Todos tenemos
grandes metas con las que soñamos. Son objetivos que nos fijamos y dedicamos
buena parte de nuestras vidas a conseguirlos. Es más, nuestra vida está llena
de aspiraciones. El hecho de designarlo con el nombre de meta significa que
existe un camino que debemos recorrer para llegar al destino final. Estas metas
son lo que se denominan objetivos a largo plazo ya que para lograrlo
necesitamos mucho tiempo, desde varias semanas o meses hasta algunos años.
A la hora de
proponernos un objetivo lo primero que debemos hacer es saber exactamente lo
que queremos. No sirven las generalidades como, por ejemplo, querer un cambio o
querer ser feliz. Por supuesto, si nos planteamos un objetivo es porque
queremos un cambio. Y qué decir de la felicidad, todo el mundo aspira a ser
feliz. El cambio es lo que tenemos que llevar a cabo para conseguir un
objetivo. La felicidad, ¿no la perseguimos todos los días? ¿La felicidad es una
meta a largo plazo o es inmediata? ¿En qué consiste la felicidad? Es decir, las
generalidades no nos dicen nada porque son ideas frágiles que están ahí, van y
vienen pero no nos aportan nada. Definir un objetivo significa saber qué es lo
que queremos con todo tipo de detalles, cuantos más mejor.
A continuación,
nos toca pensar en cómo lo podemos conseguir. Elegir el camino para lograr la
meta de la forma más eficaz posible. Para ello, debemos pensar en todas las
alternativas posibles. A mayor cantidad de alternativas mayor probabilidad de
encontrar la mejor. Podemos hacer un listado con todas las ideas que nos vengan
a la cabeza porque, aunque no sean muy importantes, es posible que aparezcan
variantes de ésta que sí sean más adecuadas. Es la misma situación que cuando
nos disponemos a hacer un viaje largo. Buscamos el itinerario para no perdernos
y siempre existen varias rutas: el más rápido, el más seguro, el más corto… No
salimos a la carretera y esperamos guiarnos exclusivamente por los paneles
informativos. Al establecer metas es igual. Una vez generadas todas las
alternativas debemos valorar cada una de ellas. Desecharemos las que no sirven
y reservaremos las que nos parezcan más importantes para tomar la decisión
final. Las personas eligen la opción que más le gusta según su propio criterio
y sus prioridades. A unos les gustará más la sencillez, a otros la dificultad y
a otros la practicidad. Todo será perfectamente válido.
Definido nuestro
objetivo y decidido lo que vamos a hacer para conseguirlo ya sólo nos queda
ponernos en marcha. Como todo camino siempre hay dificultades que debemos
salvar para continuar. Por eso, no debemos rendirnos nunca ante cualquier
contrariedad. Al igual que los viajes largos, es obligatorio hacer paradas cada
cierto tiempo para descansar. Nuestro camino hacia nuestras grandes metas suele
durar varios años. Así es, que si nos proponemos conseguir algo en un plazo de dos,
tres, cinco años, etc. deberemos tomarnos algún respiro. Es fácil que nos
cansemos porque las cosas no salen como nosotros habíamos planeado. Existen
imprevistos con los que no habíamos contado y puede que nos estemos dejando
llevar por sucesos distractores. Si no nos damos cuenta, paulatinamente, nos
iremos apartando de nuestro objetivo final, aquél que habíamos elaborado con
tanta ilusión. Para prevenir esto y poder integrar los imprevistos existen otro
tipo de metas. Son los objetivos a medio y corto plazo.
Los objetivos
a corto plazo son los que nos fijamos casi de manera inmediata, por ejemplo,
diariamente. Todos los días repasamos qué es lo que hemos hecho y si estamos
satisfechos. Conseguir este tipo de metas es esa sensación de irnos a la cama
tranquilos con la idea de haber hecho bien las cosas y felicitarnos por ello.
Esto nos ayuda a levantarnos al día siguiente con el ánimo suficiente para
afrontar las próximas veinticuatro horas.
Las metas a
medio plazo son un alto en el camino. Sirven para evaluar el tramo que hemos
recorrido hasta el momento y ver lo que nos queda aún por hacer. Aquí es donde
deberemos valorar si seguimos en la dirección adecuada o nos estamos desviando.
También podemos hacer una redefinición de objetivos si vemos que no era eso lo
que buscábamos. Si decidimos que el camino que llevábamos no nos parece el más
adecuado éste es el momento de elegir otra alternativa más atractiva o
eficiente.
No olvidemos
que los tres tipos de metas (a largo, medio y corto plazo) son indispensables
para conseguir realizar nuestros sueños y aspiraciones en la vida. Es
importante hacer pequeños descansos para valorar nuestros actos. Debemos
felicitarnos por lo que hacemos bien y reflexionar sobre nuestros fallos para
no caer de nuevo en ellos.
Todo esto nos
ayudará a seguir nuestro camino en la vida y continuar en los momentos más difíciles.