miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Qué es un psicólogo?



La palabra psicólogo, etimológicamente hablando, significaría algo así como conocedor de la mente. Proviene de Psico (alma o actividad de la mente) y Logos (conocimiento). Esto es lo que hace que muchos crean que un psicólogo sabe lo que los demás están pensando pero nada más lejos de la realidad.
El psicólogo, entre otras muchas cosas, es alguien que estudia a la persona en su entorno y su relación con éste. Recoge datos acerca de cómo se comporta, cómo piensa y lo que dice para entender por qué lo hace y, así, intentar predecir cómo serán sus reacciones en situaciones futuras semejantes. Con toda esta información también puede detectar formas disfuncionales de relacionarse consigo mismo, con los demás y con su entorno y ayudar a cambiarlas para que la persona se sienta mejor.
Un psicólogo no lee la mente de nadie y tampoco es una persona seria que se sienta en una silla y escucha la vida de los que acuden a consulta con cara de póquer. Es, más bien, una especie de asesor, conductor o guía emocional que ofrece pautas para tener una visión más ajustada de la realidad, aprender a regular las emociones mejor y afrontar la vida de una manera más satisfactoria y adaptada a las necesidades o a las metas personales.
No es un mago que toca con su varita mágica y transforma a la persona sino que ayuda en el cambio personal de quienes lo deciden. Enseña a afrontar y resolver problemas y dificultades que acontecen en la vida para que puedan enfrentarse a nuevas situaciones con un resultado satisfactorio.
No poseen fórmulas maravillosas para que alguien cambie sin hacer nada. El esfuerzo es de la propia persona que acude a consulta porque quiere iniciar un cambio en su vida.
Aún hoy en día para muchos, ir al psicólogo supone una etiqueta negativa para la persona porque a lo mejor no está bien de la cabeza o, incluso, está loco. Esto hace que muchas personas no acudan por vergüenza o por el qué pensarán de mí. Y lo que acaba ocurriendo es que el malestar acaba siendo cada vez mayor. Por si fuera poco, puede que haya personas que necesiten ir varias veces al psicólogo y, no por ello, tengan que estar marcadas de por vida. Normalmente, se piensa que el tener que repetir significa que el psicólogo no es bueno o que la persona no tiene remedio. ¿Acaso no vamos repetidas veces al médico por un catarro o una gripe?
Por otro lado, puede haber varias razones por las que fracasen las terapias. Una de las principales razones es el objetivo o la idea errónea que tiene la persona acerca de una terapia psicológica como el pensar que una vez que se sale de la sesión de terapia ya no hay que hacer nada más ni poner en práctica aquello que se ha acordado o recomendado. Todo lo contrario, una buena terapia tiene mejores resultados si se toma como un trabajo constante en la vida diaria para aplicar lo que se ha aprendido.
Otra razón puede ser que no tengamos una buena relación con nuestro terapeuta. Al igual que en cualquier ámbito de nuestra vida no encajamos con todas las personas con las que nos relacionamos. Si comenzamos una terapia y no nos convence después de varias sesiones es mejor cambiar.
Por su parte, el psicólogo, deberá tener unas buenas habilidades terapéuticas que faciliten que el cliente tenga confianza en su psicólogo para que pueda hablar con él sin reservas. Esto pasa por una aceptación incondicional de la persona que acude a consulta sin juzgarla. Y, cómo no, deberá comportarse de manera amable, empática y demostrar que sabe escuchar, a la vez que utilizará un tono adecuado a cada persona sin emplear un lenguaje pomposo ni vulgar. Así, el terapeuta será una persona respetable para su cliente.
Tampoco es una persona autoritaria que obliga a que se haga lo que dice sino que ayuda a buscar en cada uno las razones personales para el cambio. Debe saber motivar para que se logre la meta deseada y que se aplique a todos los aspectos de la vida y que en el futuro también se actúe según esas nuevas estrategias aprendidas. El objetivo no es dar consejos sino pequeñas pautas que ayuden a que la propia persona perciba y utilice sus propios recursos.
Por último, otra razón importante es que algunas personas tienen miedo a cambiar y dejar de ser como eran, temen convertirse en alguien distinto. Su esencia permanece sólo cambian los aspectos disfuncionales que le causan sufrimiento o que le llevan a comportarse de una forma perjudicial para sí mismo o para otros.

2 comentarios:

  1. En el s.XXI y con los mismos mitos acerca del trabajo de estos profesionales.
    El tratamiento de la salud no es monopolio de la medicina, pues la salud es un estado de bienestar físico, psicológico y social que excede incluso a los profesionales.
    Se agradece tu reflexión.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu aportación, Mercedes. Estoy convencida de que, poco a poco, esta profesión dejará de ser un lujo para unos pocos y que, además, se perderá el miedo a sentirse estigmatizados por acudir a la consulta de un psicólogo.

    ResponderEliminar