martes, 10 de septiembre de 2013

La vuelta al cole

Llega septiembre y terminan los horarios flexibles y los días de poco hacer. Los días comienzan a ser más cortos y el calor ya no es tan aplastante como en los meses anteriores.
Tengamos trabajo o no, seamos estudiantes, jubilados o trabajadores, a todos se nos altera la vida en los meses estivales. Nos gusta disfrutar del buen tiempo y paliar las altas temperaturas como mejor sabemos: en una terracita, en la piscina, en la playa, en el pueblo, etc. En definitiva, intentamos aprovecharlo de la mejor manera posible y, para ello, nos tomamos la vida de una manera mucho más relajada.
Y tan relajados podemos llegar a estar que se nos olvida que no es para siempre. Es por esto que cuando toca ponerse otra vez las pilas podemos experimentar la famosa depresión postvacacional. Estancamos nuestro pensamiento en los buenos momentos y el relax del verano y sentimos que una losa se posa sobre nuestra cabeza como si a partir de ese momento estuviéramos castigados a llevarla hasta el siguiente verano. Pensamos que ya no vamos a disfrutar como antes y que nuestra vida va a ser aburrida, estresante y horrible. Y eso sin contar todo lo que falta para poder disfrutar de nuevo de lo bueno que, por otro lado, parece lo único.
Con septiembre llega la hora de retomar las rutinas y comenzar a pensar en lo que supondrá el curso que viene. Este mes puede ser un buen momento para afrontar de otra manera los meses de frío que llegan. Es cierto que cambiamos nuestro modo de vida pero, también es cierto que, se abren ante nosotros nuevas oportunidades. Los meses de veranos han supuesto un descanso para nosotros con lo que llegamos con las pilas cargadas. Podemos reflexionar acerca de lo que hemos hecho antes y plantearnos cambios que nos aporten bienestar. Todo aquello que hemos decidido dejar para más adelante es el momento de abordarlo ahora.
Esta es otra de las razones por las que nos sobreviene la depresión postvacacional, dejamos gran cantidad de asuntos pendientes diciéndonos a nosotros mismos que es mejor empezar en septiembre, es decir, procrastinamos. El problema es que a veces dejamos tantas cosas que sólo con pensarlo nos saturamos y nos agobiamos pensando que no vamos a ser capaces cumplir con todo.
Es mejor pensar de una manera razonada y establecer prioridades. Ocuparnos de lo más inmediato y lo más importante y organizar bien nuestro tiempo. Septiembre es un mes perfecto para aprovechar la transición porque, a pesar de tener que retomar nuestras obligaciones, podemos seguir disfrutando de un tiempo más o menos bueno. El tiempo atmosférico es importante porque las temperaturas agradables y la luminosidad favorecen que nos sintamos de mejor ánimo. Esto nos da una fuerza y una motivación mayores que suponen un extra gratuito a tener en cuenta y aprovechar.
También es un buen momento para sentar las bases de lo que va a ser el resto del año. Si nos proponemos un plan de acción y lo vamos cumpliendo no nos encontraremos todo el invierno quejándonos de la falta de tiempo para todo. La mayoría de las veces esta falta de tiempo se debe a que no hemos planificado bien nuestros horarios.
En resumen, en septiembre no termina el verano y con él todo lo bueno sino que comienza el periodo del año en el que podemos sacar lo mejor de nosotros mismos aprovechando que estamos descansados y que tenemos unas condiciones favorables.

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