El
miedo es una emoción básica negativa que consiste en ponernos alerta para
salvarnos de cualquier peligro. Como toda emoción su cometido es adaptativo,
nos ayuda a la supervivencia, aunque en algunas ocasiones la emoción es tan
intensa que nos paraliza y nos impide actuar.
Los
miedos nos acompañan desde que nacemos. A medida que vamos creciendo superamos
determinados temores y se forman otros nuevos más elaborados. Son los miedos
evolutivos. Al nacer tenemos, especialmente, miedo a los ruidos fuertes y a
perder nuestra base de sustentación. Posteriormente, deja de ser tan importante
perder esta base de sustentación porque aprendemos a andar; entonces aparece el
miedo a la separación de nuestros padres o a las personas extrañas. Más tarde, aparece
el miedo a la oscuridad, a las enfermedades, a los seres sobrenaturales o a la
muerte. Pero lo normal es que con los años vayamos sintiéndonos más seguros y
capaces de hacer frente a estos temores.
Sin
embargo, en algunas ocasiones, no superamos completamente todos estos miedos
evolutivos y se quedan en nuestra mente formando una especie de poso.
Consciente o inconscientemente evitamos todas aquellas situaciones que nos
puedan comprometer en este sentido, pero con el simple hecho de evitarlo ese
poso se remueve y afecta a nuestra inseguridad y a nuestra autoestima. Saber
que esos miedos siguen ahí merma la confianza en nosotros mismos puesto que nos
recuerda que no somos capaces de hacerle frente a ciertos temores que en la
mayoría de los casos no suponen un peligro real.
Este
tipo de miedo se llama irracional porque nosotros mismos podemos llegar a la
conclusión de que, en realidad, no existe la probabilidad de poner en riesgo
nuestra integridad. Por ejemplo, la oscuridad o los seres sobrenaturales.
Sabemos que no existen sin embargo, aquellas personas que lo sienten una vez
que vuelve ese miedo no son capaces de dejar de pensar en ello y su temor cada
vez va en aumento. Otros miedos como son el miedo a volar, a los perros, etc.
puede que tengan un componente más real pero la manera de enfrentarnos a ellos
hace que se conviertan igualmente en irracionales y es a esto a lo que se llama
en psicología fobia. Es muy probable
que cuando tenemos alguna fobia y lo razonemos fríamente lleguemos a la
conclusión de que ese temor es ridículo porque lo que imaginamos va mucho más
allá de lo posible. Creemos firmemente que siempre va a ocurrir una catástrofe
y vamos a morir o que un animal es mucho más grande o peligroso y que
irremediablemente nos va a hacer daño, etc.
Por
otro lado, están los miedos racionales que son los que conllevan un peligro
real. Por ejemplo, estar delante de un atracador que nos apunta con una navaja.
Pero estos casos ocurren raramente y son totalmente imprevisibles. También
podemos tener miedo o temor ante algunas circunstancias de la vida como algunas
enfermedades o situaciones desconocidas. La diferencia es que en ese momento
tratamos de afrontarlo de la mejor manera que podemos y no salimos corriendo
sino que intentamos resolver la situación ya que no es algo que podamos evitar.
Las
fobias y los miedos irracionales, en cambio, son muy propensos a la evitación
porque no necesitan una resolución para continuar, es decir, no interfieren con
nuestra rutina diaria. Taparlo o evitarlo hace que salvemos el momento y nos
deshagamos del malestar de inmediato, aunque en realidad estemos alimentando
ese miedo y haciéndolo más grande. Y todo ello, a su vez, mermando la confianza
en nosotros mismos.
La
manera de sobreponernos y superar los miedos irracionales y las fobias es
exponernos a ellos. Enfrentándonos a ellos es la forma de saber que somos
capaces de resolver situaciones que nos hacen sentir inseguros y nos da
herramientas para superar temores similares en el futuro. Nos ayuda a confiar
en nosotros mismos, a sentirnos capaces e independientes puesto que no
necesitamos que nadie nos “proteja”. Sentiremos ese temor que irá creciendo
hasta llegar a un límite en el que veremos que, en realidad, no ocurre nada y,
poco a poco, la ansiedad que provoca ese miedo se irá desvaneciendo.
Es
preferible estar abiertos a la experiencia y buscar situaciones que nos den
miedo y enfrentarnos a ellas para aprender a vivir libres de esos temores que
acobardarnos y reducir nuestra vida a escasas actividades en las que nos sentimos
seguros. Nuestra vida se enriquecerá mucho más cuantos más retos superemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario