Algunas veces,
sentimos un impulso irresistible de poseer aquello de lo que nos encaprichamos,
lo cual no es tan raro porque desde que nacemos deseamos lo que no tenemos.
Pero, si lo que deseamos está lejos o es algo prohibido, nuestras ganas se
exacerban aún más.
El inconformismo
es importante porque nos hace esforzarnos y luchar por aquello que nos
interesa. Es una gran herramienta para avanzar. Pero, también, nos puede llevar
a la autodestrucción. La obcecación que, a veces, nos invade cuando hemos
decidido lo que queremos nos puede llevar a realizar conductas arriesgadas que
pueden poner en peligro nuestra salud física y/o mental. Por ejemplo, el querer
ir a la moda en todo momento o tener lo último en tecnología puede acabar convirtiéndose
en una adicción a las compras. Un fanático de los deportes de riesgo puede
llegar a poner en peligro su propia vida. Y no sólo esto, la obsesión de querer
más poder o más prestigio puede hacer que “perdamos el norte” y quedarnos solos
después de haber causado mucho daño a nuestro alrededor.
A menudo
pensamos que lo ajeno a nosotros es lo bueno y no valoramos lo nuestro… hasta
que lo perdemos. Cuando ya no forma parte del entorno que controlamos y en el
que nos sentimos seguros es cuando nos arrepentimos y comenzamos a ver todo lo
bueno que no vimos antes. Lo mismo nos ocurre cuando por fin poseemos aquello
que tanto deseábamos. En seguida pierde todo su atractivo y comienza a no ser
tan maravilloso como nos parecía antes.
La novedad es lo
que nos oculta esa parte negativa que después aparece ante nosotros con toda
claridad. Al igual que los niños que juegan con su pelota y se encaprichan del
balón con el que juega su amigo, a los adultos nos ocurre con la ropa, la
tecnología, los muebles, los coches … o las personas. La novedad junto con el
capricho y la ilusión son la fórmula mágica que nos lleva a ese “egoísmo
posesivo”.
La ilusión se
acrecienta porque fantaseamos con el hecho de hacernos con nuestro objeto de
deseo, con lo que su consecución parece más probable o, incluso, más lícita. En
consecuencia, sólo somos capaces de regodearnos en todas las ventajas y, en el
momento en que un pensamiento negativo se asoma a nuestra mente, lo eliminamos
como si de un mosquito se tratara. Buscamos y planeamos la manera de conseguir
nuestro objetivo y si, por casualidad, vemos que éste peligra entonces,
intensificamos increíblemente los esfuerzos. ¿Para qué?
En esta vida no
hay ganancias sin pérdidas. Muchas veces, conseguir lo que ansiamos nos supone
perder una cantidad de recursos materiales o inmateriales que ni nos imaginamos
pero que después anhelaremos. La perfección y las excelentes cualidades duran
lo que tardan en aparecer los primeros inconvenientes. Esos pequeños detalles
que no esperábamos porque tratamos de acallarlos, ahora nos incomodan en ese
mundo de perfección que nos hemos creado. Eso significa que ya nos estamos
cansando porque nos hemos saciado y comenzamos a compararlo con aquello por lo
que lo cambiamos o lo que perdimos en nuestra lucha irracional. Por supuesto,
siempre vamos a anhelar lo que perdimos.
El reto personal
es lo que nos proporciona realmente la fuerza necesaria mientras que nosotros
creemos que es el interés o lo mucho que nos gusta lo que ansiamos poseer. Por
eso, una vez conseguido, se pierde toda la magia o la ilusión. Puede que lo
disfrutemos durante un tiempo pero, en seguida, ya no resultará novedoso y
buscaremos (o ya nos habremos planteado) nuevos retos.
Pero lo que
subyace no es sólo ese reto personal de lograr todo aquello que no es para
nosotros o la sensación de poder que nos invade al conseguir lo deseado.
También está la necesidad de silenciar la inseguridad que nos provoca la
rutina. Ver que no nos conformamos con lo primero que se nos pone delante y
confirmar que seguimos teniendo un buen criterio y elegimos lo mejor en su
momento. Saber que tenemos fuerza de voluntad suficiente para ponernos en
marcha en cualquier momento. En definitiva, sentirnos seguros a través de
nuestros logros y conquistas aunque ya no lo necesitemos. Así, poniéndonos a
prueba, es como nos reafirmamos en nosotros mismos.
Lo malo no es el
inconformismo que como tal es lo que nos hace avanzar y crecer. El problema es
el no saber distinguir lo que realmente queremos o necesitamos de lo que es un
capricho sin fundamento que a la primera de cambio vamos a dejar tirado. Porque
los objetos se reparan o se recuperan pero las personas no.
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