A
menudo, cuando leemos o escuchamos de primera mano un caso sobre violencia de
género o doméstica nos preguntamos: ¿por
qué no le deja? Incluso, nos atrevemos a exigírselo a la propia víctima.
Algo
que parece tan claro para los demás cuando lo ven desde fuera es mucho más
complicado cuando se está dentro. Lo primero de todo es reconocerlo y no
siempre se consigue. El maltrato suele comenzar de una manera muy sutil, con
comentarios, discusiones, celos, etc. que van subiendo de tono cada vez más. El
hecho de ser algo progresivo impide que se tenga una visión exacta de la
realidad y se normalice la situación. A
veces discutimos… Normalmente cuando nosotros tenemos conocimiento vemos el
resultado final pero no el lento y progresivo proceso que ha tenido lugar.
Una
vez que la situación llega a ser tan insostenible como para que la propia
víctima se dé cuenta, ese mismo hecho es lo que impide abandonar a su pareja.
Después de tanto tiempo no se atreve porque su autoestima está tan mermada que
cree no ser capaz. ¿A dónde va a ir
ahora? Todas las personas de su entorno se lo advirtieron mientras no lo
veía y, en la lucha por defender a su agresor, llegó a terminar otras
relaciones más importantes. En consecuencia, su apoyo social se ve ahora muy
reducido, junto con la culpabilidad que siente por haberse enfrentado a quienes
la querían ayudar.
Por
otro lado, su pareja es alguien a quien ha amado todo con toda su alma. Se ha
involucrado y ha arriesgado tanto que terminar con esa situación le parece un
fracaso terrible, lo que destruye aún más su autoestima. Los momentos malos han
sido terribles pero los buenos han sido tan extremadamente buenos que
“compensan” el sufrimiento con la pasión desenfrenada. Cada reconciliación es
como una luna de miel… Eso sin contar con el chantaje emocional al que está
sometida cada vez que ella intenta abandonarlo. “¡Sin ti no soy nada!”, “¡No me dejes, cambiaré!”, “¡Mi vida no tiene
sentido sin ti!”, “¡Te necesito!”.
Y
en el momento de plantearse un abandono real aparecen las dudas en las que
piensa: a dónde va a ir ella si no es nadie.
Con tantas amenazas como ha recibido cree que ya no tiene el control sobre nada
y haga lo que haga no podrá escapar de esa situación. No sabe cuándo va a llegar
un golpe o una paliza ni cuándo le va a obsequiar con humillaciones que van
minando su persona. A veces, pensaba que se portaba mal o que no hacía bien las
cosas, ahora sabe que sólo depende del humor con el que llegue a casa y a veces
ni siquiera eso.
También
le aterroriza que si se va la pueda encontrar o que su huída sea un fracaso y
tenga que volver porque, al fin y al cabo, ahí
es donde mejor y más cuidada está; ella, que no sabe cuidar de sí misma.
Y
si supera todo esto y decidiera dar el paso, piensa que el mundo exterior le
dará la espalda porque fue culpa suya permitirlo y que ya la avisaron pero no
hizo caso. Sólo miraba por los ojos de él y acabó haciendo lo que le pidió. Si
ella trabajaba, los celos le invadían a él, con lo que es probable que dejara
su puesto de trabajo para dedicarse por entero a su amor y dejar de darle motivos para pegarla. Aunque ella fuera el
ama de casa el dinero lo administraba su pareja y siempre le reprochaba ser una
derrochadora. Con lo que si ahora decide irse se quedará sin recursos y no
podrá sobrevivir. ¿Dónde encontrará
trabajo si no sirve para nada?
¿Y los hijos? ¿Qué va a hacer con
ellos? Si no sabe cuidar de sí misma, ¿cómo va a cuidar de unos niños? ¿Y cómo
los va a mantener? ¿Y si les encuentra y les hace algo? ¿Cómo voy a separar a
unos niños de su padre?
Las
políticas actuales que protegen a las víctimas de maltrato tratan de dar un
respaldo a todas aquellas mujeres que intentan salir de la situación
insostenible en la que se encuentran. El problema es, como siempre, la falta de
medios para hacer frente a estas demandas de forma rápida y efectiva. Esto
supone que a algunas les entre el pánico y decidan dar marcha atrás o que la
dependencia de su pareja sea tan grande que decidan darle otra oportunidad. Para
otras, el tiempo que tienen que esperar puede que sea demasiado y que las
consecuencias sean peores aún.