplina y tantas ganas de que se independizaran pero resulta que ahora la casa se nota sin vida. Falta algo que lo llenaba todo y da la impresión de que no se va a ir esa “presencia de la ausencia”.
Cuando se piensa en la independencia de los hijos parece que la preocupación va a desaparecer porque ellos ya serán mayores y tendrán su vida resuelta. En cambio, lo que ocurre realmente es que la preocupación persiste porque no se les ve a diario y las mismas preguntas que antes se respondían solas ahora nadie las resuelve. Se les echa de menos y se piensa, a menudo, qué estarán haciendo si estarán bien, por qué no llaman, etc. Por eso, casi lo primero que acude a la mente de una madre cuando descuelga el teléfono su hijo es: “¿Qué tal estás? ¿Comes bien? ¿Necesitas algo?” Si por ella fuera llamaría todos los días, sobre todo al principio.
Y es que parece que ese momento no va a llegar o que va a ser algo natural y casi un alivio para los padres, sin embargo, el cambio es muy grande y parece que sobra casa por todos los lados. Pero esa tristeza también es dulce porque es algo bueno para los hijos y es un cambio deseado en su vida. Es en ese momento cuando los padres ven su trabajo como educadores ahí reflejado; pueden comprobar si han preparado a sus hijos para desenvolverse adecuadamente y para ser felices por sí mismos.
Al final, no es tan dura la separación porque el contacto telefónico y las visitas son frecuentes. Y, si se han quedado en la misma ciudad, es posible que sigan yendo a comer todos los días.
Ahora empieza para la pareja una especie de segundo noviazgo para disfrutar. Unos cuantos años más tarde se reencuentran los dos sin cargas familiares y la prioridad son ellos mismos. La casa es su refugio y la pueden disfrutar a su antojo. Es la hora de descubrir la agradable compañía del otro y disfrutar.
Se corre el riesgo, no obstante, de darse cuenta del cambio tan grande que se ha dado y apenas reconocer a aquel o aquella joven que un día conocieron. Precisamente, esto es lo divertido porque es una ocasión magnífica para hacer planes juntos y dedicar tiempo suficiente a redescubrir al otro miembro de la pareja. La madurez es algo bueno para solventar los fallos de la inexperiencia y conseguir un grado de bienestar mucho mayor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario