El
control es una acción que muchas personas consideran una necesidad y un
acto de protección o, incluso, de amor. Claro está que no lo llaman
control sino preocupación por la otra persona por saber dónde se
encuentra y qué hace o con quién está para asegurarse de que está bien y
no le ha ocurrido nada malo.
Podemos
pensar que eso lo hacemos todos porque es normal preocuparse por las
personas que nos importan. Sin embargo, la cosa cambia cuando esa
preocupación se convierte en mensajes de whatsapp constantes, llamadas
telefónicas, mensajes de texto, llamadas o mensajes a las personas con
las que debería estar, etc. Existe un término medio entre la
preocupación real y la obsesión que es la que lleva al control. La
diferencia la marcan los pensamientos de quien controla.
Otra
cuestión es cuando nos sentimos inseguros y junto a estos pensamientos
románticos del enamoramiento se mezclan sentimientos de inseguridad y de
incapacidad para mantener a nuestro amor cerca de nosotros. Como, en
principio no tenemos otros motivos, nos surge el miedo de que le pueda
pasar algo malo. Ese miedo nos lleva a contactar con la persona para
asegurarnos y, ante la respuesta, nos quedamos tranquilos
momentáneamente pero nuestra cabeza sigue maquinando.
Nuestra
mente se resiste a dejar de pensar en esa persona tan maravillosa que
ha decidido, por alguna extraña razón, quedarse junto a nosotros. Y
experimentamos de nuevo la necesidad de contactar una y otra vez para
saber en todo momento lo que hace.
En
un principio, quien protagoniza esa preocupación lo puede entender como
un acto de amor romántico y lo deja pasar. A medida que los
interrogatorios aumentan empieza a perder la gracia puesto que, muchas
veces, la falta de respuesta se interpreta como falta de interés y así
se hace saber.
La
buena predisposición hace que se toleren detalles que en otras
circunstancias ni siquiera se contemplarían. Ahí es cuando comienza el
ciclo de control. Para evitar discusiones “tontas” se mantiene
la atención y se responde a todas las preguntas en un breve lapso de
tiempo. Pero las exigencias cada vez son más altas y la demanda de
atención aumenta mezclada con reproches y chantajes emocionales que
exigen continuas pruebas de amor.
Y
la prueba de amor más común es dejarse absorber por el otro miembro de
la pareja, dejando que ejerzan el control y dando todo tipo de
explicaciones que nunca van a ser válidas porque siempre queda un
espacio para la duda. Además, en la mayoría de las ocasiones el control
se justifica como protección; alegando que esa obsesión es porque quiere
tanto a esa persona que se moriría si le ocurriera algo malo.
Si
no se ponen límites, el control aumenta hasta el punto de requerir todo
tipo de exigencias que acaban por aislar socialmente al otro ante la
imposibilidad de dar respuestas suficientemente tranquilizadoras. La
exigencia es tan grande que con el tiempo se puede llegar a anular la
capacidad de decisión y de acción de la persona protegida y amada. Para
evitar dar disgustos y discusiones innecesarias se abandonan muchos
ámbitos importantes de la vida como los amigos, el ocio o, incluso, la
familia y el trabajo.
Una
vez que alguien está completamente aislado sólo ve como único apoyo a
quien dice protegerlo, pierde la confianza en sí mismo porque se le ha
anulado como persona y necesita la aprobación de su protector para todo,
con lo que el control se convierte ya en una medida rutinaria y
necesaria para ambos miembros de la pareja.
Este interesante vídeo nos habla de los celos y cómo gestionarlos correctamente: Cómo gestionar los celos.
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