El
día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Ha habido una larga lucha
hasta conseguir que esta celebración fuera considerada a nivel mundial. Poco a
poco, se han ido logrando derechos que para los hombres son inherentes por el
hecho de ser seres humanos con capacidad de raciocinio como el derecho al voto,
al trabajo remunerado, a la independencia económica…
Algunos
de los argumentos que se han dado a lo largo de la historia son: “no son tan
inteligentes como los hombres”, “no están preparadas”, “no sabrían organizar su
vida y se echarían a perder”, “si dejáramos estas decisiones en manos de las
mujeres todo se iría al garete”, etc.… O aquellas tan sorprendentes que
encontramos en creencias antediluvianas como que las mujeres son seres
inferiores y, en algunos casos, las consideran al nivel de los animales o se
escudan en que carecen de sensibilidad.
Habitualmente,
se ha considerado que la mujer es el sexo débil y de ahí viene la explicación
por la que no pueden cobrar el mismo sueldo que un hombre por su trabajo.
Tienen menos fuerza y por tanto son menos productivas. Quizá podría ser una
excusa difícil de discutir en épocas en las que el sustento económico eran la
agricultura y la ganadería y el bien más preciado la fuerza física.
Pero
la realidad del asunto es que la mujer se ocupaba de la casa y de los hijos
porque, por supuesto, era su deber. Y además, como no trabajaba debía echar una mano a su marido con las tierras o el
ganado porque el pobre trabajaba de sol a
sol como un burro. Además, como su labor era meramente colaborativa y no
suponía la misma carga física que la de sus cónyuges estaba más que justificado
que aún estando embarazadas fueran a ayudar hasta el mismo día del parto. Y
tenían suerte si se les complicaba un poco y se veían obligadas a guardar
reposo, no sin arriesgarse a que las llamaran vagas y confirmaran así su
condición de sexo débil.
Aquellas
que trabajaban en fábricas no corrían mucha mejor suerte. Si faltaban al
trabajo dejaban de cobrar los días que estuvieran ausentes con las
consecuencias subsiguientes para la economía familiar. Y no hablemos ya si el
marido era un borracho conocido de la ciudad que se gastaba el jornal en la
taberna mientras en casa le esperaba la retahíla de hijos.
En la actualidad (y en el mundo desarrollado), ya no es muy frecuente el
trabajo físico y muchos empleos suelen ser un poco más cómodos pero las
diferencias salariales continúan existiendo. ¿A qué se considera ahora debilidad?
¿A la inteligencia? ¿A la capacidad de atender al público? ¿Quién decide que
intelectualmente son inferiores? Un dato académico es que desde hace algún
tiempo las mujeres ocupan una proporción mayor en los estudios universitarios
que los hombres (y no sólo estudian carreras de letras que, supuestamente, son
las más fáciles).
Otro
dato, es que los altos cargos de las empresas siguen dominados, en su mayoría,
por el sexo masculino. Principalmente porque nuestra sociedad aún sigue
creyéndose eso de que un hombre llega a ocupar un puesto importante porque es
muy válido pero una mujer a saber lo que
habrá hecho para llegar tan arriba…
Lamentablemente
aún seguimos encadenados a viejos mitos. Por un lado, están los prejuicios de
quienes contratan por pensar que no están capacitadas para desarrollar una
labor de tanta responsabilidad o que no sabrán hacerse respetar. Y, por otro
lado, están ellas mismas minadas por el sentido de culpabilidad que se
desprende de dedicar tanto tiempo al trabajo y restárselo al que conceden a sus
hijos y a su casa.
¿A
su casa? Inconscientemente, desde pequeños seguimos inculcando esa idea absurda
del cuidado y la responsabilidad de la casa a las niñas. Seguimos siendo más
condescendientes con los niños y aplaudimos los esfuerzos de ellas por cooperar
en las tareas del hogar. Sin hablar del tipo de juguetes que se regalan cada
año.
Para
terminar, no olvidemos a las mujeres solteras, divorciadas, separadas, etc. que
se encargan de cuidar ellas solas de sus hijos. Intentan trabajar el máximo
número de horas para poder mantener con su sueldo (muchas veces inferior) a su
prole y, además, intentan estirar las horas del reloj para poder disfrutar y
educar a sus hijos.
Por
estas y por muchas otras razones es más que necesario que se les dedique un día
en el calendario.
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