Cariño,
encaprichamiento, amor vacío, amor romántico, amor sociable, amor fatuo y amor
consumado. Estas son las formas de amor que encontró el psicólogo Robert J. Sternberg
cuando formuló su teoría triangular del
amor. Cada pareja que existe o que se forma es completamente diferente a
las demás. Existen tres componentes clave que son la intimidad, la pasión y el
compromiso. En todas ellas no se dan todos los elementos y, los que se dan, se
combinan de diferente manera, incluso con el tiempo, puede que cambien esos componentes.
Con estas combinaciones se originan estas siete formas de amor. La combinación
de los tres elementos da lugar al amor consumado que sería el más completo.
La pareja se
forma cuando dos personas deciden compartir su vida con todas las vicisitudes
que acontecen. Con el tiempo aprenden a quererse, aceptarse, ayudarse,
cuidarse, a compartir… y se convierten en la figura de apego del otro miembro
de la pareja. El apego es un lazo afectivo muy intenso que nos lleva a buscar
la proximidad y a mantener el contacto con los otros a lo largo del tiempo. La figura
de apego se percibe como una base segura que proporciona refugio en momentos de
tristeza, malestar o miedo.
Cuando somos
niños nuestras figuras de apego son los padres y cuando somos adultos pasa a
ser la pareja. No sólo para las adversidades están nuestras parejas sino que
también comparten nuestros éxitos y disfrutan de nuestras virtudes. La manera
en que se forma el apego es con los actos diarios. Una relación segura se ve
reforzada, además de con la comunicación, con las muestras de cariño que las
dos personas se prodigan, desde miradas y gestos a besos, abrazos y relaciones
íntimas.
Las relaciones
sexuales son el exponente máximo de la demostración de amor en la pareja. Los
beneficios que se obtienen son inmejorables. Acercan a la pareja puesto que es
una nueva forma de conocimiento y de comprensión del otro. El ejercicio físico
que se lleva a cabo hace que se libere tensión, nuestros músculos se pongan en funcionamiento
y se oxigene el cuerpo ayudando a relajarnos. Como con todo ejercicio físico,
nuestro cuerpo produce más endorfinas naturales que aportan bienestar y reducen
el dolor. Además, la liberación de hormonas que se produce hace que mejore el
aspecto físico y el ánimo.
Una de las
hormonas que se liberan es la oxitocina,
también llamada la hormona del amor
o del enamoramiento. Esta sustancia
regula algunos aspectos fisiológicos de las emociones. Parece que fomenta la
confianza, la empatía, la generosidad y reduce el miedo social. De esta manera,
en la pareja, los vínculos que unen a ambos miembros se verán también
fortalecidos.
Al contrario
de lo que muchos piensan, las relaciones sexuales no son un instrumento de
reconciliación ante las disputas. No es una forma de solución de problemas por
sí solo. La única forma de arreglar un problema es mediante la comunicación.
Dialogar y plantear puntos de vista para después buscar juntos una solución
satisfactoria para ambos es lo que hará que se superen los problemas. Y una vez
resueltos, sí será la hora de premiarse por llegar a la reconciliación. Es
decir, las relaciones sexuales no han de tomarse como herramienta de
reconciliación sino como premio a su consecución.
Nuestro estado
de felicidad se refleja en nuestro estado anímico y repercute especialmente en
los que tenemos más cerca. Hacer partícipes de nuestra felicidad al otro hará
que también se sienta bien porque se sentirá parte responsable de ese
bienestar. Se fragua así, un círculo positivo que se alimenta de los cuidados
mutuos de la pareja. El respeto, la buena predisposición y la empatía
facilitarán la superación de las dificultades y fortalecerá la relación.
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