Las
vacaciones son una época clave en la vida de muchas parejas. Después de
todo el año manteniendo una vida ajetreada y sin tiempo apenas para
compartir con la pareja llegan las vacaciones.
Algunas
veces son momentos de reencuentro y otras de despedida. El reencuentro
viene cuando la pareja ha sido capaz de compaginar su día a día con el
de su pareja a pesar de la incompatibilidad de horarios, el volumen de
trabajo, el estrés, etc.
La
despedida llega cuando algo en la pareja no está bien desde hace
tiempo. La inercia hace que la vida sea cómoda pero no se disfruta con
tiempo en común a pesar de la disponibilidad. La separación ya se está
fraguando de una manera indirecta porque no apetece compartir nada con
el otro. La distancia es un hecho pero se disimula en la cotidianeidad.
Cada miembro de la pareja ha aprendido a tener su propia vida y no
necesita al otro más que como una especie de amuleto de seguridad que le
aleja de la soledad.
Es
en este momento cuando las vacaciones pueden convertirse en el
detonante para la separación. Pasar de no compartir apenas nada a ocupar
el día al completo con la otra persona que comienza a ser alguien
desconocido puede convertirse en algo insostenible. La falta de
comunicación y los planes particulares hacen que se produzcan
incomodidades y tensiones que desembocan en discusiones sucesivas, cada
vez más intensas.
En
realidad, no es algo que aparezca de repente pero sí es algo que se
visibiliza mejor en una época de calma porque es donde las carencias
afloran. En el día a día puede que la comunicación falle porque no hay
tiempo y que una parte importante la ocupen las discusiones. Solemos
echar la culpa de las discusiones al estrés que sufrimos en el resto de
nuestros ámbitos vitales. Sin embargo, también está la molestia de la
persona con la que compartimos el espacio y nada más. Poco a poco, los
defectos cobran fuerza y hacen mella en nuestro aguante. Nos irritamos
más y toleramos cada vez menos la manera de ser del otro. Sólo nos
fijamos en lo que nos molesta y evitamos comunicarlo por pereza y
derrotismo, creyendo que ya no vale de nada intentarlo porque estamos
cansados de discutir.
Con
la falta de tiempo y de comunicación olvidamos la intimidad y el
contacto físico con lo que la distancia aumenta y cada vez es más
difícil dormir con un extraño salvo por la costumbre. A veces, incluso,
buscamos la manera de evitar este contacto mediante horas extras de
trabajo, ver la televisión, viajes, planes con amigos, etc.
Por
otro lado, está el miedo a perder un punto de apoyo que creemos que aún
tenemos. Llegar a casa y saber que alguien más está allí, o vendrá en
algún momento, es un argumento muy fuerte para no sentirnos solos. La
idea de que hay alguien más nos ayuda a huir de la soledad y nos impide
tomar conciencia de que, en realidad, esa compañía sólo es ficticia. Es
ficticia al igual que la soledad que tememos porque el vacío que nos
puede dejar ya lo hemos llenado haciendo planes y ocupando nuestro
tiempo libre con otras personas hasta el punto de estar en casa lo
imprescindible.
Con
todo esto, la desconfianza y el resentimiento se van instalando en la
pareja. Ver al otro tener una vida en la que no se nos incluye supone
asumir que algo no va bien y buscar culpables a nuestro alrededor. Puede
que nos sintamos inútiles por no saber lo que nuestra pareja necesitaba
y creemos que si ha encontrado otra forma de sentirse bien sin nosotros
es porque sobramos. Asumir el fracaso es doloroso; buscamos alguna
justificación de nuestros actos sin darnos cuenta de que el
distanciamiento ha sido mutuo y se ha ido agrandando con el tiempo.
Dejar
de compartir intereses, tiempo y afecto hace que se sienta al otro como
un extraño. Añadir a esto la desconfianza y, en muchos casos, la
envidia por ver que el otro sigue su vida sin detenerse a esperarnos
hace que nuestro enfado se proyecte en nuestra pareja arremetiendo
contra esa persona a quien llegamos a odiar y, a la vez, echamos de
menos.
Cuando
llega este punto, cualquier situación en la que tengamos que compartir
más tiempo del deseado hará que la situación estalle y sea irremediable
tomar conciencia del problema en el que nos vemos envueltos. Llega el
momento de tomar una decisión: seguir intentando una solución o iniciar
la separación de manera definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario