El 15 de mayo se convocó la archiconocida manifestación por una Democracia Real Ya. Al principio, muchas personas no lo tomaron muy en serio pero, con el tiempo, se ha ido ganando su propio terreno en la sociedad. Nadie es indiferente y todos saben con mayor o menor acierto de qué se trata.
Aquellos sobre quienes se protesta son los que más influencia ejercen en nuestras vidas, simplemente por el hecho de ser quienes manejan el dinero y el poder. Por esta misma razón, son los que acaparan toda la atención y los primeros a los que se tiene en cuenta. Los llamaremos la mayoría por la influencia que ejercen en la sociedad.
De repente, aparece un grupo incómodo para esta mayoría que trata de quitarles protagonismo y resulta que se está haciendo bastante importante. Tienen la fórmula magistral para poder influir en toda la población. Recogen un malestar, proponen una solución y representan muchos puntos de vista y a personas de muy diversas edades, es decir, abarcan un conjunto muy amplio de personas.
Los llamados indignados son un grupo que se comporta de una forma totalmente consistente y muestran seguridad y convicción a la sociedad. Presentan sus quejas y se centran en ellas basándose en un malestar concreto de la población general. Todo lo que hacen o dicen está encaminado hacia un mismo objetivo. Además, han establecido comunicación entre todas las ciudades para tener unas pautas de acción muy similares y estar coordinados. Se han convertido en un grupo pequeño pero fuerte.
Por otro lado, dan un paso más y no se quedan en la queja como mera llamada de atención. También, proponen una solución porque saben cuál es el problema y quieren resolverlo. Para ello, buscan la información que necesitan e intentan trazar un plan valiéndose de profesionales y expertos que puedan aportar soluciones reales, viables y, sobre todo, legales. Anticipan los obstáculos que les pueden poner e intentan salvarlos de antemano para tenerlo todo bien atado. Con esta manera tan cuidadosa de proceder se ganan el respeto de la población ya que demuestran actuar con inteligencia.
Por si fuera poco, no transmiten ni representan una posición política particular. Captan todos los puntos de vista de manera que aglutinan a personas de muy distinta ideología, tanto de derechas como de izquierdas. Valoran que cada uno tenga sus principios y valores creados a partir del razonamiento propio y no por lo que digan o quieran los demás. Sólo recogen la insatisfacción de aquellos que se sienten identificados con el famoso movimiento. Lo que les echaría a perder sería que se convirtieran en una corriente política con un color determinado y dejaran de lado al resto.
La diferencia fundamental entre los que denominé antes como mayoría y este pequeño grupo es la manera de influir de cada uno. La mayoría ejerce su influencia como una oleada que lo acapara todo, como si de una moda se tratara. En cambio, este pequeño grupo plantea un problema y siembra la duda de que algo no está bien y es susceptible de mejora. La duda nos obliga a pensar sobre ello y a generar nuestra propia opinión. Toca lo más profundo, los valores y las creencias. El compromiso con lo que nosotros mismos creamos, en este caso nuestra opinión, es más fuerte que lo que viene desde fuera. Sin embargo, lo que llega de repente, avasallando, no deja reflexionar y, por tanto, se queda en nuestra conciencia de forma muy superficial.
Otro punto a su favor son los apoyos que reciben. El respaldo de personalidades tan reconocidas y respetables, como Eduardo Punset y otros muchos, aporta un carácter de mayor seriedad e importancia al movimiento.
Por último, la ayuda que les han brindado los oponentes es excepcional. El factor emocional es tan grande que causa el efecto rebote que estamos viendo con los primeros y últimos acontecimientos. Quienes se sienten identificados con las quejas que expone este grupo desarrollan empatía hacia sus representantes. Cuando desalojaron la Puerta del Sol en Madrid y cuando ocurrieron los incidentes en Barcelona muchos sintieron como si, en cierta medida, se lo hubiesen hecho también a ellos mismos. Por eso, los apoyos se incrementan y ayudan a consolidar este movimiento.
Es posible que si no hubiesen ocurrido los primeros desalojos en Madrid no se hubiesen llegado a comunicar todas las ciudades y, por tanto, no se hubiesen hecho tan fuertes. Los medios de comunicación hubiesen dejado de prestar atención y hubiese pasado de moda como algo puntual que se pudo aplacar a tiempo.
Ahora, les queda el paso más importante. Deben constituir algo más estable físicamente y que les permita mantenerse en el tiempo. Es el momento de dejar las quejas y empezar a trabajar para alcanzar las soluciones que proponen. De lo contrario, empezarán a perder popularidad y apoyos.