¿Dónde
quedaron aquellas clases donde las frases se representaban con letras y símbolos?
Según el significado de aquellos símbolos podíamos llegar a la conclusión de si
era verdad o mentira lo que analizábamos. La lógica que tan inútil nos parecía
no sólo sirve para saber si Aristóteles, como todo humano, era mortal o no.
Resulta que acostumbrarse a pensar de una manera lógica nos puede ayudar a ser
más seguros e independientes.
Llevar
a cabo un razonamiento lógico puede convertirse en algo arduo y tedioso. Pero
eso sólo ocurre las primeras 5 ó 10 veces, luego sólo es difícil y, después,
sale solo. El problema es precisamente éste, que es difícil de llevar a cabo
porque exige mucha atención. Normalmente, no estamos tan interesados en todo lo
que leemos o escuchamos como para hacer un análisis pormenorizado. Escuchamos o
leemos por encima y nos hacemos una idea vaga. Así, nuestro cerebro va
perdiendo práctica y cada vez da más pereza fijarse bien en lo que nos cuentan.
Como al final lo que buscamos es la comodidad, esperamos que otros lo hagan por
nosotros o depositamos nuestra confianza en los demás por razones más
sentimentales o culturales que objetivas.
Normalmente,
según nuestras preferencias o valores nos posicionamos en un lado o en otro:
todo o nada, blanco o negro, izquierda o derecha, norte o sur, etc. Para
infinidad de cuestiones tenemos nuestras ideas ya formadas. Pero, por un ahorro
de tiempo o de esfuerzo, la mayoría de las veces nos fiamos de lo que nos dicen
aquellos que consideramos afines a nosotros. Suponemos que van a defender lo
que nosotros creemos y resulta que acabamos creyendo lo que ellos dicen. Es lo
que nos pierde porque en esta parte entran en juego las emociones. Nos
implicamos emocionalmente con lo que nos gusta (precisamente por eso nos gusta,
porque nos suscita sensaciones y emociones).
Junto
con la comodidad, la afectividad, es la otra gran barrera que nos impide pensar
muchas veces de forma objetiva. Como nuestros sentimientos son parte de
nosotros no nos pueden traicionar, con lo que podemos confiar en lo que hemos
elegido. Pero en esta vida no hay nada perfecto y todo es susceptible de
cambio. Paradójicamente, los seres humanos nos resistimos asombrosamente a los
cambios y nos cuesta bastante esfuerzo adaptarnos.
Así,
lo que nos gusta también tendrá aspectos que no nos agradan tanto y lo que no
nos gusta es posible que tenga algún aspecto positivo. Esto es bastante obvio y
lo reconocemos aunque nos pese. Lo que no es tan obvio es cómo nos explican a
nosotros los aspectos positivos y negativos de lo que se nos ofrece.
Lo
primero de todo es que no hay aspectos negativos. Criticar lo que nos gusta nos
puede ayudar a mejorar. Plantear alternativas o buscar lo que nos demuestre que
no tenemos razón sirve para persistir en nuestra búsqueda de lo que realmente
es válido para nosotros. Tendremos la seguridad de que lo es porque al indagar
y comparar llegaremos a nuestras propias conclusiones. Si nos conformamos con
lo primero que aparece nuestra seguridad será mucho menor.
Lo
siguiente es que los adjetivos calificativos son las palabras que ocupan la
mayor parte del discurso. Para aquello que defendemos serán adjetivos
extremadamente agradables y positivos mientras que aquello que rechazamos
recibirá adjetivos que reflejen desprecio y lo desvaloricen.
La
guinda del pastel llega con las frases circulares como esto es bueno porque es bueno. A veces no se nota porque se
emplean frases muy largas en las que la atención se pierde y son imposibles de
seguir. Se convierten en una sucesión de palabras encadenadas, y adornadas de
adjetivos, que no llevan a ningún lado aunque parezca que sí. Al final,
encontramos una retahíla de afirmaciones sin ninguna explicación verdadera y
que en la forma se parecen a una serie de argumentos.
En
un principio, ponernos a pensar de una manera reflexiva sobre cualquier cosa
puede dar pereza pero la práctica hace todo mucho más fácil y rápido. El
esfuerzo del principio se ve recompensado cuando nos sentimos capaces de pensar
por nosotros mismos. No consiste en ser desconfiado sino en aprender a
entresacar las ideas con las que construir nuestro verdadero sistema de valores
personales. Esto es lo que nos da independencia a cada uno. Saber que lo hemos
elegido y construido libremente nos aporta la seguridad que necesitamos para
llevarlo a la práctica en nuestras vidas.
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