Sin ti no soy nada, no puedo vivir sin ti…
y un largo etcétera de frases poéticas acude cada día a nuestros oídos.
Reconozco que son frases bonitas y que suenan bien. Si alguien nos las dijera
nos sentiríamos halagados e importantes.
Aparte de
esto, hay un fondo un poco más serio. Estos mensajes dan a entender otros que
no son tan saludables como parecen y que se van transmitiendo a lo largo del
tiempo y de las generaciones. Son sutiles mensajes de dependencia que nos hacen
pensar que sólo seremos felices si tenemos a una persona a nuestro lado que nos
quiera y que suspire por nosotros las veinticuatro horas del día. Lo más seguro
es que pensemos que somos lo suficientemente inteligentes para darnos cuenta de
que no es algo real y que no hay que tomarse al pie de la letra todo lo que
oímos.
Bien, ahora
pensemos de otro modo. ¿Quién no cree que necesite a su pareja todos los días
de su vida y si no se moriría? Esto es lo que ostenta este tipo de letras. La
dependencia de los demás. ¿Qué es lo que ocurre entonces con quienes no tienen
pareja? ¿Son infelices? ¿Son felices todas las personas que tienen pareja? La
verdad es que no hay ninguna pregunta que tenga una respuesta única, exacta y
verdadera. Unos sí y otros no.
No podemos delegar una
responsabilidad que es nuestra en los demás. ¿Qué derecho tenemos a asignarles
la tarea de hacernos felices? Es algo totalmente injusto. Si nos ponemos en el
lado de la pareja y sentimos esa obligación de hacer feliz al otro, nos da
vértigo. No es algo que dependa de nosotros. Sólo contribuye a presionarnos y
sentir que caminamos sobre una cuerda floja sin red debajo.
Somos nosotros
mismos los que nos damos la felicidad o nos la quitamos. Evidentemente, somos
seres emocionales y determinados acontecimientos nos producen una alegría
inmensa o una tristeza infinita. Esto es lo normal. Lo contrario sería problemático,
el no sentir. Debemos conocer cuál es la causa de nuestras emociones y, ésta es,
la interpretación que hacemos de lo que vivimos o de lo que nos sucede. Una
interpretación adecuada de los acontecimientos es lo que nos permite vivir a
gusto con nosotros mismos. Ver que somos personas independientes, capaces de
arreglárnoslas solos es lo que, de verdad, nos hace estar bien.
Amor tóxico |
Otra de las
características de estas letras de canciones es el efecto que produce en las
personas más frágiles, los adolescentes. Ese conjunto de hormonas
revolucionadas y a punto de estallar. Los adolescentes están en un estado
continuo de hipersensibilidad. Todo lo que viven les afecta en unas dimensiones
muy por encima de lo normal. Todo es decisivo para ellos. Así que, si
constantemente reciben este tipo de mensajes, acabarán reafirmando su idea de
que necesitan una pareja y unos amigos que no les abandonen nunca. A esa edad
están formando su identidad y ésta se limita prácticamente a su entorno de amistades
y pareja. De ahí todas las promesas que se hacen de amistad y amor eternos.
Unido a las canciones de los grandes ídolos tenemos la fórmula magistral. No es
la primera vez que una chica o un chico amenaza con suicidarse, si su pareja le
deja, porque es lo más importante de su vida.
Si en los
adolescentes vemos tan claro que esto no es así, ¿por qué no somos capaces de
aplicárnoslo a nosotros mismos? ¿Nos consideramos más maduros y pensamos que
nuestra vida es más importante que la suya?
Con la edad
nuestras emociones se estabilizan pero sigue quedando esa idea grabada en lo
más profundo de nuestra mente. Por eso, la explicación se reduce al miedo a la
soledad. Pensar que la vida es larga y vivirla sin compartir es duro. Pero si,
realmente, estamos satisfechos con lo que somos y tenemos, no necesitaremos a
nadie en quien depositar nuestras inseguridades y el miedo a la soledad. De
hecho, será mucho más fácil encontrar a alguien con quien recorrer un largo
camino y compartir todo lo bueno que tenemos para dar.
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