Cuando nuestros pensamientos están revueltos y tenemos un lío enorme en nuestra cabeza es que no hemos llegado al insight.
En
ocasiones, nos encontramos a disgusto, sin entender lo que nos pasa. No
sabemos lo que nos ocurre pero sí tenemos una sensación de malestar en
nuestro cuerpo que abarca también nuestra mente y nos hace sentir
perdidos y fuera de lugar.
Aunque
no le ponemos nombre, sentimos incertidumbre, vacío y tristeza pero no
sabemos a qué se debe. Nos encontramos irritables, de un humor pésimo y
sin paciencia para nada. Echamos la vista atrás y sentimos que nuestra
vida ha sido un camino de fracaso tras fracaso y que no hemos hecho nada
memorable. Miramos hacia adelante y las expectativas de lo que nos
espera nos sugieren que se va a repetir nuestro pasado de la misma
manera.
La
negatividad, la frustración y el enfado por la imposibilidad de mejorar
nos impiden ver con claridad y razonar objetivamente de forma que
nuestra mente se concentra en recopilar todo lo malo que nos ha ocurrido
en todo el tiempo que podemos recordar. Así, la sensación de tristeza y
negatividad se acentúa sin encontrar un motivo concreto para nuestro
estado de ánimo.
En
estos momentos, nuestra mente está concentrada en un tipo de
información únicamente y hemos establecido un filtro que impide ver otro
tipo de información más positiva. Incluso aquello que es neutro
adquiere un significado negativo por nuestra interpretación.
Aún
así, seguimos sin entender qué nos ocurre; por qué estamos tan
cabreados y por qué nos sentimos tan abatidos si, realmente, no nos ha
pasado nada para que nuestro ánimo sea tan bajo.
A
la vez que nuestros pensamientos están tan embarullados, nuestro
comportamiento también se ve afectado por este hecho. Actuamos de manera
extraña como dando tumbos, tomando decisiones erróneas y equivocándonos
en cosas que normalmente hacemos de forma automática.
Nuestras
relaciones con los demás se pueden volver conflictivas puesto que, a
veces, no nos mostramos amigables e, incluso, puede que rehuyamos a
nuestros amigos y familia para no dar explicaciones. Explicaciones que
ni siquiera sabemos.
Este
estado de confusión puede durar horas, días, semanas o, incluso meses.
Es un periodo de tiempo en el que luchamos por saber lo que nos pasa y
recuperarnos pero también es un periodo de tiempo en el que vamos dando
palos de ciego porque no sabemos contra lo que luchamos. El momento en
el que nos damos cuenta de lo que nos ocurre es el insight.
El
insight es un término inglés que en psicología se emplea para definir
el momento en el que tomamos conciencia de algo, de nuestros problemas,
de nuestro estado de ánimo, de nuestras emociones, de nuestros
pensamientos, etc. Es como el Eureka de la psicología.
Podemos
pasar por una serie de estados de ánimo sin saberlo, sólo
experimentando sensaciones de malestar o bienestar pero sin tener muy
claro cómo nos sentimos. El momento en el que somos capaces de
comprender esas emociones o lo que nos ha llevado a sentirnos como lo
hacemos en ese momento es cuando podemos identificarlo y poner nombres.
Llegar
al insight nos permite adquirir una sensación de control que nos
facilita mucho la vida. No es lo mismo sentirnos mal que sentirnos
tristes y sin ganas de hacer nada. Lo primero, sentirnos mal, es difuso y
no ofrece mucha información mientras que lo segundo puede tener unas
causas y unas consecuencias que se pueden “investigar” para poner
solución.
La
sensación de control que nos da el insight es una explicación adecuada a
nuestro problema. Además, nos produce alivio y nos orienta a buscar una
solución y abre la puerta a la esperanza para salir del bache en el que
nos encontramos.
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