jueves, 14 de febrero de 2013

Amor, Oxitocina y Bienestar



Cariño, encaprichamiento, amor vacío, amor romántico, amor sociable, amor fatuo y amor consumado. Estas son las formas de amor que encontró el psicólogo Robert J. Sternberg cuando formuló su teoría triangular del amor. Cada pareja que existe o que se forma es completamente diferente a las demás. Existen tres componentes clave que son la intimidad, la pasión y el compromiso. En todas ellas no se dan todos los elementos y, los que se dan, se combinan de diferente manera, incluso con el tiempo, puede que cambien esos componentes. Con estas combinaciones se originan estas siete formas de amor. La combinación de los tres elementos da lugar al amor consumado que sería el más completo.
La pareja se forma cuando dos personas deciden compartir su vida con todas las vicisitudes que acontecen. Con el tiempo aprenden a quererse, aceptarse, ayudarse, cuidarse, a compartir… y se convierten en la figura de apego del otro miembro de la pareja. El apego es un lazo afectivo muy intenso que nos lleva a buscar la proximidad y a mantener el contacto con los otros a lo largo del tiempo. La figura de apego se percibe como una base segura que proporciona refugio en momentos de tristeza, malestar o miedo.
Cuando somos niños nuestras figuras de apego son los padres y cuando somos adultos pasa a ser la pareja. No sólo para las adversidades están nuestras parejas sino que también comparten nuestros éxitos y disfrutan de nuestras virtudes. La manera en que se forma el apego es con los actos diarios. Una relación segura se ve reforzada, además de con la comunicación, con las muestras de cariño que las dos personas se prodigan, desde miradas y gestos a besos, abrazos y relaciones íntimas.
Las relaciones sexuales son el exponente máximo de la demostración de amor en la pareja. Los beneficios que se obtienen son inmejorables. Acercan a la pareja puesto que es una nueva forma de conocimiento y de comprensión del otro. El ejercicio físico que se lleva a cabo hace que se libere tensión, nuestros músculos se pongan en funcionamiento y se oxigene el cuerpo ayudando a relajarnos. Como con todo ejercicio físico, nuestro cuerpo produce más endorfinas naturales que aportan bienestar y reducen el dolor. Además, la liberación de hormonas que se produce hace que mejore el aspecto físico y el ánimo.
Una de las hormonas que se liberan es la oxitocina, también llamada la hormona del amor o del enamoramiento. Esta sustancia regula algunos aspectos fisiológicos de las emociones. Parece que fomenta la confianza, la empatía, la generosidad y reduce el miedo social. De esta manera, en la pareja, los vínculos que unen a ambos miembros se verán también fortalecidos.
Al contrario de lo que muchos piensan, las relaciones sexuales no son un instrumento de reconciliación ante las disputas. No es una forma de solución de problemas por sí solo. La única forma de arreglar un problema es mediante la comunicación. Dialogar y plantear puntos de vista para después buscar juntos una solución satisfactoria para ambos es lo que hará que se superen los problemas. Y una vez resueltos, sí será la hora de premiarse por llegar a la reconciliación. Es decir, las relaciones sexuales no han de tomarse como herramienta de reconciliación sino como premio a su consecución.
Nuestro estado de felicidad se refleja en nuestro estado anímico y repercute especialmente en los que tenemos más cerca. Hacer partícipes de nuestra felicidad al otro hará que también se sienta bien porque se sentirá parte responsable de ese bienestar. Se fragua así, un círculo positivo que se alimenta de los cuidados mutuos de la pareja. El respeto, la buena predisposición y la empatía facilitarán la superación de las dificultades y fortalecerá la relación.

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