martes, 20 de noviembre de 2012

¿Quién cuida de quien cuida?



En España existe una ley que ayuda a las personas dependientes y lo hace desde varios aspectos bien sea con prestaciones económicas, con servicios de teleasistencia o poniendo a disposición de los usuarios lugares donde pasar un tiempo o vivir.
Pero esto no es la panacea. Primero, porque en el caso de algunas personas muy mayores que podrían solicitar algún tipo de ayuda, la rechazan por preferir estar en su propia casa y hacerse cargo de ella porque eso les hace sentirse útiles.
Otros, por desconocimiento o desconfianza también la rechazan, aunque la necesiten. Algunas personas, no llegan a cumplir los criterios necesarios para solicitar este tipo de ayudas y, en ocasiones, estos servicios no son suficientes por el tipo de problemas que pueda tener la persona. Eso sin contar los recortes de esta ley…
La realidad que nos encontramos es que, en muchos casos, es necesario que un familiar se haga cargo de la persona dependiente y, en otros, los propios familiares son los que prefieren tener cerca a sus allegados.
La mayoría de las veces, esto deriva en una situación de cuidado y atención constante que casi siempre suele recaer en una mujer. Hacerse cargo de alguien que no puede valerse por sí mismo es algo parecido a una maternidad sólo que sin la parte bonita. No hay bajas durante unas semanas y la persona no crece, puede que todo lo contrario, que sus funciones y capacidades se vayan perdiendo como en las enfermedades degenerativas o en ciertos trastornos del desarrollo.
Además, puede que la persona que se queda al cuidado de su familiar tenga un trabajo que le gustaría seguir manteniendo con lo que debe compaginar las dos funciones e integrarlas perfectamente en su vida.
La atención constante repercute en la calidad de vida del cuidador o cuidadora. El cansancio termina por aparecer y va haciendo mella, de manera que se refleja en su salud física y psicológica. Unido al cansancio, también va la falta de tiempo para todo. La dedicación exclusiva a cuidar o cuidar y trabajar hace que poco a poco los momentos de ocio vayan disminuyendo. El tiempo de sueño puede que también se vea afectado y la necesidad de descansar se convierte en primordial pero no hay tiempo para eso. Muchas veces los escasos momentos en que puede liberarse consisten en minutos que se aprovechan para dormitar o sentarse un rato en el sofá, si no es para acabar de resolver algo que estaba pendiente.
Todo esto, conlleva un aislamiento del entorno social y una pérdida de actividades lúdicas tan necesarias para reponer fuerzas. La pérdida de amistades por falta de tiempo supone también una pérdida de apoyo social y no dedicar un tiempo para cuidar de uno mismo, hace que nuestra autoestima se vaya resintiendo porque no somos capaces de captar las propias necesidades. El estrés empezará a pasar factura y comenzarán las dolencias físicas junto con la depresión y la ansiedad. Ese malestar se puede transmitir a la persona que se está cuidando de manera que se puede sentir enfado hacia ella. Culpabilizar a la persona dependiente de todos los problemas del cuidador hace que se genere resentimiento y odio hacia esa persona lo que puede llegar a derivar en situaciones de maltrato.
Para evitar llegar a esta situación, es importante seguir contando con una red de apoyo adecuada y hacer uso de todos los recursos que estén al alcance. También sería conveniente que el resto de la familia se implique en el cuidado de ese familiar dependiente y que sepamos guardar un tiempo para desconectar. Realizar actividades que aporten bienestar y que sirvan para “recargar las pilas” y salir del entorno saturado de preocupaciones y tensión. De esta manera, se rompe el círculo de sentimientos negativos y se puede afrontar cada día con más ánimo. Además, esto repercute en la autoestima que a la vez se refuerza, en lugar de ir perdiendo valor por la situación negativa.
Y por supuesto, no tener miedo al “qué dirán por irme a pasármelo bien mientras tengo a mi (hijo, padre, madre, marido, etc.) aquí en casa sin poder valerse por sí mismo”. La mayoría de las veces esto es lo que más daño nos hace a nosotros mismos y lo que peores sentimientos nos crea.

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